Acompañando a mi hija, entramos a un negocio de zapatillas para correr en una esquina no lejos del centro de Copenhague y cerca de los lagos, los que en el pasado protegían la ciudad. El negocio estaba en una de las arterias principales, que atraviesa la plaza del ayuntamiento. Una vez dentro del negocio, un señor de unos 50 años de edad, nos recibió con una sonrisa, preguntándonos qué tipo de zapatillas estábamos buscando. Mi hija le explicó someramente lo que quería y este la acomodó en un sillón, mientras le exponía cuál sería el procedimiento que seguiría para identificar la solución más adecuada para ella.
Llegó después de un minuto con unas zapatillas blancas, que denominó neutrales. Mi hija se las puso y fue invitada a correr en una correa sin fin, mientras la filmaba, posicionando un tablero en la parte inferior de tapete. Después, le mostró los resultados que evidenciaban una ligera inclinación de los pies hacia afuera, afirmando que necesitaba un refuerzo lateral.
A partir de esta observación, le sugirió que probara 3 pares de zapatillas con soporte y al hacerlo repitió la filmación con cada par y comentó los resultados. La tercera opción, según sus informaciones, tenía un soporto más firme, en la filmación se podía apreciar que la inclinación del talón había sido en gran parte compensada. Durante las carreras hacía preguntas sobre cómo sentía los pies, si estaba cómoda y si las zapatillas la ayudaban a correr.
Mi hija decidió comprar las últimas zapatillas con 2 pares de calcetines especiales para correr. Especiales porque estos evitaban el desplazamiento de los pies dentro de las zapatillas y además absorbían el sudor. Todo duró unos 20 minutos y durante ese lapso de tiempo en el negocio había otros 10 clientes cada uno con su asesor.
Observando esta situación, no podía dejar de pensar en los métodos de ventas, el ambiente y la dedicación al cliente. Durante nuestra permanecía, nos ofrecieron agua y el diálogo fue continuo. La sensación fue en general positiva y las personas en el negocio se sentían aconsejadas por un profesional que los ayudaba en sus decisiones y problemas.
Al terminar todo y después de haber pagado las zapatillas, le pregunté desde cuándo trabajaba en ese local y me dijo que tenía 10 años de experiencia y que además era el responsable del negocio. Agregó también que había estudiado leyes, pero que esta actividad era su pasión. Saliendo del local, pensé inmediatamente en todos los aspectos y dimensiones que pueden ser relevante en la compra de un par de zapatillas y la poca información que habitualmente caracteriza este tipo de compras, ya que para muchos un par de zapatillas no es más que un par de zapatillas, sin preocuparse por el material, la estructura y en qué medida ayudan a andar o correr apropiadamente.
Para terminar, no puedo ni quiero esconder que el costo de las zapatillas no fue bajo, pero toda la situación e interacción, sin lugar a dudas, nos hizo pensar que habíamos hecho una óptima compra y en ventas este es el mejor engaño.