Las tensiones en muchas partes del mundo se han incrementado, las guerras no cesan y, por el contrario, aparecen nuevos casos conflictivos que se añaden a los de Ucrania, Gaza, Líbano y otros, menos visibles pero activos.

Tenemos a Siria, donde luego de más de 53 años en poder de la dinastía Al-Assad, quien gobernaba desde el año 2000 con el Partido Baaz Árabe Socialista, Bashar al Assad, ha debido abandonar el país el 8 de diciembre de 2024. El avance de los rebeldes y la caída de las ciudades importantes, una a una, hicieron imposible su permanencia. Resistió por más de 10 años una guerra civil, apoyado decididamente por Rusia y por Irán. Se abre un nuevo escenario regional, pues quienes ahora han tomado el poder, al pertenecer a la alianza islamista Hayat Tahir al Sham (HTS, Organismos de Liberación del Levante) y tener su inspiración en el movimiento Al Qaeda, de triste memoria y de radicalismo islámico Sunní respaldado por Turquía, presagia más problemas que soluciones.

Un verdadero cambio que incidirá, sin lugar a duda, en los otros conflictos regionales, aunque sea muy pronto para evaluarlo adecuadamente. Pareciera rutinario que, ante la posibilidad de una tregua en el Líbano, con la inmensa fragilidad habitual y las acusaciones recíprocas de violarla, Siria se añada a los factores religiosos siempre determinantes en dicha zona. Reaparece un factor adicional en una zona ya plena de turbulencias, con nuevos elementos, como el recrudecimiento de la migración hacia Europa, que acrecientan esta inquietud.

Los casos de Ucrania y Gaza fueron, en su momento, sorpresivos para el mundo y causaron preocupación. Como se prolongaron y dejaron de ser la noticia prioritaria, se pasó a una etapa de cierto letargo, donde empezaron a dejar de llamar la atención y sólo de tanto en tanto se consignaban los avances y retrocesos bélicos, limitados a relatar los principales combates y números de víctimas, pero sin resultados decisivos, sobre todo en Ucrania. Mientras, se agravaba la crisis humanitaria en Gaza, y se sumó el Líbano. Pero algo cambió y ahora no es lo mismo.

Sobre la agresión de Rusia a Ucrania, no ha sido porque el escenario en el terreno sea tan diferente, sino porque las armas utilizadas han aumentado su potencia. La provocativa autorización del Presidente Biden, al casi finalizar su administración, para que Ucrania haga uso de cohetes norteamericanos de mayor alcance ha sido respondida por Rusia con el lanzamiento de misiles mucho más poderosos, la que prosigue. Un paso más que recrudece las acciones combativas de ambas partes y las lleva a otro nivel. Paralelamente, las alusiones al poder atómico por parte de Putin se han redoblado, lo que resulta significativo y ciertamente peligroso.

Parecería nada más que un recurso retórico de muy difícil materialización, por sus alcances insospechados. Sin embargo, de tanto ser mencionado podría transformarse en una realidad al quedar desacreditado el país que lo utiliza sólo como una propaganda poco seria, porque no la pondrá en práctica. Ese es su riesgo. Estos factores considerados en su conjunto han hecho tomar conciencia en Europa de que hay una guerra que crece y se desarrolla a pocos kilómetros hacia el este, y la percepción ha variado. En verdad, siempre estuvo ahí, pero ha recrudecido con acciones redobladas y más mortíferas, sin presentar signos de una pronta solución, más las amenazas nucleares reiteradas.

Además, podemos incorporar otro elemento que está a la vista y que tal vez no ha sido plenamente evaluado: los jefes de Estado que de manera directa o indirecta tienen en sus manos las operaciones en curso, sea por haberlas provocado o porque se han involucrado en ellas, desde hace largo tiempo que siguen siendo los mismos. Llevan decenios y no hay señales de ser reemplazados, y por lo tanto, poder variar en sus objetivos reemplazándolos por entendimientos negociados. Son los casos de Rusia y Bielorrusia contra Ucrania, auxiliadas con tropas de Corea del Norte. Y se puede mencionar a China y su “amistad sin límites” con Rusia. Hacen temer que esta guerra con los mismos responsables, no presente mayores garantías de evolución.

A lo señalado, se puede agregar que en Estados Unidos regresa Trump. Es decir, aquellos que podrían aportar nuevos puntos de vista, o recapacitar como actores fundamentales en el conflicto, podrían seguir haciendo lo mismo, reafirmando un verdadero “statu quo” bélico. En consecuencia, cabe la interrogante de si con Trump habrá cambios. Hay sólo especulaciones todavía sin base cierta. Por tanto, podría continuar siendo difícil encontrar una solución duradera, pues en ningún momento estas autoridades han propiciado tales avances.

Por lo expuesto, resulta bastante lógico y predecible que en Europa haya aumentado la sensación de peligro y por consiguiente, la inquietud ha ido en aumento. Al volver Trump y sus planes de acabar con las guerras, podría ser un factor de diferenciación. Sin embargo, todavía no se conoce cómo logrará obtenerlo al asumir el 20 de enero. El caso de Siria que se agrega tendrá que abordarlo en sus efectos regionales, y no sólo respecto al papel de Rusia o Irán, que apoyaban el régimen depuesto. Sólo hay indicios de su posición preliminar y algunas declaraciones altisonantes, posiblemente como estrategia negociadora para aquilatar las reacciones, conocer las posiciones, identificar debilidades, y mostrar determinación y fuerza. Habrá que ver si resultan estos planes, pues en cierta medida también lo están haciendo los demás. Si así fuere, sólo sería un incremento pasajero de las tensiones. En caso contrario, la inquietud que aumenta estaría plenamente justificada.