Los monstruos son reales pero no tan malvados como solemos pensar. Efectivamente son amantes de la fiesta y unos terribles cotillas, pero en general sólo comen y queman para vivir.
En el mundo de Brian Kokoska, todos poseemos un poco de bestia. Trabajando sus sueños, miedos y mitología personal a través de la pintura, el artista crea un elenco de personajes recurrentes que remiten a nuestros propios demonios y nuestro cariño hacia ellos.
La exposición muestra una sinfonía de alter-ego donde se incluye el trabajo de otros dos artistas que Kokoska añade a la mezcla. En esta ocasión, dos piezas de dos grandes maestros entrarán en diálogo con las obras a lo largo de la exposición. En una primera instancia, Pablo Picasso con un dibujo de un payaso de 1963. En un contraataque de ofensiva, posteriormente, se sumará Paul McCarthy con Gold Butter Dog 1, Guggenheim Crown, de 2003.
Esta contribución está contextualizada por la reinterpretación del cubo blanco, el cual se encuentra pintado y enmoquetado por el artista. En este plano monocromático, las piezas quedan envueltas dentro de una insólita atmósfera.
La estremecedora imaginería de las pinturas de Kokoska transforma el espacio un lugar tridimensional y las sitúa dentro de la familiaridad y la ubicuidad del día a día. El terror no está en el vecino, sino en tu propio hermano.
El título de la exposición, I Want Your Orange Blood In My Muddy Pockets , suena al comienzo de un sueño febril y sudoroso, porque así es. Kokoska acoge sus pesadillas con un humor al alcance de la mano.