A más de 40 días de comenzar la invasión rusa a Ucrania, todavía es incomprensible, salvo para Putin. Si miramos con objetividad sus resultados parciales, ninguno ha sido positivo. No ha logrado dominar el país, solo franjas fronterizas, un logro limitado. Al crimen contra la paz y seguridad internacionales que es la agresión (Resolución 3314 de 1974 de la ONU), claramente cometida por Rusia, se añade otro todavía más grave, la eliminación, tortura y violaciones de población civil desarmada, por ser ucraniana, lo que constituiría un genocidio, demostrado en las ciudades desocupadas y recuperadas, y en contra de todas las normas de la guerra.
La propaganda rusa y el acusar montajes, no se sostiene ante pruebas irrefutables, y agravan el crimen. En el frente mediático, la sensación de impotencia y frustración, predominan, sobre todo ahora que las matanzas indiscriminadas han sumado otro factor decisivo para sus responsables, con Putin incluido, su gobierno, sus generales y aquellos que participaron, directa o indirectamente. Basta considerar cualquiera de los tan numerosos factores involucrados en esta guerra, para constatar que ha sido desastrosa. Intentaré algunos, a riesgo de no poder profundizar otros posibles.
En lo bélico, las tropas de Putin han traspasado las fronteras ucranianas con Bielorrusia, del mar Negro, y terrestres con Rusia. Avanzan y retroceden para volver, pretendiendo sitiar u ocupar algunas ciudades, aunque sea a costa de destruirlas sistemáticamente para reducirlas a escombros. ¿Sirve un país devastado? Su población no ha importado, sea militar o civil, de cualquier edad, género u ocupación, incluso hospitales, escuelas, maternidades, o granjas. Emigra forzadamente por millones. Algunas ciudades resisten valerosamente, como la capital. Ningún corredor humanitario se ha respetado sino en contadas oportunidades, y tampoco los intentos de alto al fuego. El objetivo es el de tierra arrasada, al más puro estilo bárbaro. Los expertos han asegurado que hay riesgo cierto para los siete sitios ucranianos del Patrimonio Mundial UNESCO. Rusia que tanto cuida los suyos, no le importa destruir los ajenos. La ilegalidad es total.
Nada ha sido como presumiblemente se planificó, aunque se afirme lo contrario. En toda guerra que se prolonga con tropas en territorio extraño, cualquier demora hace crecer su desgaste, desmotivación, capacidades materiales, desmoralización, y una creciente necesidad de aprovisionamiento, tanto bélico como de alimentos, y múltiples otros elementos. Un punto débil que Ucrania ha sabido golpear eficazmente. Si se suma una resistencia valerosa y determinada, en cada rincón del país, cada calle o cada casa, buena parte de las operaciones se estancan y la victoria se aleja. Nada importan las proclamas, falsa propaganda, ocultamiento de la verdad, aplausos obligados o la represión redoblada. La sensación de derrota, por una decisión que les perjudica más que beneficia, cunde silenciosamente, se expande inmanejable con noticias contradictorias desde el frente militar, amplificadas por las redes electrónicas. Si las cortan o censuran, como se intenta, las peores versiones y los rumores las reemplazan. Son el terror de toda dictadura, y en algún momento, la ciudadanía rusa conocerá y juzgará la verdad.
La figura engrandecida de Zelensky, lo apresen, reemplacen, manden al exilio, o lo eliminen, es un símbolo de la resistencia, de la democracia y la libertad. Contrasta con Putin, que se le califica de demente o de dictador sanguinario. Ya no importa el resultado de la guerra ni lo que conquiste. Nunca más volverá a ser un interlocutor válido, salvo para cómplices. Se ha presentado su caso ante la Corte Penal Internacional por Ucrania, acusado de genocidio y crímenes de lesa humanidad, ahora comprobados. Prospere o no, se inicie o no un proceso formal, ya está condenado y de nada valdrán los tecnicismos, como el que Rusia no es parte del Estatuto de Roma. Corresponderá al Fiscal de la Corte, reunir los antecedentes y proceder en consecuencia. Rusia ha sido, además, suspendida del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
No son pocos los criminales mundiales que han quedado sin sanción alguna, pero tampoco dejaron de serlo. Será la sombra que lo acompañe cualquiera sea su permanencia en el poder, y que se extenderá de por vida, y a quienes lo apoyen. Está quedando solo, en un mundo interrelacionado. Otro tanto para sus colaboradores inmediatos. El Canciller Lavrov frente a una sala casi vacía en la ONU, donde fue figura alabada por diez años, es muy revelador. Putin ya no tiene contactos con occidentales que dejaron de procurar convencerlo.
El sistema internacional vigente, se ha visto trastocado. Rusia, uno de sus principales responsables, ha decidido romperlo. Paralizado por su veto, el Consejo de Seguridad ha dejado de cumplir con su obligación principal. Sin embargo, a pesar del desafío que implica, la comunidad de naciones ha sabido encontrar otras vías para asegurar su vigencia. Por tanto, se ha recurrido a la Resolución Unión Pro Paz (377 (V) de 1950), luego de 25 años. Dos reuniones extraordinarias de la Asamblea General la condenaron a Rusia categóricamente por 141 votos, la primera, por la invasión, y 140 de 193 Estados; la segunda, sobre la situación humanitaria. El Consejo, asimismo, rechazó el intento ruso de aprobar una Resolución sobre protección de civiles, para justificar la agresión. Pocas veces visto contra una gran potencia, aunque no sean obligatorias, sino recomendaciones, pero que autorizan legalmente a adoptar todas las medidas que los países decidan, incluso violar acuerdos vigentes.
Otro tanto ha sucedido con el Derecho Internacional, vulnerado punto por punto según la Carta y las normas mundiales, justamente en su más importante logro de casi ochenta años: el mantenimiento de la paz y seguridad internacional. Rusia ha invadido cometiendo agresión, un crimen internacional, y por ello ha sido demandada por Ucrania ante la Corte Internacional de Justicia. Por 13 votos contra 2, la Corte adoptó medidas provisionales, entre ellas: suspender las operaciones militares; controlar las fuerzas irregulares; no agravar el conflicto; y mantener informada a la Corte. Una decisión obligatoria y vinculante para las partes. Rusia declaró que no tomaba en cuenta el fallo y no compareció, aunque cuente con un Juez en el Tribunal.
La invasión rusa ha sido paulatinamente sancionada por Occidente, en su economía, comercio, operaciones bancarias, y cada día se acuerdan otras más drásticas. De lenta aplicación y con costos recíprocos, luego de veinte años de interacción rusa en el comercio mundial, serán sumamente decisivas en el mediano o largo plazo. Por ahora, es la respuesta de Occidente y de la OTAN, que no desea involucrarse en el conflicto ante el riesgo de guerra mundial.
Trabajosamente aumentan a diario, y se buscan paliativos para sus efectos mundiales. Frente a las acciones militares de Rusia, parecen estrategias y posiciones no equivalentes. La occidental no desea una confrontación militar, la evita y solo apoyaba con armas de menor potencia y dinero a la resistencia ucraniana. Ahora se reconsidera potenciarlas. La de Rusia, es una «operación militar especial», cuyo eufemismo no cambia su agresión ilegítima. Muchos desearían un mayor involucramiento en defensa de Ucrania. El propio Zelensky lo ha rogado a Occidente, de forma elocuente.
Cuesta contenerse ante los horrores de Putin, es comprensible. Sin embargo, cualquier otra alternativa sería una guerra de alcance impredecible al este de Europa, y contra la segunda potencia militar del mundo, comandada por quien parece determinado a todo, aún a costa de su propia destrucción. El mundo ha aprendido que, con personajes descontrolados, lo peor sería entrar en su juego, provocarlos y destruirse mutuamente. Se requiere constancia y determinación para no caer en la trampa. En contrapartida, está el trágico sacrificio de Ucrania, que pese a demostrarse como un adversario temible y determinado, de prolongarse el conflicto, su integridad territorial e independencia política, están seriamente comprometidas. Toda negociación sería imposición. Es un futuro incierto, pero Putin, aunque ganara la guerra, no saldrá victorioso ni impune.