La trayectoria del artista alemán Dierk Schmidt (Unna, 1965) está ligada desde sus inicios a la crítica social, política e institucional. Schmidt se vale de lo estético y lo visual para desestabilizar las concepciones positivistas y lineales de la historia, a propósito, por ejemplo, de las omisiones y violencias de los relatos coloniales, uno de los temas centrales de su obra junto a la necesidad de restitución de objetos expoliados y la legislación internacional al respecto, la manipulación en los discursos museográficos o la condición artificiosa y espectacular de la política televisada.
La retrospectiva que le dedica el Museo Reina Sofía reúne algunos de sus proyectos más ambiciosos. En El reparto de la Tierra (2005) -dos series de grandes lienzos sobre la división de África en la Conferencia de Berlín de 1884-, la violencia estructural dirigida sobre el continente africano es representada en un sistema de diagramas y códigos cromáticos que traducen los efectos reales de las estrategias abstractas, políticas y económicas, en territorios y poblaciones concretas.
La voracidad colonialista procede, según Schmidt, del capitalismo, sobre cuyos efectos de destrucción del medioambiente, precarización y alienación reflexiona en Piensa en todo – Sin título – Huye (1995) o McJob (1997). A su vez, el colonialismo se manifiesta en una determinada forma de exponer los objetos etnográficos y en una resistencia a la restitución que da continuidad a las estructuras mentales coloniales. Schmidt ha materializado esta crítica institucional en acciones junto al colectivo activista Artefakte desde 2009 y en obras como Fantasmas del palacio de Berlín (2002-2004), en la que denuncia la contradicción que implica la reconstrucción por las autoridades alemanas de un palacio imperial del siglo XVIII para ser utilizado como museo de las culturas del mundo.
Los dispositivos museográficos son objeto de revisión en la serie Vitrinas rotas (2013-en curso), donde el artista apela a este soporte omnipresente en los museos para aludir a la descontextualización y fetichismo del objeto etnográfico, al empobrecimiento de la experiencia. Además, estos vidrios pintados por Schmidt retienen la condición de marcos y encuadres mediante rasguños y perforaciones, remitiendo a las prácticas coloniales de saqueo o a iniciativas de resistencia y restitución.
Se podría definir la trayectoria de Dierk Schmidt como un ejercicio constante de actualización y reubicación, siempre atento a los contextos en los que desarrolla su práctica. En este sentido, para la exposición Culpa y deudas, ha concebido un proyecto específico relacionado con la función del Palacio de Velázquez -donde se celebra la muestra- inmediatamente después de su construcción en 1883, ya que en 1887 acogió parte de la Exposición monográfica de Filipinas, Marianas y Carolinas y después se convirtió, hasta 1908, en la Biblioteca y Museo de Ultramar. Así mismo, Schmidt pone al descubierto otro momento de la historia colonial española, el del primer franquismo y su ideología imperialista, a través de las colecciones recogidas en el Sáhara por el arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla.