Según lo que manifestaba en un artículo anterior, relacionado con la discusión interna religiosa del islam, hay un importante declive de la posición de la religión entre la sociedad del Medio Oriente y el Norte de África, según el artículo de referencia tomado del Barómetro Árabe que realizó un importante estudio entre el 2018 y comienzos de 2019. El dato llama la atención por tratarse de una sociedad donde la religión domina todos los aspectos de la vida.
Esto sin duda enriquece las discusiones en los países dominados por la cultura islámica, donde se convive con lo que el orientalista Bernard Lewis denominaba las dicotomías del mundo árabe – musulmán, que explicaría las complicadas relaciones por las que los proyectos de unidad no necesariamente son efectivos en esta zona del planeta. Para Lewis, la religión y la composición de los grupos sociales serán determinantes para que haya choques o un ambiente más cordial.
De lo mencionado en el párrafo anterior, según el orientalista las diferencias se marcarán por la identificación entre grupos que son musulmanes versus quienes no lo son; el otro factor es el origen étnico por lo que hay choques asociados a la pertenencia o no a los pueblos árabes; la otra tiene que ver con las diferencias entre musulmanes de las distintas ramas (principalmente entre el chiismo y el sunismo); y finalmente un fuerte encontronazo que existe entre los grupos que consideran la religión como el dominio de absolutamente todos los aspectos de la vida, y los grupos que tienen una visión más nacionalista con la religión como un tema accesorio complementario para las sociedades árabes musulmanas.
Sobre lo anterior se pueden contemplar un par de ejemplos que son algunos importantes de destacar de la situación política actual de religión y nacionalismos que demuestran estas diferencias tan considerables entre lo que se interpreta en las leyes islámicas, la forma de vida que quieren llevar las sociedades y la práctica del poder que tienen gobiernos donde no es la religión quien tiene el dominio desde hace décadas.
El primero que se puede mencionar es Siria, en este caso los grupos islamistas generaron una atomización entre la oposición, donde la participación de Daesh o Al Qaeda aprovechándose de las circunstancias para promover su propia agenda político – religiosa arruinó la movilización contra Al Assad que realizaron los nacionalistas sunitas, quienes tenían una percepción un tanto más laica, creando divisiones internas que al final chocarían y les restaría las posibilidades de acabar con el régimen gobernante, dirigido por la minoría alauita y que cuenta con apoyos muy poderosos provenientes del extranjero que lo mantendrían aferrado y aplomado al poder, aunque con un país dividido por los grupos sociales.
En este caso el planteamiento de Lewis que se ajustaría a la dicotomía por diferencias entre grupos religiosos se vendría a complementar por el choque interno de la oposición de mayoría sunita que los llevaría a un fracaso político en un proyecto nacional, aunque para los efectos de los grupos islámico radicales todo suma a favor mientras puedan mantener el control de algunas zonas donde puedan mantener su visión fundamentalista de la religión y la práctica que ya de todos modos está garantizada por el Estado, lo que les ha permitido mantener el control de forma estructurada a lo largo de estos años.
El segundo caso en cuestión del que se puede hablar es Egipto, donde se puede ver cómo el vivo ejemplo de que la «democracia» no es un sistema funcional para todos los países; mucho menos para quienes no han llevado un proceso de educación en una cultura democrática.
Los egipcios vivieron en carne propia los resultados de soltarle un poco las amarras a los grupos islamistas, quienes por tener un porcentaje importante lograron hacerse con el poder en un proceso «democrático» y una vez arriba del «trono», intentaron dominarlo todo con acciones alejadas de la democracia, procurando dejar a los nacionalistas sin nada en una clara manifestación del denominado paradigma «laicos versus radicales islámicos».
De ahí que los militares, que han sido los grandes detentadores del poder en este país, tuvieron que combatir los cambios que estaban ocurriendo en el sistema viéndose obligados a restar de vuelta el poder a los Hermanos Musulmanes y devolverlos a la clandestinidad, convirtiendo además a su exlíder Mohammed Mursi en una muestra del poder que detentan aún los nacionalistas no religiosos en un país que cuenta además con una de las escuelas de jurisprudencia islámica más importantes del mundo sunita como lo es la universidad Al Azhar en El Cairo, que podría ser un punto de quiebre ante las interpretaciones puristas de la religión y una eventual reforma religiosa.
Situación similar viven los liderazgos palestinos que continúan divididos sin poder llegar a una definición entre si un movimiento con fuertes tintes religiosos debe gobernarlos (Hamás o la Yihad Islámica) o si por el contrario los movimientos menos religiosos y laicos pueden lograr un equilibrio entre religión y estatidad que ya de todos modos como he mencionado anteriormente puede convivir uno con otro en «perfecta armonía» mientras todo lo que se decida en criterio político tenga una contextualización religiosa.
Salvo Gaza, donde gobierna Hamás, que es una filial de los Hermanos Musulmanes, pero en Palestina, en la mayoría de los territorios se mantiene un cierto equilibrio entre religión y política, aunque esto se podría poner entredicho contemplando que las elecciones palestinas de 2006 fueron ganadas por listas encabezadas por miembros del grupo islamista; sin embargo esto podría obedecer más a un descontento generalizado con la forma corrupta de gobernar por parte de la Autoridad Nacional Palestina que un alineamiento religioso, donde además se debe tomar en consideración que los clanes son los que tienen la última palabra del comportamiento entre palestinos.
Otro caso que es adecuado mencionar es el de Túnez, donde la denominada Primavera Árabe va a tener su punto de partida y que posteriormente va a despertar el temor de un «invierno islamista», que será reprimido por la propia conciencia social de los tunecinos, que son dentro del mundo árabe musulmán el país en términos simplistas más occidentalizado.
De ese modo, se ve cómo la religión en Túnez es más un aspecto accesorio y no necesariamente fundamental, por esta razón cuando los islamistas pensaron que podían sencillamente hacer lo que les daba la gana recibieron un golpe de mesa y un retroceso a la clandestinidad de los grupos con posiciones radicales.
Los tunecinos se han acostumbrado a esta vida un tanto más pluralista, por lo que para calmar las aguas les brindaron algunas garantías políticas a los islamistas principalmente no radicales que son la mayoría en el país y así calmaran sus ímpetus violentos porque, además, las facilidades brindadas no cambiaban profundamente el modo de vida al que ya se han acostumbrado.
Esto sin embargo no ha restado que eventualmente se presenten momentos de tensión en los que se han dado ataques terroristas o movimientos intentando promover una visión más violenta de la religión, pero a grandes rasgos esto ha sido lo menos porque también saben que un descontrol en el tema social podría cortarles su principal fuente de recursos que es el turismo, donde suman millones al año, siendo el segundo país del norte de África donde más se mueve este mercado (el primero es Egipto).
En Túnez, la situación de la dicotomía laicos versus radicales está se podría decir que controlada sin los niveles de represión que se ejercen en Egipto, por ejemplo, a través de las fuerzas armadas que son las que mantienen controlados los dejos de violencia y a través de las normas jurídicas que optan por prohibir la participación de estos grupos enviándolos nuevamente casi a la clandestinidad.
Sin embargo, hay países que el tema del rol de la religión en los poderes del gobierno lo tienen más claro, teocracias consolidadas como la República Islámica de Irán o el Reino de Arabia Saudita, donde los religiosos dominan las interpretaciones y prácticas moralmente aceptadas no da margen para la participación de otro tipo de movimientos políticos y sociales, por el contrario son fuertemente restrictivos y hasta violentos con tal de reprimir las actividades de fuerzas fuera de este contexto dominado por la religión.
Un aspecto que es importante mencionar para comprender la importancia que ha tomado el liderazgo religioso en el mundo árabe musulmán es que han ocurrido momentos históricos que han dado al traste con modelos de carácter nacionalista, laicos y se han tenido que mantener en el poder a base de la fuerza militar por el riesgo que acarrean si no lo hacen de este modo.
El primer hecho que se puede mencionar es el fracaso del modelo nacionalista árabe (panarabismo) en unificar los territorios bajo un solo sentimiento nacional, esto debido a la propia heterogeneidad de los grupos sociales dentro del mundo árabe y la identidad artificial que adquirieron una vez que se crearon los Estados de la era post colonial a mediados del siglo XX.
Por el otro lado, y como complemento al fracaso de la unión árabe en un modelo de integración nacional, se le sumaron los fracasos militares posteriores a la independencia de Israel en 1948 y una lapidaria derrota también frente a los israelíes en 1967 que le restaría autoridad al panarabismo y les daría mucha influencia a los movimientos de liberación religiosos asociados al integrismo islámico.
Es importante señalar acá; como un paréntesis, que el integrismo busca un retorno a una visión pura de la religión y a salvaguardar a la nación islámica de la contaminación de los modelos occidentales, por lo que se analizan como «movimientos panislamistas» asociados al marco religioso y no al movimiento étnico – lingüístico del panarabismo.
Otro aspecto que va a pesar en ese empoderamiento de los integristas islámicos en el mundo árabe musulmán es irónicamente la Revolución Islámica de Irán en 1979, esto va a inspirar a que otros movimientos religiosos quieran tomar mucho dominio para crecer en cuanto a su influencia.
Y es también irónico que uno de los países afectados por esta revolución de la religión en Irán sea el propio Reino de Arabia Saudita, de ahí se comprende cómo la década de los 80 se va a transformar en un período de grandes cambios hacia un país mucho más conservador y con posiciones altamente fundamentalistas principalmente contra las mujeres.
En resumen, el contraste del mundo árabe musulmán es evidente en cuanto al papel de la religión y la política, que en la actualidad se pretende quizás un proceso de reestructurar religiosamente la modernidad, chocando en ocasiones con los movimientos laicos que no están completamente de acuerdo con esta forma de interpretación de la vida y causa la idea que se pueda dar una reforma que ya de todos modos algunos la pronostican, pero viendo otros elementos que deberían ser abordados en futuras columnas al ser cuestiones de interpretación y cambios estructurales tendrán una serie de trabas para ser efectivas.