A fines de junio de este acontecido 2020, las noticias del sur de Suramérica nos advertían de una enorme nube de langostas que arrasaba campos de cultivo de caña de azúcar, maíz y yuca en las provincias de Formosa y Chaco en Paraguay. Los insectos se dirigían hacia Uruguay, por vía de la provincia de Misiones al norte de Argentina, pero si cambiaban los vientos llegarían a Rio Grande del Sur y Santa Catarina en Brasil. El amigo Alejandro Irragorry me envió una misiva sorprendido, pero curioso por saber si el fenómeno era común en Venezuela.
Esa langosta suramericana es la especie Schistocerca cancellata, de la familia Acrididae. Típica de esa región subtropical del cono sur, tienen una fase solitaria y otra migratoria. Cuando sus poblaciones aumentan, pasan a la fase migratoria desplazándose a grandes distancias, arrasando con plantas y cultivos. Durante esta fase, la especie puede extender su distribución geográfica desde Argentina hasta Bolivia, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil.
En esos países, la especie fue conocida como plaga severa durante los siglos pasados y se recuerdan sus efectos devastadores en 1938, 1942 y 1946, disminuyendo notablemente a partir de entonces. Sin embargo, en los últimos años, especialmente 2015, 2017 y este 2020 se ha notado un resurgimiento de la fase migratoria de tan interesante insecto.
Para aquellos quienes viven en regiones no afectadas, les parecerá irreal tal evento. Con seguridad han leído o escuchado sobre las más famosas especies de langostas de Africa, la Locusta migratoria y la Schistocerca gregaria. Ambas distribuidas en el viejo mundo, en África, Medio Oriente y Asia. Las últimas nubes de importancia de la primera especie se vieron entre 1928 y 1942. La segunda especie es aún problemática y continúa produciendo enormes «enjambres» y atacando cultivos con voracidad.
Varias especies de saltamontes son polifénicas, capaces de transformar no solo su aspecto, sino también su comportamiento, gracias a los efectos de la superpoblación. Al aumentar sus números, estos insectos pasan progresivamente de su fase solitaria, a la fase gregaria o migratoria. Estos cambios no se refieren a diferencias genéticas, como en el polimorfismo, sino que son diferencias estimuladas por cambios ambientales. Desde Norte a Suramérica sabemos de este fenómeno, como fue el caso de la hoy extinta langosta de las montañas rocallosas (Melanoplus spretus).
Estos saltamontes, … extendieron su rango hacia las grandes planicies gracias al cultivo de plantas más apetecibles que los pastos originales de la región. … devoraban todo lo que encontraban a su paso, incluyendo las mantas que los colonos colocaban encima de los cultivos, intentando protegerlos.
Charles Valentine Riley (1843-1895), Alpheus Spring Packard Jr. (1839-1905) y Cyrus Thomas (1825- 1910), estudiarían la biología del insecto y establecieron parámetros ecológicos con la intención de controlar esa plaga que frecuentemente atacaba los cultivos de los nuevos colonos, impidiendo el desarrollo agrícola de las grandes praderas estadounidenses. Eventualmente, al aumentar el área para cultivos, se destruirían las áreas de oviposición de los saltamontes culminando con la eventual desaparición de la especie.
En Suramérica no es raro escuchar reportes sobre langostas en fase migratoria. El 25 de julio de 1567 se fundaría finalmente la ciudad de Santiago de León de Caracas, pero previos intentos habían sido fallidos. Francisco Fajardo (1524-1564), hijo de un capitán español y una cacica Guaiquerí, estableció en 1560 el asentamiento Hato de San Francisco en el Valle de Caracas. Juan Rodríguez de Suárez (1510-1561) lo rebautizaría como Villa de San Francisco. Ambos asentamientos serían destruidos por los nativos liderados por Terepaima (¿? – 1568) y Guaicaipuro (c. 1530-1568).
Pero el Capitán Diego de Losada y Cabeza de Vaca (1511-1569) establece los cimientos de la ciudad que llamaría Santiago por el Apóstol Patrón de España, León por el apellido del Gobernador de la Provincia de Venezuela y Caracas, para honrar a los pobladores originales de la ciudad y sus alrededores.
Losada prometió que, si lograba sobrevivir a los ataques de los nativos Caracas, le ofrecería una ermita a San Sebastián. La primera piedra de dicho templo, localizado en la zona que hoy conocemos como Santa Capilla, se colocó al mismo tiempo que se construía el templo que originaría a la actual Catedral.
La ciudad crecía a ritmo acelerado cuando en 1574 la langosta (posiblemente una especie del género Schistocerca), en enorme bandada, atacaba a los campos cultivados de trigo. Se erige una ermita, de frágil construcción, dedicada a San Mauricio, nombrado “abogado de la langosta” con la intención de erradicarla y proteger al cultivo. La plaga desaparece al poco tiempo y un par de años después la frágil ermita es devorada por un incendio. Rescatada la imagen del santo, es alojada en la Capilla de San Sebastián.
Curiosamente, en 1594, el Cabildo de Caracas entra en sesión para discutir la gran plaga de gusano, posiblemente Spodoptera frugiperda, polilla de la familia Noctuidae. Estos insectos, al igual que las langostas también son polifénicos y en su fase «barredor», enormes números de individuos atacan cultivos, devastándolos.
De las actas de aquel Cabildo realizado un 13 de junio leemos:
En la ciudad de Santiago de León (...) se juntaron en cabildo y ayuntamiento (...) para probeher algunas cosas; (...) se propuso que bien visto es la grande plaga que anda en esta provincia del gusano que come los trigos semillas, (...) redunda gran daño por ser (...) grande la plaga, que para que la dicha plaga sese, será negosio conveniente tomar un santo por abogado (...) y el santo que saliere lo (...) toman por abogado, y se le guarde su fiesta.
Francisco Fernández Yépez (1923-1986) nos narra el resultado de tal reunión:
Se acuerda tomar por suertes un Santo como abogado en una misa solemne quedando escogido San Jorge; el día 15 se efectúa una procesión desde la Iglesia mayor hasta la capilla de los Mártires San Sebastián y San Mauricio, Santos a su vez abogados de la ciudad para la plaga de la langosta...
Pero en Venezuela hemos también observado grandes bandadas de langostones rojos (Tropidacris cristata) atacando cultivos y plantas diversas. En la península de Paraguaná, este insecto, conocido como chebebe, es invitado frecuente en varios cultivos de la zona.
Igualmente, enormes «nubes» de estos y similares «chebebes» han sido reportadas en varias islas del Caribe, en Ecuador, Colombia y Brasil. La especie, además, tiende a alimentarse de plantas que le dan mal sabor y junto a su coloración aposemática evita que potenciales depredadores los ataquen.
Esta particularidad la pude observar a principios de los 90 en Yutajé, pequeña comunidad de limitado acceso al norte del hoy estado Amazonas. Recién llegados al campamento con varios estudiantes de la Universidad de Cornell, nos dirigimos al bosque a recolectar plantas e insectos para identificarlos. Los nativos del lugar nos habían comentado que en días pasados nubes de coloridos saltamontes habían estado apareciendo en el bosque. Una vez allí, nos dimos cuenta que, aunque había algunos langostones aún vivos, miles yacían muertos y en estado de descomposición. También nos percatamos que, aves y reptiles que sabíamos eran insectívoros, ni siquiera mostraban interés en acercárseles y probarlos.
Aunque a fines de los 1950 y principios de los 1960 se reportaron en Venezuela ataques a varios cultivos por grupos multitudinarios de las especies Rhammatocerus viatorius y Schistocerca pallens, diversos artículos publicados desde fines del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX nos hablan de grandes invasiones de la langosta peregrina en diversas regiones del país.
Adolfo Ernst (1832-1899), naturalista prusiano que se radicaría en Venezuela convirtiéndose en el científico más importante del país durante la segunda mitad del siglo XIX, escribe sobre esas migraciones de langostas:
La especie de langosta que actualmente hace sus estragos en el centro de la República, es el Acridium peregrinum, … [esta] langosta peregrina pertenece al subgénero [hoy género] Schistocerca … cuyas especies todas son americanas, lo que se da a presumir que debe ser también originaria del Nuevo Mundo, habiendo atravesado el Océano Atlántico, … propagándose después en el Africa y Asia.
Hoy sabemos que ese Acridium peregrinum que menciona Ernst es sinónimo de Schistocerca gregaria, la langosta migratoria o del desierto, común en África. ¿Pero, … originada en el nuevo mundo?
La langosta peregrina o del desierto es la única especie del género Schistocerca que encontramos en el hemisferio oriental, toda esa región que incluye al «viejo mundo» (África, Europa, Asia) y Australia. Sin embargo, en el hemisferio occidental («el Nuevo Mundo» o las Américas) se conocen unas 50 especies de dicho género de saltamontes. La distribución paleártica (¡otro nombre para buena parte del «viejo mundo»!) de solo una especie es, sin duda, enigmática. Varios investigadores han propuesto que el género Schistocerca se originó en el viejo mundo, para luego invadir al nuevo mundo en varias oportunidades, irradiándose desde las islas del Caribe hacia Norte, Centro y Sur América.
Desde ese punto de vista, el linaje africano de Schistocerca evolucionó primero y las invasiones hacia el Nuevo Mundo se facilitaron por vientos asociados a numerosos huracanes y la capacidad de las langostas para realizar vuelos de larga distancia en grupos numerosos. Esta es la hipótesis del «Origen en el Viejo Mundo» para Schistocerca.
Pero Ernst nos comenta en nota de 1883, sobre una hipótesis alternativa. Algunos investigadores, desde el siglo XIX, han propuesto que Schistocerca se originó y diversificó en el nuevo mundo para dispersarse a través del Atlántico, originando en el «viejo Mundo» a la langosta del desierto. Esta hipótesis del «Origen en el Nuevo Mundo» se basa en la cercanía genética entre la africana Schistocerca gregaria con la suramericana Schistocerca cancellata, que le «pegó el susto» a los agricultores del cono sur a mediados del 2020.
Cualquiera sea su origen, a varios países suramericanos ha llegado la langosta africana del desierto. Como sucedió en 1988, cuando tuvimos la oportunidad de conocer a unos curiosos saltamontes que aparecieron en varios lugares del país. Ya habíamos escuchado la noticia de que esos insectos venían desplazándose por varias islas del Caribe.
Los fuertes vientos asociados al huracán Joan ayudaron al desplazamiento de millones de langostas desde África «hasta el Caribe y Suramérica» como nos indica el amigo Francisco Cerdá, entomólogo venezolano especializado en ortópteros, en nota publicada en 1989:
A mediados de octubre de 1988 (...) millones de langostas del desierto (...) [cruzaron] el Atlántico … [y] … miles de langostas en Surinam y las islas de Trinidad, Granada, Barbados, Santa Lucía, Dominica, St. Kitt, Antigua, St. Vincent y Puerto Rico, … [hicieron] … cuantiosos daños en diferentes cultivos.
Un segundo enjambre (...) fue observado por agricultores atacando algunas siembras en Río Caribe, Edo. Sucre, aquí en Venezuela. Por cortesía del Ingeniero Agrónomo Jorge Osorio, … tuvimos la oportunidad de … [observarlos y] confirmar que pertenecían a la especie Schistocerca gregaria proveniente de África.
Su nocivo comportamiento es motivo de historias de todo tipo. No en balde son mencionadas en la Biblia como la octava plaga que azotó Egipto dejando a sus habitantes sin cultivos ni plantas. Podemos incluso recordar que, en una de las peores películas de la historia del cine, El Exorcista II, El Hereje, estas langostas encarnan a Pazuzu, rey de los demonios del viento, de las calamidades y la hambruna, en la antigua religión mesopotámica. Notoria manera que nos presenta el guionista de dicha película para demostrarnos lo nefastos que pueden ser estos insectos cuando se convierten en plaga.