Por todos es conocida la cara amarga del fútbol, sus desavenencias, la cristalización del concepto romano del “pan y circo” utilitarista que sirve para adormecer las conciencias, para alienar a la ciudadanía. También es conocida su faceta violenta, la exaltación que supone para las pasiones más bajas del ser humano. Igualmente son percibidos sus abusos económicos, sus argucias tributarias, sus cifras mezquinas y desorbitadas. Pero, como todo en esta vida, el fútbol se compone de perversiones así como de bondades y es de justicia enaltecer su magnificencia cuando lo merece.
La historia que voy a relatar consta de varios protagonistas: el drama de los desahucios en España, Carmen Martínez Ayuso (una anciana de 85 años, residente del barrio madrileño de Vallecas), el club de fútbol Rayo Vallecano, el ex portero del Rayo Wilfred Agbonavbare y, sobre todo, una profusa solidaridad.
Todo comenzó en 2010. Luis, el único hijo de Carmen, solicitó a un prestamista particular 40.000 euros para solventar los problemas económicos que derivaban de su separación (ninguna entidad bancaria le concedió un crédito), empleando como aval la vivienda de Carmen (sin conocimiento de la anciana, pues su marido había fallecido tres años antes y era Luis quien se encargó de dirigir los asuntos del hogar). Luis se quedó en paro y no pudo hacer frente a la deuda, que en 2014 ascendía a 77.000 euros, y su madre no se enteró de la situación hasta dos días antes del primer lanzamiento (según la RAE, “despojo de una posesión o tenencia por fuerza judicial”, en este caso, la vivienda), cuando recibió la visita de la policía.
Aunque la familia trató de negociar un alquiler social con el acreedor, los intentos fueron vanos. Según la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Vallecas, “al ser un prestamista particular, la negociación es más complicada, porque este tipo de gente va directamente a por la casa. No les interesa cobrar la deuda porque judicialmente la vivienda ya es suya”. Casi un centenar de personas lograron bloquear el primer lanzamiento, pero siete furgones de la Policía Nacional asistieron para acordonar la zona durante el segundo intento y Carmen se vio obligada a abandonar el que había sido su hogar durante más de 50 años, valorado en 160.000 euros (¡por un préstamo de 40.000 euros!).
Al conocerse la situación de Carmen, de la que se hizo cargo su nieto Luis Miguel, se gestó una inmensa ola de movilización, especialmente en las redes sociales. El Rayo Vallecano, un equipo de fútbol de barrio, a pesar de jugar en primera división (su presupuesto ronda los 18 millones de euros, unas 30 veces menos que el presupuesto del Real Madrid o del F.C. Barcelona), también se hizo eco de la noticia. Y decidió solidarizarse de la mejor forma posible: mediante la acción.
Carmen se vio obligada a ceder su vivienda el 21 de noviembre de 2014 y, al día siguiente, Paco Jémez, el entrenador del Rayo Vallecano, sorprendió con sus declaraciones en la comparecencia previa al partido de ese fin de semana contra el Celta de Vigo: “nosotros no nos vamos a quedar parados, vamos a ayudar a esa señora. No solo yo, sino el cuerpo técnico, los jugadores. Dentro de nuestras posibilidades vamos a ayudarla y a echarle una mano para que encuentre un sitio donde pueda vivir dignamente y no se sienta sola”. El técnico franjirrojo continuó: “estoy muy orgulloso de poder echar una mano. Me gustaría ayudar a más gente, pero esto es imposible. En esta situación, en particular, porque es una señora del barrio, nosotros, como club, no podemos pasar la oportunidad de ayudar. Que no se preocupe ni ella ni la familia, porque vamos a hacer lo posible”. Ese mismo día, el Rayo Vallecano declaró en su Twitter oficial que además de auxiliar a Carmen como institución, abriría un canal de ayuda, por lo que habilitó una cuenta corriente en la que la plantilla ingresó una importante suma. Por otro lado, cinco euros de cada una de las 4.000 entradas vendidas para el partido de liga del 7 de diciembre de 2014 fueron aportadas en esta cuenta.
Dos meses después de que el equipo tomase esta iniciativa, el 23 de enero de 2015, Raúl Martín Presa, presidente del club, hizo entrega a Carmen del dinero recaudado: 21.000 euros. En el acto, Carmen sorprendió al declarar que se había enterado de que un chiquito estaba malo y que esperaba que su familia pudiera venir a visitarlo, por lo que rechazó parte de los fondos: “no merezco todo esto. Soy una persona tímida y me da vergüenza. (…) Hacer cosas buenas es lo más bonito que hay, y más con los pobres”.
Carmen se refería a Wilfred Agbonavbare, nigeriano, quien fue portero del Rayo Vallecano desde 1990 hasta 1996 y por esas fechas estaba ingresado en el hospital de Alcalá, enfermo de cáncer en estado avanzado. Según destacó Luis Yáñez, director general de la entidad deportiva, la anciana cogió “solamente la parte del dinero que necesitaba”, alrededor de la mitad. El resto de los fondos serían destinados, como si de una cadena de favores se tratase, a que los tres hijos de Wilfred viajasen desde Nigeria para poder visitar a su padre en unos momentos tan complicados.
Lamentablemente, los días corrieron en contra de este gesto tan fraternal, pues Wilfred murió el 27 de enero y los hijos no llegaron a tiempo. Sin embargo, este infortunio no resta valor a la gran humanidad demostrada por Carmen, que aun contando con escasos recursos económicos decidió donar parte de lo recaudado para ayudar a otra persona que también lo necesitaba. El Rayo Vallecano declaró que emplearía ese dinero en otros fines sociales, lo que también aporta grandeza a un club que demuestra día a día su solidaridad y compromiso social.
Como queda demostrado, no todo en el mundo del fútbol son salarios desorbitados, triquiñuelas legales para la evasión de impuestos, alienación colectiva o radicalismo violento. Como todas las parcelas de la vida, con sus claros y sus oscuros, este deporte es capaz de mostrar una de las formas más bellas que existen en la interacción humana: la solidaridad. Bravo por Carmen, bravo por el Rayo Vallecano y bravo por todas las personas que han colaborado en que esta historia pueda ser contada.