Para capear la crisis italiana, Francesco, joven abogado de origen chileno se transformó en zapatero: es también remendón pero sobre todo confecciona estupendos zapatos a la medida.
“Desde chico tenía verdadera pasión por todo lo que era el mundo elegante, ya a los diez años tuve mi primera chaqueta y nunca he usado zapatillas de gimnasia, excepto para hacer gimnasia, claro”, comenta Francesco Masci (29 años), mientras lustra un par de mocasines negros. Estudió leyes como Marco, su padre, pero poco después de haberse titulado se dio cuenta de dos cosas: que en Roma había entre 35 y 40 mil abogados, mientras zapateros que hicieran zapatos sobre medida, solamente cinco.
¿Pero por qué querías zapatos sobre medida?, la pregunta surge espontánea: “Obvio, porque ninguno me gustaba, ni me quedaba bien”, contesta serio. Empezó a investigar, se dio cuenta de que en Italia, reino del calzado no había ningún tipo de escuela para quién quería seguir ese oficio, en vez en Londres encontró lo que buscaba: partió y aprendió el oficio en un centro dirigido por dos artesanos que habían trabajado nada menos que con John Lobb, el zapatero de la reina Isabel. Volvió a Roma y se asoció con otro artesano, el rumano Florin Ardelean, que llegó a Italia hace diez años, que había aprendido el oficio en una escuela de artes y oficios de su país.
Un par de zapatos sobre medida cuesta de 400 a 4000 euro, el precio de un mocasín. Se trata de una verdadera obra de arte: solamente una pieza de cuero que se va modelando y se transforma en zapato: “No usamos nada más que pinzas, cola y agua, ninguna parte está cosida y solo para modelarlo, es necesaria una semana”, agrega Florin. En su taller, “F & F” (por Francesco y Florin) está absolutamente prohibido lo sintético: solamente cuero natural de diversos tipos, mientras el estilo “trata de combinar todas las tradiciones que conocemos, rumana, inglesa, italiana para volver a ese maravillosos estilo romano que ya casi no existe, ahogado entre el plástico y la chabacanería”, afirma con decisión Francesco.
Su clientela es internacional, sobre todo alemana, aunque también italiana, gente del cine, empresarios, periodistas, “pero también personas comunes y corrientes que en vez de comprarse cuatro pares de zapatos de 150 euros, prefiere uno solo bien hecho, aunque sea más caro”, explica el joven ex abogado. Y a propósito de abogado, cuando decidió colgar la toga tuvo siempre el apoyo de sus padres, “aunque mi mamá, como todas las mamás se preocupaba más”, sonríe. Afirma que en ningún caso considera malgastados sus años universitarios: “No, porque me enseñaron muchas cosas... sobre todo a tratar con la gente”, concluye.
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