Desde que Albert Einstein formuló su Teoría General de la Relatividad, nuestra visión del tiempo y del espacio cambió. Y aunque muchos todavía no lo entienden, ahora sabemos que el espacio y el tiempo son una sola cosa. Es lo que los físicos modernos llaman espacio-tiempo. Y aunque a más personas les cueste entenderlo, lo cierto es que ese espacio-tiempo tiene cuatro 4 dimensiones.
Más curioso he incomprensible aún es que podría haber más dimensiones. Tal y como lo señalaba Carl Sagan en Terraplana y la cuarta dimensión. Para un terraplano resultaría casi imposible explicar a sus coterráneos lo que es una tercera dimensión. En ese caso física. Ahora, trate de imaginarse una quinta dimensión, pero no física, sino temporal.
Una segunda dimensión del tiempo
Pues efectivamente las dimensiones de tiempo múltiples no sólo son posibles físicamente. Sino que, además, no violan las leyes del espacio-tiempo y la teoría especial de la relatividad las permite como «como una variedad cuyo tensor métrico posee un autovalor negativo». En otras palabras, como múltiples dimensiones de tiempo.
Así las cosas y volviendo a la quinta dimensión, las matemáticas también coinciden con la física en que un espacio de cinco dimensiones es posible. Para ello basta con definir un «conjunto de tuplas de N números reales que pueda ser dotado de una interpretación geométrica que corresponda a un espacio euclídeo de N dimensiones». Lógicamente siendo N=5 para un espacio de 5 dimensiones.
Pero, ¿qué importancia podría tener eso, aparte de la revolución en la física que ello implicaría, claro está? Que vendría a resolver un viejo dilema y conflicto entre la física relativista y la física cuántica. Así como un viejo debate que sostuvo Albert Einstein con su colega el físico danés Niels Bohr, hace más de 100 años.
«Einstein aseguraba que, si se conocen todas las variables de un sistema y sin que haya influencias externas, se puede conocer el comportamiento de cualquier partícula».
En tanto que «Bohr, que sostenía que las partículas son impredecibles: aun cuando se conozcan todas las variables».
Ambos en relación al fenómeno del entrelazamiento cuántico, propiedad predicha en 1935 por el propio Einstein, Borís Podolski y Nathan Rosen conocida como paradoja EPR.
Paradoja que a Albert Einstein le resultaba «perturbadora»; ya que, según él, violaba el principio de localidad que «establece que dos objetos suficientemente alejados uno de otro no pueden influirse mutuamente de manera instantánea, de manera que dado un corto intervalo de tiempo cada objeto sólo puede ser influido por su entorno inmediato o entorno local».
En contraste con el entrelazamiento cuántico que demuestra que «un conjunto de partículas entrelazadas no puede definirse como partículas individuales con estados definidos, sino como un sistema con una función de onda única para todo el sistema».
Lo cual tiene relación directa con otro postulado de la física cuántica, el cual también le parecía perturbador a Einstein, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que «establece la imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas observables y complementarias sean conocidas con precisión arbitraria».
Y, ¿por qué una segunda dimensión del tiempo vendría a resolver esta paradoja (EPR) he incertidumbre (principio)? Porque si el tiempo no es una flecha de una sola dimensión sino una onda de dos dimensiones: una siempre visible o palpable (la flecha) y otra oculta pero que se manifiesta por los dos fenómenos como los ya citados.
Entonces no resulta paradójico explicar, tanto desde el punto de vista físico, como del matemático ambos fenómenos. Y la explicación sería que una función de onda del tiempo bidimensional permitiría físicamente a una misma partícula estar en dos lugares a la vez, sin violar el principio de localidad.
¡Explicando el aparentemente inexplicable efecto de acción a distancia!
Pero hay más: en 1923 Louis-Victor de Broglie, «propuso la llamada hipótesis de De Broglie por la que a cualquier partícula podía asignársele un paquete de ondas materiales o superposición de ondas de frecuencia y longitud de onda asociada con el momento lineal y la energía».
Más adelante, en 1925, dicha ecuación ondulatoria fue reformulada por Erwin Schrödinger y renombrada como Ecuación de Schrödinger.
Y ¿por qué tiene eso importancia? Porque «la ecuación de Schrödinger proporciona una ecuación determinista para explicar la evolución temporal de la función de onda y, por tanto, del estado físico del sistema en el intervalo comprendido entre dos medidas (cuando se hace una medida, de acuerdo con el postulado IV, la evolución no es determinista)».
En otras palabras, en palabras entendibles para la mayoría, una onda de tiempo de dos dimensiones podría modularse por frecuencia y longitud de onda.
Al modular por frecuencia la onda portadora de tiempo bidimensional, físicamente puede hacerse que el tren de ondas de tiempo; o sea, que el tiempo mismo avance más rápido o más lento.
Al modular por longitud de onda, podríamos explicar físicamente, porque, aparentemente, una partícula o todo un cuerpo, si se lleva el fenómeno, a nivel macroscópico, aparece en varios lugares, a la vez.
¡No es más que la segunda dimensión de tiempo, la amplitud de tiempo, mostrándose temporalmente, en la dimensión temporal física de tiempo que sí podemos ver!
Explicando a la vez la imposibilidad física de que, «determinados pares de magnitudes físicas observables y complementarias sean conocidas con precisión arbitraria».