Escribo poco sobre deportes, pero alguna vez he comentado mi afición por el Fútbol Club Barcelona, y me gustaría hacer un análisis sobre la delicada situación del club y del equipo, puesto que la institución se encuentra en un momento histórico complicado, y eso es describiendo la situación con términos muy amables.
Para empezar, estos últimos meses, el Barça ha intentado hacer un proceso de renovación sin tener los medios ni la posibilidad para hacerlo, con una economía apretada por contratos largos, altos y tóxicos y ahogada por la falta de ingresos producto de la pandemia. La incompetencia de la junta, ya dimitida, hizo el resto. Y, por si fuera poco, no va a haber elecciones hasta pasado el mercado de fichajes invernal, o eso parece.
Se logró dar salida a Luís Suárez, Arturo Vidal e Ivan Rakitic, sin cobrar casi nada y a duras penas, pero el club por lo menos se sacó de encima tres fichas altísimas que cobraban jugadores en enorme decadencia. Pero la directiva ni tan sólo logró eso con los casos de Sergio Busquets y Jordi Alba, quizá los dos cuyo rendimiento más ha decaído, y también dos fichas altísimas. Por otro lado, el intento de salida de Messi, el jugador mejor pagado del mundo, y también en franca decadencia, hubiera sido aire fresco para las arcas, pero amenazaba con ser un sambenito histórico para un presidente que estaba en la cuerda floja hace mucho tiempo.
La dimisión de la muy deficiente directiva supuso un relevo que recuerda al de Sandro Rosell, quien dimitió y siguió toda su junta, con el inefable Bartomeu al frente. En este caso, la dimisión de la junta al completo debió suponer elecciones inmediatas, pero la Junta Gestora parece que tampoco tiene prisa y piensan tratar de sanear la economía del club en el mercado de invierno, algo que está a todas luces fuera de sus funciones institucionales.
Esa Junta Gestora está dirigida por Tusquets, quien parece muy dispuesto a sanear las cuentas de Bartomeu para evitar la moción de responsabilidad cuando entre el nuevo presidente, lo que no es cuestión baladí, ya que mucha gente sospecha que la junta de Bartomeu se benefició económicamente y de forma ilícita del club, lo que podría incurrir en delito penal.
En medio de toda esa tempestad, viendo los cuchillos sobrevolar sus cabezas, se encuentra Koeman y los jugadores, los que quería fuera y no se fueron, los que quería que siguieran y algún escaso fichaje que pidió y se le trajo. Saben que no todos llegarán al próximo verano, pues el casting para sanear la economía en menos de dos meses está en marcha. Y todo ello mientras la temporada avanza. El equipo da muestras de mejoría y buen juego, pero pocos resultados y ya se habla más de precandidatos a las elecciones que de goles. El contexto es malo, muy malo, y más si se tiene en cuenta lo que se ha destruido en pocos años por hacer mal las cosas y no tener proyecto, más que firmar renovaciones de contrato completamente alocadas.
Y Koeman vino en medio de todo eso, después de clasificar brillantemente a su querida Holanda para la Eurocopa que se aplazó al verano que viene, motivo por el cual el técnico renunció implícitamente a participar en el torneo cuando firmó por el Barcelona. Si por lo menos hubiera participado en la Eurocopa antes de venir, podría valer la pena la aventura, pero el vino sabiendo a dónde iba, lo que le costaría y que la mayoría de los candidatos ni se plantean que siga en el cargo para la temporada que viene. Pensado así, ¡madre mía cómo debe querer Ronald Koeman al Barcelona!