Desde que comenzara su carrera en los años ochenta, Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959) ha trabajado en el cruce de la poesía con las artes visuales y los medios de comunicación de masas. Desplazando la escritura fuera de la página, ha practicado una poesía visual propia que se mueve dentro de la tradición de la crítica institucional y las derivas del pop, a través de múltiples medios como la pintura, la instalación, la intervención urbana y la edición.
En sus inicios, López Cuenca investiga en torno a la música y el trabajo colaborativo, en particular junto con el grupo musical Peña Wagneriana y los colectivos Agustín Parejo School y UHP (Uníos, Hermanos Proletarios). En estas primeras incursiones se ponen de manifiesto ciertas preocupaciones que el artista aborda también de forma individual, como son el espacio de la ciudad, el lenguaje popular y el lenguaje de las vanguardias.
En torno a 1992, en el marco del V Centenario del Descubrimiento de América, la Exposición Universal de Sevilla, la Capitalidad Cultural de Madrid y las Olimpiadas de Barcelona, se produce un punto de inflexión en su obra. A partir de entonces realiza distintas intervenciones críticas con el sistema contemporáneo, en las que se reflejan cuestiones que recorren su trabajo, como las políticas migratorias y de la memoria histórica, o las nuevas formas de especulación urbana y de espectacularización de la cultura, síntomas del incipiente capitalismo cognitivo.
López Cuenca toma imágenes y textos provenientes de diferentes medios de la alta y baja cultura, que en muchos casos coloca en dispositivos publicitarios o comerciales en el espacio público, para denunciar situaciones de violencia y discriminación que funcionan tanto en términos históricos como actuales. Cabe destacar la capacidad de inscripción de su obra fuera del ámbito del museo, generando cortocircuitos en diferentes sistemas de circulación social de imágenes, con lo que pone en cuestión tanto la unicidad de la obra de arte como su espacio de contemplación convencional.
En esta exposición, primera retrospectiva del artista, se repasan sus principales preocupaciones, que han dado lugar a un corpus de obras de marcado carácter dialógico e inequívoca vocación procesual, con las que indaga en cómo se construyen los relatos hegemónicos, tanto en el ámbito político-económico como en el socio-cultural, y explora las fisuras que se pueden abrir en ellos. La muestra concluye con una instalación, Las islas, producida especialmente para la exposición, en la que López Cuenca hace una relectura crítica de textos y grabados históricos relacionados con el “descubrimiento” de América.