El presente artículo explorará la naturaleza de la vida, un fenómeno como ningún otro conocido, ya que la vida crea una red de organismos vivos y conscientes que interactúan y evolucionan para convertirse en ecosistemas. Y el ecosistema crea formas cada vez más complejas con la capacidad de cambiar la naturaleza física misma del planeta en el que existe.
El increíble fenómeno de la vida
Hace muchos años, vi un corto documental de un paramecio nadando felizmente dentro de una gota de agua. Un paramecio es un protozoario, un animal unicelular, cuyo cuerpo es como un cigarro corto en miniatura, de unos 0.1 mm de largo, cubierto por miles de cilios: bigotes microscópicos que laten al unísono y pueden impulsarlo en el agua. Esta pequeña «cosa» podría nadar bastante rápido, evitar obstáculos, buscar y encontrar comida, encontrar pareja y, en general, comportarse inteligentemente con un propósito claro, como un pequeño pez.
«¡Pero el paramecio es una sola célula!» Exclamé. «¡No tiene sistema nervioso!», ¿Cómo puede una bolsita de productos químicos procesar la información de una manera tan exquisita? ¿Cómo puede reproducirse ensamblando una copia de sí mismo dentro de sí mismo? Este no es un programa que puede copiarse a sí mismo dentro de la memoria del ordenador. ¡Esto es similar a una computadora que ensambla otra computadora como ella misma dentro de sí misma (hardware y software incluido) y luego se divide en dos computadoras completas! Estas son hazañas que ningún ingeniero podría igualar hoy. Llegué a la conclusión de que debe haber algo fundamental que todavía no entendemos.
Cualquier organismo vivo, de bacterias a hombre, es un sistema abierto, es decir, un sistema que intercambia materia, energía e información con el entorno en el que vive. Para sobrevivir, un organismo requiere alimentos, es decir, un suministro continuo de materia y energía, y con la capacidad de autorregularse. La capacidad de autorregulación, llamada homeostasis, permite al organismo mantener la estabilidad interna mediante muchos procesos dinámicos que utilizan retroalimentación negativa.
La estabilidad se logra a través de un equilibrio dinámico alrededor de algunos puntos de ajuste, al igual que lo que sucede con un termostato que ajusta automáticamente la temperatura en un hogar. Por supuesto, dentro de una célula hay ciclos homeostáticos dentro de otros ciclos homeostáticos en una complejidad desconcertante, aunque el principio básico de funcionamiento de cada ciclo es siempre el mismo; es decir, alimentar el valor de la variable a controlar, compararlo con un valor establecido, e impulsar el proceso hasta que la diferencia entre los dos sea insignificante.
Si miramos de cerca una célula eucariota, su funcionamiento es completamente diferente a la forma en que funcionan nuestras máquinas, incluidas las computadoras. Dentro del citoplasma de la célula hay electrones y protones (iones de hidrógeno); iones de átomos simples como sodio, potasio, fósforo, etc.; moléculas simples como agua, glucosa y aminoácidos; moléculas complejas como ARN mensajero; proteínas; orgánulos como ribosomas y ADN; y mitocondrias que son como bacterias simples: células vivas dentro de una célula más grande.
Por lo tanto, la célula contiene muchos niveles organizativos jerárquicos, todos trabajando perfectamente juntos en una complejidad increíble y con un solo propósito. Cada parte de una célula puede interactuar con muchas otras partes tanto a manera de alimentación como de retroalimentación, sin conexiones permanentes entre ellas. Esta libertad es diferente a cualquiera que se encuentren en un ordenador, ya que en un ordenador las conexiones de sus transistores son fijadas de una vez por todas por su diseñador, y su materia no entra y sale de sus linderos físicos.
Una célula es un todo irreductible, un «átomo» fundamental del cual se pueden construir organismos vivos complejos mediante el uso de billones de ellos organizados de una manera notable. De hecho, cuando manipulamos la vida, siempre empezamos con una célula viva, no con sus partes componentes, y es solo por la robustez y tolerancia de las células que podemos hacer ciertas manipulaciones invasivas sin matarlas en el proceso.
Todo lo que sucede en un organismo vivo indica que tal estructura física no puede entenderse completamente dentro del marco lógico de la física clásica; esta solo puede explicar parte de lo que está sucediendo. Hay muchas propiedades que requieren de la física cuántica para ser entendidas, e incluso muchas de las propiedades que consideramos clásicas son aproximaciones de propiedades cuánticas lo suficientemente buenas como para explicar de manera «clásica» lo que sucede. Lo que no podemos explicar, a través de un tratamiento probabilístico, es el hecho de que los organismos vivos sean conscientes y autónomos.
Consideramos que sería imposible explicar la vida sin el concepto de consciencia porque ambos estados están indisolublemente vinculados de maneras que aún no hemos comprendido. Un organismo vivo tiene un propósito solo porque puede «albergar» una entidad consciente y, por lo tanto, puede actuar como una unidad dotada de libre albedrío, intención y significado; propiedades que no pueden surgir de una bolsa de átomos clásicos inconscientes y moléculas que interactúan entre sí. Creemos que la consciencia desempeña no solo una función de «pegamento» que mantiene la unidad del organismo, mientras cambia constantemente, sino que también es el «agente» detrás de sus acciones de libre albedrío.
La vida existe en una simbiosis profunda y permanente con el entorno con el que hay un intercambio constante de materia, energía e información, en un equilibrio profundamente dinámico donde el organismo nunca es el mismo a lo largo de su vida. Y tampoco el medio ambiente es siempre igual desde el punto de vista del organismo. De hecho, los dos coevolucionan y lo que hay adentro del organismo en una ocasión puede estar fuera en la siguiente, y viceversa, como dos aspectos complementarios de una sola estructura dinámica y holística. Ahora recurriremos de nuevo a una metáfora para explicar con mayor claridad cómo concebimos la vida en el mundo cuántico y clásico.
¿Qué es real y qué es virtual?
En el nuevo marco que estamos desarrollando, las entidades conscientes existen en el mundo cuántico y cada una tiene la percepción de qualia, comprensión y libre albedrío para dirigir el cuerpo físico que es una estructura cuántica-clásica. La porción cuántica del cuerpo interactúa con la entidad cuántica consciente y la parte clásica del cuerpo interactúa con el mundo clásico del cual forma parte. La entidad consciente es el «yo» que realmente somos, aunque erróneamente creemos que somos el cuerpo.
La parte clásica del cuerpo contiene un mecanismo sofisticado que controla el cuerpo como si fuera un autómata, y el autómata está conectado con la porción cuántica del cuerpo que está controlada de arriba hacia abajo por la entidad consciente. Si tuviéramos que colocar el límite de nuestro cuerpo en la delimitación entre la información cuántica y la clásica, sería muy diferente a lo que normalmente pensamos, porque ese límite no sería nuestra piel y no ni necesariamente una superficie continua en el espacio, pero estaría tanto dentro como fuera del cuerpo, y sería altamente dinámica.
En este marco, la entidad consciente puede controlar el cuerpo tanto directa como indirectamente. El control directo o explícito es cuando tomamos una decisión consciente, por lo tanto, conocemos explícitamente la elección que tomamos. Un control indirecto o implícito es cuando un deseo apenas consciente (qualia) que nunca examinamos conscientemente —pero podríamos tener— puede dirigir la maquinaria clásica del cuerpo sin que seamos conscientes de ello. El punto importante es que el deseo es una propiedad cuántica que controla la información clásica del cuerpo. Cuando la entidad consciente se identifica con el cuerpo, lo que se cree, es que el cuerpo basado en los datos procedentes de los sentidos clásicos del cuerpo pierde contacto con su realidad cuántica más vasta, pensando que todo lo que existe es el mundo físico, con las características que están registradas por los sentidos. En este punto recurriremos a una metáfora de la realidad virtual para ilustrar aún más la situación.
Un mundo de realidad virtual
Imagínense controlando un avatar en un mundo de realidad virtual creado por un ordenador. Llevan gafas sofisticadas, auriculares y un traje que captura automáticamente los movimientos de su cuerpo. Su voz y sus movimientos controlan las acciones de este avatar, y a través de los sentidos simulados del avatar, experimentan un mundo virtual como si fueran el avatar que dirigen. En esa realidad virtual hay objetos clásicos virtuales y otros avatares, cada uno controlado por una persona diferente. Interactúan con ellos usando las leyes del mundo virtual y pueden experimentar un mundo diferente al físico que conocemos.
El programa informático que ejecuta el mundo virtual incluye los avatares como subrutinas y es una estructura informativa completamente clásica. Si quedan absortos por esa realidad virtual, es muy posible que casi crean durante breves momentos, que son el avatar y que el mundo virtual es real, olvidando que en realidad ustedes existen en el mundo físico. La capacidad de nuestra consciencia para centrarnos en una parte de nuestra experiencia sobre la cual sentimos un fuerte interés es algo con lo que todos estamos familiarizados.
En el juego de la vida, la mayoría de nosotros estamos completamente identificados con nuestro cuerpo porque solo podemos afectar al mundo de forma «clásica» y, por lo tanto, terminamos prestando atención solo a la información clásica que proviene del cuerpo. Este condicionamiento ocurre temprano en la vida, facilitado por la interfaz perfecta entre nuestra consciencia y nuestro cuerpo, contrariamente a la interfaz cruda entre nuestro cuerpo y el avatar de la metáfora informática.
Cuando controlan el avatar desde su computadora, su cuerpo existe claramente fuera de la computadora clásica y el avatar no es quien en realidad ustedes son, incluso cuando están totalmente absortos en el juego. Su cuerpo clásico controla totalmente el avatar con información clásica, pero su cuerpo cuántico está a su vez controlado, por la entidad cuántica consciente —el verdadero ustedes— que existe en el mundo cuántico. Su experiencia del mundo virtual ocurre en el mundo cuántico, no en el mundo físico. Es un fenómeno cuántico que ocurre dentro del mismo «ustedes» que controla su cuerpo que controla el avatar desde su computadora. Por lo tanto, el avatar podría realizar acciones que tuviesen un origen digital ya que dependen de decisiones de libre albedrío que ocurren en el mundo cuántico.
Sugerimos que, al igual que su cuerpo no existe dentro de la computadora que crea la realidad virtual, su consciencia y libre albedrío no existen dentro del mundo físico en el cual su cuerpo existe. El avatar es solo una interfaz que les permite interactuar y tener una experiencia en la realidad virtual clásica creada por el ordenador, pero la experiencia no existe ni dentro del avatar ni dentro del ordenador. Del mismo modo, su cuerpo es solo una interfaz para el mundo físico que contiene su cuerpo y la computadora, pero su experiencia de cuerpo y mundo no está ni dentro del cuerpo ni dentro del mundo físico. Es solo porque creemos que el mundo físico es la única realidad existente que atribuimos únicamente nuestra experiencia al cuerpo físico.
La verdadera entidad no es su cuerpo, sino su «yo» consciente que está «usando su cuerpo», al igual que su cuerpo está «usando el avatar». Ustedes existen únicamente en el mundo cuántico, y dentro del mundo cuántico hay un mundo físico cuántico-clásico en el que su cuerpo existe; y dentro del mundo físico hay una computadora clásica en la que hay un mundo virtual que contiene un avatar que su cuerpo puede controlar. Al igual que las muñecas rusas, hay realidades virtuales dentro de realidades virtuales, pero es el nousismo que contiene las experiencias conscientes de todas esas muñecas. Y el nousismo es también lo que manifiesta la información cuántica de la cual todas esas muñecas están hechas físicamente. Para representar la información cuántica, asumimos la existencia de una «sustancia» llamada nousismo de la cual todo lo que existe está «hecho», ya sea cuántico o clásico. Esta sustancia es como la energía de la física, pero tiene la propiedad adicional que puede experimentarse a sí misma.
Vivimos simultáneamente en dos mundos
La metáfora anterior pone de relieve que el mundo de los acontecimientos que podemos medir emerge de un mundo cuántico más fundamental en el que está sucediendo mucho más de lo que se puede medir. El primer mundo es el mundo clásico caracterizado por la información booleana o clásica y el segundo mundo es el mundo cuántico caracterizado por la información cuántica. Estos dos mundos interactúan, lo que significa que la información cuántica se puede transformar en información clásica y viceversa. Debido a esta interacción, los dos mundos no están separados, ambos mundos son reales, y dentro de cada mundo hay entidades que solo pueden existir en uno u otro. También hay entidades que existen simultáneamente en ambos mundos, a lo largo de los dos, por así decirlo. Estos son los organismos vivos.
Las entidades que existen solo en el mundo clásico interactúan con leyes deterministas utilizando información clásica y así se comportan mecánicamente como nuestras máquinas y nuestros ordenadores. Las entidades existentes solo en el mundo cuántico interactúan con las leyes cuánticas probabilísticas basadas en la información cuántica. Los organismos vivos son especiales porque existen en ambos mundos. Esta interpretación de la física cuántica asigna la realidad al mundo cuántico. Es diferente a la mayoría de las otras interpretaciones en las que solo el mundo clásico de los acontecimientos medibles se considera real. Si ahora volvemos al ejemplo de la plaza en la gran ciudad, descrito en el cuarto artículo, en el que hay personas y animales produciendo sonidos, el aire vibratorio que lleva los sonidos hechos por las entidades comunicantes sería análogo al «nousismo vibratorio» que lleva la superposición de la información cuántica de las entidades comunicantes. Como en el caso de la plaza, el estado o símbolo manifestado por una entidad cuántica consciente A, digamos, sería una elección de libre voluntad hecha por A y, por lo tanto, conocida por A antes de su manifestación. Visto por cualquier otra entidad, sin embargo, la aparición de ese símbolo tendría que obedecer las leyes físicas probabilísticas, ya que fue libremente elegido por A.
Algo similar también sucede cuando un científico prepara una partícula elemental en un estado en particular. El científico puede predecir con confianza el estado que se medirá, mientras que cualquier otro observador que no sepa sobre la preparación solo puede saber la probabilidad de medir ese estado. Solo los organismos vivos, por lo que sabemos, poseen el nivel de dinamismo y la extraordinaria interdependencia con el medio ambiente necesario para interactuar cuánticamente con las entidades conscientes que habitan el mundo cuántico y clásicamente con estructuras informativas existentes solo en el mundo físico, como los programas informáticos, por ejemplo.
La vida existe en total simbiosis con el medio ambiente de una manera tan íntima que es imposible encontrar un límite real entre el organismo y el medio ambiente. El organismo «se extiende» al medio ambiente y el medio ambiente se extiende al organismo en un equilibrio profundamente dinámico en el que ambos cambian a cada instante; y el cambio es una condición para la existencia.