Existen dos razones principales: el burka es un instrumento de opresión de la mujer e impide, por su parte, establecer una relación moral con una persona a la que no podemos verle la cara. El Corán no tiene ningún requisito de que las mujeres se cubren el rostro con un velo, pero las interpretaciones machistas han llevado a imponerlo. El burka se encuentra en el debate público y es denunciado como un «símbolo de la opresión de la mujer» por parte del islam, al igual que una serie de prácticas, tales como la mutilación genital femenina, los asesinatos de honor y los matrimonios forzados. Obligarlas a esconder su rostro en público es una manera más de negarles a ellas la participación social y relegarlas al hogar, bajo el control de algún hombre.
En la lucha contra el terrorismo, la legislación italiana, que data de 1970, prohíbe el uso de las prendas que cubren la cara. Si bien su uso no está prohibido, este tipo de vestimenta que cubre el rostro de las mujeres está causando controversia en el Reino Unido. En Francia, el uso del burka en lugares públicos está prohibido. El gobierno neerlandés anunció el 17 de noviembre de 2006 la aprobación de una ley que prohíbe en los lugares públicos el uso del burka y otras formas de velo islámico que esconde los rostros «debido a problemas de orden público, seguridad y protección de las personas».
Otra razón tiene que ver con la importancia, para Occidente, del rostro. Para Levinas, debemos al rostro del otro nuestra conciencia de que estamos en este mundo y por ello, tenemos una deuda moral. Cuando el rostro del otro entra en nuestro mundo es como una visita y, de esta forma, es también una responsabilidad, ese rostro me mira y esto me impone una actitud ética, se trata del pobre por el cual yo puedo y debo todo. Para los europeos, entonces, cubrir la cara es una forma de hacer que el otro sea un objeto, una no persona, incapaz de establecer una relación de mutuo reconocimiento y obligación moral.
¿Explican estas dos razones el por qué les molesta tanto que las mujeres usen el burka?
Para nada. Independientemente de si nos gusta o no la burka, no es la opresión femenina lo que les molesta a los europeos. Los europeos no han tenido problemas en congraciarse con el patriarcado musulmán cuando este esté lejos de ellos. Mientras ellos les vendan petróleo, nadie chista en mandar dólares y vehículos que hasta ahora las mujeres no podían conducir. Y cuando tienen que aliarse con ellos para condenar a Israel, ellos no tienen ningún reparo. Cuando Hamás logre su cometido, habrá burkas por toda Palestina, las mujeres infieles, para salvar el honor de la familia, serán asesinadas y las niñas se venderán en matrimonios arreglados. Por no hablar de los homosexuales palestinos, que volarán de los techos de Gaza y Ramala y Jerusalén.
Lo que parece molestarles, entonces, es cuando el burka está en Europa. Y no es que el burka les impida mirar el rostro del otro. La cara europea, con maquillaje, botox, estiramiento facial, lápiz labial y otros artificios no es el rostro del otro a lo Levinas. Es más bien una máscara más. La cara europea es ella un burka: un rostro colonizado y disfrazado que demanda arreglos constantes. Mientras que el burka islámico es el verdadero rostro del otro que te mira desde los huecos de esta indumentaria. Un par de ojos que te devuelve la mirada no más. No existe en este par de ojos una lectura posible de clase, de edad o de personalidad. La mirada desde el burka es una visión desde el Oriente para Europa. Son un par de ojos de horror que hablan de una experiencia nada agradable cuando los europeos eran los «visitantes». De ahí que tanto moleste: es una mirada que no se lee.
¿Qué se mira desde el burka? Personas capaces de crear gran riqueza y cultura que a la vez, pueden convertirse en una partida de asesinos, antisemitas, genocidas y expoliadores del mundo más allá de sus fronteras: una mirada que no pueden controlar y que los ve tales como son.