Desde que nacemos, desde la primera vez que respiramos, anhelamos descubrir el mundo, es más, es muy posible que antes de asomar, ya lo estemos imaginando.
El aprender, el sorprendernos, recibir nuevos estímulos, disfrutar y maravillarnos de todo, nos da cierta energía que nos hace querer más y así vivir con ganas y vitalidad. También es cierto que pasamos por momentos en la vida, sea porque nos vemos absorbidos por las rutinas, las obligaciones o por lo que la sociedad nos marca, que nos vamos apagando y resignando a lo que ya conocemos.
Nacemos con el anhelo de ver, oler, saborear, tocar, escuchar y sentir para mantener nuestra energía en movimiento. Ese deseo es el que nos mueve, aunque no seamos conscientes de que desear, al igual que lo que pensamos, crea nuestra realidad y guía los pasos que vamos dando.
Todos sabemos que somos más que un cuerpo, estamos rodeados e impregnados de un éter que se alimenta de todo aquello que experimentamos. El intercambio de energía es un hecho, nadie se libra de hacerlo.
Existen unos lazos energéticos que son invisibles para el ojo humano, pero están ahí. Se crean entre las personas y cuando existe un vínculo especial, por medio de estos lazos se manda o se recibe información. Por eso, a veces cuando pensamos en alguien, de pronto nos llega un mensaje de esa persona. Además de ser una comunicación de tipo telepática, la energía viaja por esos cordones energéticos.
Imagino que habréis dicho o escuchado alguna vez que en ocasiones se siente como un vacío interno, un hueco que no sabemos cómo llenar, podemos incluso pensar que es aburrimiento. A menudo, vamos llenando esos huecos con experiencias pesadas, insulsas, dicho de otra manera, poco nutritivas para nuestra alma y queramos o no, está ocupando cierto espacio energético.
¿Y si por un momento juntáramos todos esos pequeños huecos acumulados para formar un gran espacio que llenar con lo que vamos encontrando en un camino hacia un destino abierto?
Para poder hacerlo, tendríamos que eliminar primero lo que está ocupando eso que antes estaba vacío. Solo así, dejaremos el espacio suficiente para crear de nuevo y elegir bien con qué queremos llenar esas pilas de energía que nos proporcionarán una vida plena y alegre.
El objetivo sería obtener libertad, no estar atados a esas energías que ya no nos sirven para nada. Podríamos ver así, mucho más allá de lo que hasta ahora hemos experimentado.
Soltar nos da la posibilidad de recibir lo que no conocemos aún.
Imaginad que pudiéramos echar fuera todo aquello que nos supera o nos agobia. Poder soplar, y que con ese pequeño gesto pudiéramos vaciarnos de lo que ya no sirve para después inhalar y renovar nuestra energía. Estaríamos predispuestos a recibir una energía abierta, una que ni siquiera seamos capaces de imaginar o adivinar.
Reflexionaba sobre esto cuando llegó a mis manos un libro de Taisha Abelar, titulado Donde cruzan los brujos. En este libro la autora expone una técnica llamada «recapitulación» que podría ser una posible respuesta a lo que yo me estaba planteando.
Taisha dice que uno de los momentos de mayor intercambio energético se da al mantener relaciones sexuales. Obviamente no es el único momento, el intercambio se da en todas las situaciones en las que nos relacionamos con otras personas.
Taisha, como maestra, le pide a la protagonista que haga una lista de todas las personas que ha conocido, le propone hacer unos ejercicios de respiración en los que girando la cabeza hacia la izquierda inhala todo lo bueno de los encuentros y experiencias con cada una de esas personas, recordando detalles del entorno, sensaciones, etc., con el objetivo de recuperar toda la energía que los demás se llevaron y seguidamente debe exhalar mientras gira la cabeza hacia la derecha expulsando toda la energía estancada e indeseable que le quedó de las personas con las que había tenido contacto.
La autora propone que, mientras se realiza este ejercicio se deben visualizar unas largas fibras elásticas que surgen de la región abdominal. Estas fibras se alinearán con el movimiento giratorio de la cabeza. Son los conductos que recuperarán la energía dejada atrás por ti.
A fin de recuperar nuestra fuerza y unidad, debemos liberar la energía que dejamos atrapada en el mundo y atraerla otra vez a nosotros.
Taisha asegura que, al recapitular, extendemos esas fibras elásticas de energía a través del espacio y el tiempo hasta las personas, los lugares y los sucesos que estamos examinando. El resultado es que podemos volver a cada momento de nuestras vidas y actuar como si de hecho estuviéramos allí.
Insiste sobre todo en que, la protagonista realice este ejercicio pensando en todos los hombres con los que ha tenido relaciones sexuales. Asegura que los hombres dejan unos hilos de energía dentro del útero de las mujeres para que queden conectadas, durante mucho tiempo, a su canal energético y puedan seguir nutriéndose de ellas. Los hombres recogen energía de las mujeres de esta manera, por eso es muy importante saber que el coito es mucho más de lo que creemos.
Dice que esos hilos están ahí durante siete años y que por eso los hombres sienten la necesidad de volver a estar con esa mujer para no perder esa vía de nutrición energética.
La intención es algo concreto, es energía enfocada. Cuando deseas algo desde las entrañas ya estás empezando a materializar lo que quieres. Dicho de otra manera, si lo deseas con el alma, el universo envía esa energía hacia donde tú la hayas proyectado.
Seguro que pensáis que no todos los deseos emitidos se cumplen, y es cierto, pero en el libro también se habla de esto.
Hay un momento en el que el último maestro lleva a Taisha a una sala en la que ve muchos objetos desordenados y al girarse ve un espacio infinito. En la sala se guardan todos los «intentos». Explica que es toda la energía hecha materia, pero que sólo la pueden ver los brujos, los demás no pueden percibir que esos deseos, esos intentos han creado ya una realidad.
El intercambio de energía no se da sólo entre personas, es por eso que podemos sentir y modificar nuestra energía en la naturaleza. Abrazar árboles, respirar lo que desprenden las flores, por ejemplo, nos permite nutrirnos al igual que lo hacemos al tomar el sol.
Las plantas tienen también su fortaleza, aguantan tormentas y fenómenos meteorológicos sin moverse del sitio, de ahí la importancia de sus raíces y hojas, que se nutren de la tierra, el agua y el sol al igual que nosotros.
Todo lo que existe es energía y sin duda, el ser humano también, saber recargarnos y equilibrarnos debería ser una de las prioridades básicas en nuestros días.