Seguro que alguien, más de una vez, se ha preguntado “¿qué es una It Girl?” tras leer alguna revista o sección de moda y tendencias.
En la actualidad nombres como Alexa Chung, Miranda Kerr, Cara Delevingne, Sara Carbonero y Gala González, entre otras caras habituales de las revistas de moda internacionales, son etiquetadas con este apelativo anglosajón que, literalmente, solo significa “eso”, pero que en realidad encierra todo un mundo de connotaciones. Este pronombre indefinido viene a determinar si las personas tienen, o no, ese talento especial que atrae a los demás. Es como un halo intangible y etéreo que rodea a la persona y la hace irresistible. Tanto, que lleva a los demás a copiar su estilo de vestir, imitarlo en sus hábitos sociales y ser tomados como referente.
A pesar de que el concepto de “It Girl” parece muy actual, su verdadero origen está cerca de cumplir un siglo. En 1927, la escritora y productora estadounidense Elinor Glyn, definió este apelativo en su artículo “IT” para The Southtown Economist, como: “esa peculiar cualidad que algunas personas poseen, la cual atrae a otros del sexo opuesto. El poseedor de “it” debe ser absolutamente inconsciente de ello, y debe tener ese “sex-appeal” magnético que le hace irresistible”. En ese mismo año se estrenó la película con el mismo nombre del artículo, protagonizada por la actriz Clara Bow, que terminó por popularizar el término “It Girl”, también aplicado a los hombres.
Tomando como referencia a la protagonista del filme, Betty, aparentemente es una chica normal, pero sus cualidades personales la convierten en alguien especial que destaca en cualquier situación. De este modo, una “It Girl” tiene una personalidad rebelde, saltándose protocolos y convencionalismos; tiene un estilo propio que marca tendencias, arriesgando en la mezcla de complementos y prendas, capaces de convertir un vestido básico en un “must” de temporada. También definen a estas personas su indiferencia hacia lo que piensen los demás sobre ellas. Su único miedo es dejarse llevar por la masa y convertirse en una, o uno, “más del montón”.
Ejemplos de esta definición han sido las actrices Lana Turner o Marilyn Monroe, iconos de belleza y sex-symbols indiscutibles, pero su culto también ha ido más allá de su forma de vestir, sus nombres marcan un estilo de vida. En este sentido, la musa de Andy Warhol, Edie Sedgwick, fue la viva encarnación de la definición de Elinor Glyn. Sin carrera profesional determinada, aunque posó para revistas como Vogue y protagonizó las películas de Warhol, su estilo de vida y su propia persona fueron el verdadero foco de interés para el gran público.
Si se establece el paralelismo con las actuales “It Girls”, todas tienen en común ese “halo” de atracción que encandila a las audiencias y cada una tiene una horda de fans que las imitan. Aunque la mayoría suelen tener carreras profesionales relacionadas con la moda, el cine y los medios de comunicación, algunas han conseguido convertir su “algo especial” en un modo de vida, gracias a sus blogs y las redes sociales.
De hecho, casi todas, por no decir “todas”, suelen obtener más beneficios económicos por sus cualidades de “It Girls” que por sus logros profesionales. Es decir, las marcas, cuando no contratan a estas chicas populares para sus campañas de marketing, les regalan sus productos para que sean vistas llevándolos, utilizándolos o consumiéndolos, pues para las marcas salir en las fotos de estas “It Girls” es garantía de top ventas. La prueba fehaciente está en cualquiera de los blogs de estas “chicas con algo”, donde se leen centenares de comentarios de fieles seguidoras que quieren saber el sitio y lugar donde pueden adquirir cualquier cosa que lleven sus “It Idols” en la foto de su último post.