El proceso de creación es arduo y complejo en todas las disciplinas. Requiere de la calma de nuestra mente, de la predisposición de nuestro espíritu. Cuando surge una idea, cuando se prende esa “lamparita”, queremos salir corriendo a plasmar en la realidad aquella visión. No obstante, a veces la materialización de nuestras ideas es todo un reto.
Hace varios años que me dedico a la joyería artesanal. Comencé aprendiendo el arte del calado con una sierra diminuta y fina con la cual le otorgaba al metal la forma y los dibujos que yo quería. Posteriormente, comencé a soldar para realizar joyas más elaboradas con cristales y piedras. La soldadura siempre fue mi talón de Aquiles. Recuerdo que me llevó mucho esfuerzo y práctica lograr un resultado óptimo. Me llevó mucho esfuerzo, práctica… y frustraciones. Cada vez que me sentaba frente al fuego y observaba al metal entrar en calor hasta llegar al grado correcto para que ocurra la ciencia, pensaba en cómo hacían los ancestros para crear joyas y amuletos tan sofisticados hace tantos años atrás…
Incontables son las veces en que llamó mi atención el gran interés por las piedras y los cristales que siempre tuvo la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, la joyería fue central en las diversas culturas que dejaron su huella en el planeta Tierra. Desde tiempos remotos hasta la actualidad, podemos constatar esto gracias a la arqueología y a la historia, así como otras disciplinas encargadas de estudiar y analizar el avance de nuestra civilización.
Estas cavilaciones, entre errores y aciertos, me llevaron a pensar en el valor espiritual y esotérico que tenían las joyas en la antigüedad. Un valor que, sin dudas, hoy también le adjudicamos: la joyería es un arte que ha logrado trascender las barreras del tiempo y el espacio.
Como hace unos días estoy un poco consternada con mi trabajo (aprender a soldar en plata se está transformando en toda una hazaña), pensé en plasmar en este artículo un poco de ese mundo. ¿Quizás a modo de catarsis? ¿Quizás buscando conectar con el oficio desde la escritura? La literatura siempre logra enlazar nuestros mundos… Por esta razón, mientras observaba una pieza de lapislázuli que deposité cuidadosamente sobre mi banco de trabajo, comencé a sumergirme en estos pensamientos: piedras como ésta han llegado a ser más costosas que el mismísimo oro. ¿Por qué se les adjudicaba tanto valor? ¿Por qué era tan significativo para los pueblos de la antigüedad poseer y portar joyas de piedras como el lapislázuli? ¿Por dónde podríamos comenzar a analizar sus misterios?
Desde el mito al amuleto
El lapislázuli ha sido una piedra muy valorada en diversas culturas. Esto se debe, en parte, al valor mitológico que se le ha adjudicado a este mineral. Era muy común la asociación de ciertas gemas preciosas con dioses y ritos, por lo tanto esto elevaba su valor tanto material como espiritualmente.
En la mitología sumeria, por ejemplo, el lapislázuli está íntimamente relacionado con la diosa Inanna, diosa del amor, la fertilidad y la guerra. De hecho, se dice que esta divinidad llevaba joyas hechas de lapislázuli y que su trono estaba decorado con dicha piedra. En el poema épico “El descenso de Inanna” se menciona que ella llevaba un cetro de lapislázuli al descender al inframundo para confrontar a su hermana Ereshkigal. Como podemos apreciar, esta piedra está asociada con su poder divino. Es más: también se creía que los dioses habían creado los cielos con lapislázuli, lo que manifiesta aún más su naturaleza divina y su vínculo con el cosmos.
Por otro lado, en el antiguo Egipto, se asoció el lapislázuli con el Ojo de Horus, símbolo sagrado de protección, curación y regeneración. Debido a la asociación con la inmortalidad y la conexión con los dioses, se solía representar el Ojo de Horus con incrustaciones de este mineral. Asimismo, también se asociaba el lapislázuli con el dios Ra, deidad del sol vinculada a los cielos. El profundo color azul que el lapislázuli posee se relacionaba con el cielo diurno y la protección que brindaba el sol durante el día. No es casual, a mi parecer, que el lapislázuli suela tener incrustaciones de pirita, otro mineral muy apreciado por su color dorado que nos recuerda a los destellos del sol.
Para brindar otra referencia mitológica respecto de este mineral semiprecioso, también la cultura griega tenía sus concepciones religiosas y divinas en relación a él. Por un lado, asociado a Zeus por motivos muy similares a los mencionados con anterioridad sobre Ra: el color de la piedra simboliza el cielo y el poder divino, por lo que poseía un carácter sagrado en las ofrendas y amuletos para invocar la protección de los dioses olímpicos. A su vez, también se vinculaba el lapislázuli con la diosa Atenea, diosa de la sabiduría. Esto se debe a que los griegos le atribuían a esta piedra propiedades clarificadoras de pensamientos así como la capacidad de aumentar y potenciar la sabiduría.
Por último, me parece interesante mencionar que en la antigua Persia el lapislázuli se utilizaba en amuletos protectores para evitar el mal de ojo y atraer la buena suerte tanto en batallas físicas como espirituales. Esto se debe a que la piedra representaba el cielo y la luz.
Talismán a través de los siglos
Es fascinante cómo las creencias se mantienen a lo largo de los años y atraviesan tantas culturas. Es maravilloso pensar que la arqueología ha descubierto elementos de lapislázuli en tumbas reales, templos, palacios y asentamientos antiguos y que hoy en día cualquiera de nosotros puede portar una joya de tan elegante mineral. De hecho, muchos de los usos que le damos en la actualidad en joyería están vinculados a propiedades energéticas, espirituales y sanadoras. La esencia de nuestros ancestros permanece intacta.
Cada vez que diseño y creo un joya, pienso en todas las creencias, técnicas, leyendas, que le preceden. El momento de crear es mágico y único. Elegir piedras como el lapislázuli me hace pensar en la singularidad de crear más que joyas; la singularidad de crear amuletos que también sortearán la barrera del tiempo. Me pregunto si de acá a cien años alguien seguirá portando mis creaciones. Y adivinen: la próxima joya que haga será, por supuesto, de lapislázuli. Quizás logre canalizar en ella siglos de mística, magia, historias, convicciones. Tal vez algún día alguien la vea y piense en esos cielos habitados por dioses e iluminados en el misterio.