El norteamericano Horace Clifford Westermann (Los Ángeles, 1922-Danbury, 1981) armó una escultura propia y característica, generalmente realizada en madera con artes de ebanista virtuoso, aunque también trabajó con extraordinaria precisión otros materiales y técnicas, como el metal, el vidrio o el esmaltado. Sin recurrir a un único estilo, Westermann es un hacedor que compone objetos, piezas disjuntas: sus esculturas, cargadas de significado y en muchos casos de ironía, resultan de un procesamiento de la experiencia, que precipita originando fragmentos específicos de realidad.
La exposición retrospectiva que presenta el Museo Reina Sofía recorre el curso de estos fragmentos. Se observa cómo surge pronto una preocupación por volver al refugio, ya sea de la casa o del propio cuerpo –al que sin embargo contaminan amenazas de confinamiento y muerte–, así como una persistencia del personaje obstinado o desamparado. También el motivo de los “barcos de la muerte” se repite continuamente en su obra, apuntando por una parte a un constante deambular en todo rumbo y a un abandono latente pero, por otra, a una orientación tenaz al abrigo que parece mantenerse a lo largo de su trayectoria.
En el gozne de los años sesenta, Westermann recurre a las estructuras de la cultura de masas. De hecho, se le incluye en varias exposiciones de los nuevos realismos, cuando la etiqueta “fría” de arte pop no ha sido aún destilada completamente. La exposición atiende a esta producción y a la “especificidad” de los objetos de Westermann, que llamó la atención de Donald Judd en 1963. En piezas posteriores abundan las reducciones al absurdo, ya sea en juegos del lenguaje, en confusiones entre obra e instrumento o, todavía, en referencias a lo caduco.
Se exponen, además de las esculturas, pinturas, cartas-dibujo que Westermann enviaba en correspondencia cotidiana con otros artistas, críticos y amigos, y series de obra gráfica, donde toca con vivos colores asuntos como el retrato escapista y crítico del panorama norteamericano, la catástrofe o la fragilidad.
Graduado en 1954 en la escuela del Art Institute de Chicago, Horace Clifford Westermann desarrolló casi todo su trabajo desde una pequeña localidad de Connecticut, adonde marchó en 1961. Expuso regularmente en Nueva York, y de forma más ocasional en Chicago y la Costa Oeste.