Durante el año 1937 el Museo del Arte del Vestido se fusiona con el Museo Metropolitano de Arte para crear el Instituto del Vestido. Once años más tarde, la publicista de moda Eleanor Lambert (1903-2003), impulsora de la prominencia internacional de Nueva York como una de las capitales de la moda, organizó una velada muy particular. Invitadas solo las personas más influyentes de la época, luego de pagar una entrada de 50 dólares, disfrutarían de una cena y el acceso exclusivo a una exposición. Su objeto final, recaudar fondos para financiar exposiciones y nuevas adquisiciones para el Instituto.
A partir de entonces, cada año se celebra esta Gala, la cual ha evolucionado de tal manera que hoy se ha convertido en lugar de encuentro del mundo social, artístico, deportivo y político. Muchos se presentan vestidos con prendas nunca vistas, producto de la imaginación de los propios invitados o múltiples diseñadores. Este 2023, la sensación del desfile fue la anónima invitada Periplaneta americana. Esta desfilaba «tranquilaza» por la alfombra roja, pero con toda seguridad no pagó los 50 mil dólares que parece costar hoy la entrada, «robándose el espectáculo» con su inusitada aparición.
Sin duda, las cucarachas han sido protagonistas de numerosas historias, reales o ficticias, originadas por el terror, la imaginación, la confusión, o la falta de conocimientos. Tal es el caso de La Metamorfosis de Franz Kafka (1883-1924) cuyo protagonista se transforma en una criatura muchas veces asumida como un blátido.
Si hacemos una encuesta para saber cuál criatura animal genera un mayor rechazo, muy posiblemente la cucaracha estará entre las más nombradas. Sin embargo, las reacciones negativas, muy posiblemente asociadas con el miedo o el asco, ante la mención del nombre o la presencia de tales criaturas es, desde mi punto de vista, desproporcionada. Esas criaturas de comportamiento endofílico, que inclinan a muchos a mostrar su aversión, son menos del uno por ciento del total de las casi cuatro mil cucarachas conocidas. Todas estas pertenecientes al orden Blattodea, el cual también incluye esos detritófagos insectos eusociales que conocemos como comejenes o termitas.
Amantes de la humedad y la penumbra, aunque mayormente típicos de bosques tropicales y subtropicales, un pequeño grupo de cucarachas se adaptó a ambientes domésticos tales como cocinas, baños, closets y basureros. Desafortunadamente, aunque son insectos muy limpios y los podemos observar cuidando de sus patas y antenas frecuentemente, esas especies domésticas pudieran estar involucradas con diversas inmundicias y ser capaces de contaminar nuestros alimentos al ponerse en contacto con ellos. Aunque no existe una enfermedad exclusivamente asociada a las cucarachas, pudieran diseminar el cólera, la tuberculosis, la disentería, la lepra, entre otras. Pueden consumir nuestros alimentos almacenados, manchar objetos, y transmitir a utensilios y habitaciones, liberando ese olor característico que despiden, producto de sus feromonas de agregamiento, principalmente.
Muchas son útiles como fuente de alimento para diversas especies de artrópodos, aves, reptiles y mamíferos. Algunas son depredadoras de pequeños insectos, incluyendo plagas agrícolas. Otras más ayudan a la descomposición de materiales orgánicos para ser incorporados al ecosistema en el cual viven.
Yo recuerdo de mis caminatas en Rancho Grande, encontrar frecuentemente entre la hojarasca, individuos de las cucarachas conchudas de la especie Blaberus parabolicus. Varias cucarachas (Blaberus giganteus, Blaberus discoidalis, Gromphadorina portentosa, Periplaneta americana) cuya cría me tocó realizar por varios años, así como estudiar su comportamiento y manipularlas, fueron parte de mi vida entomológica mientras trabajé en la Universidad Texas A & M, en College Station, Texas.
Comenzando 2005, luego de cuatro años estudiando el comportamiento, la sistemática y la biología de avispas del género Melittobia (Hymenoptera: Eulophidae) para el proyecto en el cual trabajaba con Robert W. Matthews en la Universidad de Georgia, se acababa el dinero de nuestro financiamiento. Igualmente, Bob estaba a punto de retirarse. Recibimos la visita en el laboratorio del excelente investigador S. Bradleigh Vinson, amigo de Bob, a quien yo había conocido en este mismo laboratorio durante mis días de estudiante de Maestría en los 1980. También nos habíamos encontrado mientras trabajé con la Fundación Terramar, en la Universidad Simón Bolívar en Caracas, en Venezuela, durante una visita que hizo al país.
Unos meses antes, Brad nos había comentado, acerca de una propuesta de investigación en la cual se había involucrado. En esta nueva visita nos confirmó que les habían otorgado el dinero requerido para comenzar el proyecto. Pretendían desarrollar ciertos dispositivos para manipular el comportamiento de algunos insectos. La «plataforma» biológica, habían pensado, debía ser alguna especie de cucaracha. Me preguntó que sabía yo del comportamiento de las cucarachas. Aunque nunca había trabajado con estos insectos, no me sería difícil ponerme al día, gracias a mi experiencia con otros grupos. Comenzando julio de 2005 ya estaba en el laboratorio de Brad, trabajando con un equipo de estudiantes de Postgrado en Ingeniería Mecánica liderados por la brillante ingeniera Hong «Helen» Liang.
Siete años trabajé con ambos en proyectos que nos llevaron a entender mejor ciertas facetas del comportamiento de estos y otros insectos. Entre los diversos dispositivos diseñados, pudimos generar electricidad con material piezoeléctrico adherido a las patas de dos especies de cucarachas, para evitar el uso de baterías, fuente de energía limitada que requiere ser remplazada continuamente. Igualmente, diseñamos pequeños artefactos radiocontrolados que, insertados en nuestras cucarachas, nos permitían manipular su movimiento y dirección. De igual manera pudimos modular la emisión de sonidos de ejemplares de Gampsocleis gratiosa (Orthoptera: Tettigoniidae), un interesante saltamontes, conocido en China como Guo Guo.
Las cucarachas ya habitaban este planeta hace unos 320 millones de años. Diversos fósiles de bichos muy similares a nuestras actuales cucarachas así lo confirman. Sin embargo, varios paleontólogos indican que estos artrópodos pudieron aparecer por vez primera durante el Devónico, unos 100 millones de años antes. Como sea, estos bichos ya estaban aquí mucho antes que los seres humanos. Los primeros homínidos (Australophitecus) aparecieron en nuestro planeta hace unos cuatro millones de años, mientras que nuestros primeros antepasados del género Homo aparecen hace unos tres millones de años. El hombre moderno, Homo sapiens, tiene apenas unos 300 mil años de historia.
Durante el tiempo en que los dinosaurios dominaban el planeta, las cucarachas estaban por todas partes. Algunas llegaron a medir hasta casi medio metro de largo. Aunque la mayoría de los dinosaurios desaparecieron, las cucarachas han sido capaces de sobrevivir por siglos. Una vez que el hombre comenzó a alojarse en cuevas y a construir sus primeras habitaciones, un grupo de estos insectos fue capaz de adaptarse a vivir en este nuevo hábitat, capaz de proveer escondrijos, humedad y alimentos.
Entre principios y mediados de los 1970, ya yo cursaba estudios universitarios, vi La crónica Hellstrom. Esta película era una suerte de documental, combinado con elementos de horror y una visión apocalíptica del futuro. De manera satírica se presentaba la constante pelea entre los seres humanos y los insectos. Un tal Dr. Nils Hellstrom, científico ficticio, guía a los espectadores a través de diversos tópicos. La trama esencial de la película es que los insectos serán los indiscutibles ganadores de esa lucha por la supervivencia en este planeta. Los asesores de esta «crónica» que obtuvo el premio de la Academia de 1972, así como el BAFTA, al mejor documental, fueron los reconocidos entomólogos Roy R. Snelling (1934-2008) y Charles Leonard Hogue (1935-1992), investigadores del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles.
Creo recordar que Hellstrom comentaba que el mundo estaba en vísperas de ser destruido gracias a una explosión atómica. Nuestra especie, al igual que muchas otras, estaba destinada a desaparecer de la faz de la Tierra. Al culminar la película vemos un paisaje desolado, un terreno árido, seco, presumiblemente estéril. Luego de un paneo, la cámara se acerca a un polvo grisáceo, inanimado. Luego de tensos instantes, se nota cierto movimiento entre el polvo. Es entonces cuando vemos emerger a una cucaracha, el único sobreviviente de la catástrofe nuclear.
Mas recientemente, en la película Wall-E, la tierra aparece como un desolado planeta postapocalíptico, en el cual permanecen los remanentes de la sociedad alguna vez establecida por los humanos. Entre estos remanentes vemos a un robot que compacta basura. Este robot tiene como única compañía a una cucaracha, guiño particular de la empresa realizadora de esta película animada a un mito que es ya popular.
La posibilidad de que las cucarachas sean los únicos sobrevivientes de una catástrofe nuclear es el resultado de un mito que ha creado una reputación muy particular a estas curiosas criaturas.
Aparentemente, este mito se originó luego de que los Estados Unidos arrojaran bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Los primeros reportes presentados aparentemente indicaban que los únicos organismos sobrevivientes entre los escombros de las destrozadas ciudades eran justamente las cucarachas.
Entendamos primero que una de las unidades utilizadas para medir la radiación es el rad o Dosis de Radiación Absorbida. Esta refleja la cantidad de energía que la fuente de radiación deposita en un objeto u organismo a través de los cuales pasa. Una dosis absorbida de 1 rad significa que un gramo de material absorbió 100 ergios de energía como resultado de la exposición a la radiación. Una dosis entre 400 y 1,000 rads puede matar a un ser humano, luego de unos cuantos minutos.
Experimentos realizados con varios insectos utilizando rayos gamma, entre otros, nos indican que ciertos insectos
Perforadores de madera y sus huevos pudieron sobrevivir a dosis de 48,000 a 68,000 rads sin efectos nocivos aparentes. Mientras que se necesitaban 64,000 rads para matar a la mosca de la fruta, y la colosal cantidad de 180, 000 rads para estar seguros de matar a la avispa parasitoide Habrobracón.
La cucaracha americana (P. americana), sin embargo, muere con dosis de 20,000 rads, mientras que la mayoría de las chiripas (Blatella germánica) pueden morir con dosis superiores a 6,500 rads.
A pesar de la mala fama que un número limitado de estos bichos les ha conferido a todas, muchas cucarachas han jugado un papel relevante en estudios de comportamiento y nutrición. Igualmente, algunas especies han sido de utilidad en la investigación de ciertos tipos de cáncer y su posible cura.
Muchos científicos están de acuerdo en que estamos viviendo una sexta extinción masiva (una extinción masiva es cuando perece más del 50% de las especies en un periodo menor a unos tres millones de años; la tierra ha experimentado cinco de estos eventos: durante el Ordovícico-Silúrico, el Devónico-Carbonífero, el Pérmico-Triásico, el Triásico-Jurásico, y el Cretácico-Paleógeno). Esta nueva extinción masiva es producto, en buena medida, de la intervención del hombre y comenzó hace más o menos 10 mil años, con la invención de la agricultura.
La dramática perdida de vida silvestre, especialmente en regiones tropicales, es sumamente alarmante. Muchas especies conocidas o no, están muriendo y desaparecerán de la faz de la tierra. Los factores primordiales que están llevando a esta extinción masiva son, entre otros, la destrucción de hábitats naturales, para darle paso a terrenos de cultivo, pueblos, ciudades, carreteras. El cambio climático antropogénico, se suma como impulsor de la alarmante disminución de especies. Con seguridad varias especies de insectos sobrevivirán esta extinción masiva. Las cucarachas han estado aquí por millones de años; gracias su gran capacidad de adaptación, podrán estar otros millones más.
Sin embargo, ya hay señales que nos indican que los seres humanos estamos condenados a la extinción. La degradación del hábitat, la baja variación genética y la disminución de la fertilidad están llevando a los seres humanos a tan nefasto fin. En términos de la edad de la tierra, la población humana está destinada al colapso, pronto.
Mohinder Suresh, ese personaje ficticio de la serie televisiva Heroes lo expresó con singular claridad:
El hombre es una especie narcisista por naturaleza. Hemos colonizado las cuatro esquinas de nuestro diminuto planeta. Pero no somos el pináculo de la llamada evolución. Ese honor le pertenece a la humilde cucaracha.
Esa demostrada capacidad de adaptación que poseen los blátidos pareciera indicarnos que, una vez que el Homo sapiens haya desaparecido, algunas cucarachas estarán limpiando sus antenas sobre algún montón de basura que hayamos dejado.
Notas
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