Travesía Cuatro presenta Piales (La suerte de detener el tiempo), la cuarta exposición individual de Gonzalo Lebrija en la galería. Un proyecto basado en la Charrería, práctica fundada en las faenas del campo y la ganadería, que surge como deporte tras la reforma agraria de principios del siglo XX. Siendo este el deporte nacional mexicano considerado por la UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Entre las distintas suertes charras, la faena de ‘piales en el lienzo’ consiste en detener la carrera de una yegua lazándole la reata a sus cuartos traseros. Se trata de una bella combinación entre el manejo del caballo y la destreza del jinete con la reata. Como en proyectos anteriores, Lebrija recurre a los elementos más populares de la cultura mexicana para adentrarse, trastocar y reajustar el sentido del tiempo y la perpetuidad.
A través de un video de doble canal y una serie de fotos que componen este proyecto, Lebrija une dos elementos utilizados ya en obras anteriores: el humo (Vía Láctea, 2017, Palacio de Bellas Artes de La Habana) y el charro (La vida no vale nada, 2012, Travesía Cuatro Madrid). Son elementos de la cotidianidad del artista a los que acude reiteradamente pero dotándolos en cada ocasión de nuevos contenidos y poéticas distintas.
En esta fábula, el charro aparece montando su caballo, bien vestido, desprendiendo la con anza y seguridad de los que van a llevar a cabo una acción vencedora. Desde allí arriba, sobre el animal, con olor a tierra, despliega su masculinidad para atrapar las patas de la yegua en un solo gesto. Al ‘chorrear la reata’, acción que surge de la fricción de la cuerda con la silla del caballo, nace el humo y con él se activan todos los sentidos: el de la compasión, la victoria, la tradición, la sensualidad, la templanza, la solidez, el equilibrio.
Las imágenes de Lebrija huelen a tiempo quemado, un tiempo que ansía el n de los convencionalismos sociales y de la era del patriarcado. Una ambiciosa cruzada para la sociedad mexicana. A lo largo de toda su carrera, el artista ha generado imágenes y acciones en los que vuelve al concepto de tiempo. Juega y pone todo su empeño en frenarlo, en regalar más segundos a cada minuto, en burlar una aceleración relativa e impuesta por el poder de la masa. Establece la posibilidad de nuevos ritmos, nos introduce en una suerte de meditación trascendental que nos aproxima a una experiencia espiritual y mística.
Lebrija se debate en una duplicidad constante por detener la vida y por un intenso anhelo de perpetuidad. La cadencia de las imágenes que vemos en la película genera una experiencia profunda del instante que nos precipita directamente hacia lo intemporal. Todo ello nos arrastra hacia un deseo inconsciente por desacelerar la aproximación a lo inevitable. En este combate nadie sale vencedor, solo el tiempo y su paso.