El pasado 8 de junio se cumplió el 28 aniversario de la muerte de José Figueres Ferrer, considerado el personaje político más influyente e importante en la historia costarricense del siglo XX. Queremos recordar su figura a través de varios capítulos donde repasaremos los hitos más importantes de su biografía así como el contexto histórico y político en el que se desarrollaron.
1. Introducción
Su presencia en el desarrollo histórico nacional marca de una manera indeleble cincuenta años, desde que irrumpe en la arena del activismo político a principios de la década de 1940 hasta su muerte, en 1990. Recoge los elementos de la época que le forman y proyecta su dimensión hasta nuestros días y probablemente durante muchos años más.
De los políticos costarricenses es el más universal, el más conocido en el interior del país y en el exterior. Su huella se ha hecho sentir, además de Costa Rica, en Centroamérica, el Caribe, América Latina, en los Estados Unidos y en Europa.
Es un hombre que supo interpretar correctamente, con gran sentido pragmático, pero de modo dialéctico, el mundo que le tocó vivir. Al mismo tiempo, supo conjugar los elementos y condiciones que le rodearon, para adaptar y transformar esa realidad, a las necesidades de las fuerzas sociales de las cuales él se fue convirtiendo en su mejor y más genuina representación y aspiración.
1.1 Un siglo de libertad y aspiraciones democráticas, pero también de destrucción y barbarie
Le tocó vivir un siglo agitado y conmovido. Las guerras mundiales, las crisis económicas internacionales resultantes de estas conflagraciones, la depresión de 1929, el desgarre del sistema mundial capitalista que, a finales de la Primera Guerra Mundial, desde 1917 hasta 1990, polarizó las relaciones internacionales, en el dilema socialismo/capitalismo y, luego, desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1945 -1989), en la lucha del sistema mundial socialista y el sistema mundial capitalista, en todas las expresiones de la llamada Guerra Fría, con sus múltiples escenarios, que replantearon las relaciones internacionales.
Asimismo, el significado de la descomposición del sistema mundial del colonialismo que, desde 1945, con la fundación de la ONU y la derrota del totalitarismo nazifacista, y el despliegue de las luchas nacional libertadoras en Asia y Africa, que condujeron a desarrollar una realidad internacional que pasó de una treintena de países miembros de la Liga de las Naciones, en 1919, a 52 países constituyentes de la ONU en 1945, entre ellos Costa Rica, hasta los casi 200 países que hoy forman parte de este foro mundial.
Esta particular situación hizo del siglo XX el siglo de la Libertad y la liberación de los pueblos, elementos muy presentes en el pensamiento en José Figueres desde que irrumpe a la política.
Esta época, de liberación de pueblos y liquidación del colonialismo mundial, hizo resaltar el hambre, la pobreza y la miseria, la exclusión social, étnica y de género, el analfabetismo, de los que fueron sometidos y víctimas, no fue ajena a la percepción, sentimientos y emociones de José Figueres.
Las nuevas sociedades en formación hacia estructuras democráticas de gobierno no pudieron evitar, por necesidad local o imposición externa, inmensos gastos militares y tendencias militaristas de gobierno, fuerzas golpistas y autoritarias que en muchos de estos países se sucedieron, bajo la forma de tiranías, dictaduras y satrapías, de todo tipo, particularmente en América Latina. Pero, de modo esperanzador, con profundas dificultades, se abrieron paso las afirmaciones democráticas que acompañaron estos procesos, que en corazón y razón estuvieron en José Figueres.
Las guerras mundiales fueron, sin lugar a dudas un referente importante, y una gran preocupación, aunque poco manifiesto en sus escritos, en lo que a costos sociales y económicos significaban. Junto a la destrucción material que significaron de ciudades, pueblos, villas, en obras de infraestructura y de los factores de la producción, fue también la muerte de millones de personas, de hombres y mujeres.
La Primera Guerra Mundial dejó 13 millones de muertos, la segunda 52, y la lucha anticolonial mundial, desde 1945 hasta finales de la década del 80, en 146 conflictos, produjo 26 millones de muertos, el doble de la Primera Guerra Mundial y la mitad de la Segunda.
De hecho, se vivía una Tercera Guerra Mundial de la cual pocas personas tuvieron conciencia de ella. Por sus planteamientos para solucionar los problemas sociales que aquejaban a los pueblos, no solo al costarricense sino a los pueblos de los países del Tercer Mundo, y que estaban en lucha, José Figueres procuró, en su mensaje, atacar las causas socieconómicas y políticas del malestar social de los pueblos.
1.2 Las tres épocas: de la consolidación del Estado liberal a la Costa Rica moderna
En el plano nacional le tocó vivir tres épocas, dos de ellas inevitables, formadoras e inspiradoras, y la tercera, que él impulsa y ayuda a construir y la que modela y forma radicalmente la Costa Rica a partir de 1950.
La primera marcada profundamente por el liberalismo progresista y anticlerical de finales del siglo XIX que se proyecta hasta 1939, caracterizada por la consolidación del Estado Liberal.
La segunda, la de tránsito de ese liberalismo hacia una sociedad preocupada por la cuestión social y más solidaria, donde se sientan las bases y orígenes del Estado Social de Derecho, que resulta de los movimientos políticos que surgen, entre 1919 y 1935, que cuestionan el liberalismo clásico y el Estado Liberal, y proponen reformas sociales, como fueron los partidos Socialista de Costa Rica (1920), el Reformista (1923-1934), la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1930) y el Partido Comunista, a partir (1931) con su expresión electoral, Bloque de Obreros y Campesinos a partir de 1934, y el Partido Socialista Costarricense (1935).
La primera etapa fue resultado de un esfuerzo nacional de construcción propia, de visión nacional de desarrollo con fuerte compromiso de los sectores productivos y empresariales en la gestación de la economía nacional. Esto se acompañó, junto a la inserción en el mercado mundial, con una visión y necesidad de apertura a las inversiones extranjeras, que durante el último tercio del siglo XIX tuvieron un marcado carácter complementario de este desarrollo, pero a partir del Siglo XX fueron una amenaza a los propios intereses económicos de los productores y de los sectores políticos nacionales.
Los ejes de inversión extranjera de este período fueron por un lado los préstamos ingleses y, por otro, la colocación directa de capital norteamericano en áreas estratégicas de la economía, que no estaban en manos de los sectores nacionales, como fueron ferrocarriles y tranvías, medios de comunicación, electricidad, ciertas actividades productivas como minería y banano.
Ambas etapas caracterizadas por una ruralización de la vida nacional, bastante polarizada en sus sectores dominantes y de trabajadores, con pocas expresiones de surgimiento de sectores o clases medias y de inicio de las manifestaciones cotidianas de la vida urbana.
- La tercera, la que el proyecto político de Figueres, a partir de su gobierno de facto, durante 1948-1949, asegura, consolida y desarrolla institucionalmente haciendo válido este Estado y creando las condiciones para avanzar hacia la Costa Rica modernizante, de carácter más industrial, e incorporada de una manera más dinámica a las nuevas relaciones económicas y mercados internacionales.
José Figueres supo conjugar la experiencia de vida, de crecer y formarse en zonas rurales, vivir en la ciudad, de estudiar y trabajar en el extranjero, en los Estados Unidos, durante los años difíciles de la década del 20, y volver para trabajar y desarrollarse como empresario industrial agrícola, años en que forma su carácter y su visión del mundo, muy al margen de la vida política urbana, pero vinculado y preocupado por los problemas del desarrollo económico nacional.
Es la actividad política la que lo mete en la ciudad de un modo más permanente, aunque intermitente, pues cada vez que puede retirarse a su finca, La Lucha, a sus actividades agrícolas y al contacto social que ello significa así lo hace.
Eso le permite conocer con gran sensibilidad la idiosincracia campesina nacional, como una de las personas y políticos nacionales que mejor pudo expresarla en su lenguaje, su discurso y el modo de manifestarse. El campo le da sencillez a su vida y sus modales, le hace austero, lo acera para el trabajo en cualquier condición. Le forma disciplina, tenacidad, perseverancia, hábitos, y le traza constantemente derroteros a modo de gran innovador y experimentador.
Le enseña a trabajar con objetivos, metas y de manera planificada. También lo forma como un soñador, un idealista, un luchador utópico en muchos sentidos.
2. Los años de formación
El desarrollo económico de Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XIX costarricense, se expresó por la expansión de las actividades agrícolas, principalmente del café, hasta 1880, hacia la zona occidental del Valle Central, hasta la ciudad de San Ramón y, luego, hacia el este hasta la ciudad de Turrialba, Junto a esta expansión, también el cultivo de la caña, por el norte y el este del Valle Central, y el desarrollo de las ciudades y de la vida urbana. Estas actividades fueron suficientes para emplear la mano de obra nacional.
2.1 Transformaciones en Costa Rica a finales del siglo XIX
El desarrollo demográfico de ese siglo fue caracterizándose por un dinámico crecimiento, que en la práctica, cada veinte años duplicaba la población, pasando de 30.000 habitantes en 1800 a 350.000 en 1890 y menos de 600.000 en 1912, con una expectativa de vida de 30 años en 1800, de 35 en 1900 y 45 en 1943. Las inversiones extranjeras para la construcción del ferrocarril, minería, banano, electricidad y otras actividades estimularon los procesos migratorios laborales que alcanzaron más de 50.000 migrantes en la segunda mitad del siglo XIX, siendo uno de los procesos migratorios más grandes el español que en 1895-1896 hizo llegar 5.500 personas.
El período de 1890 a 1912 fue de gran transformación urbana y económica. Surge la gran propiedad agraria y capitalista, se desarrollan procesos industriales urbanos de cervecerías, jabonerías, textileras y telares, tipografías, industrias de refrescos, de talleres de ferrocarril, de tranvía y de puertos, de inicios de la electrificación, de la construcción urbana acelerada, y de grandes edificios, principalmente en la capital y las cabeceras provinciales del Valle Central.
Este período igualmente hizo surgir cambios empresariales significativos, haciendo surgir las modernas empresas, que superando los talleres artesanales dieron origen a las organizaciones industrial capitalistas y sociedades anónimas, pero también provocando el cambio en la organización obrero laboral dando paso de las sociedades mutualistas y de trabajadores a los modernos sindicatos.
La inversión extranjera del mismo modo había alcanzado gran desarrollo y despliegue. Con el inicio de la construcción del ferrocarril a la costa atlántica, en 1870, se estimularon a partir de 1884 los cultivos de banano, en la región atlántica y las explotaciones mineras en el norte del país, que dio origen al segundo ciclo minero nacional desde 1884 hasta 1926.
La actividad económica financiera igualmente se levantaba con varios bancos en manos de capital nacional y extranjero.
El proceso educativo hasta 1888 había estimulado la educación pública, con apoyo municipal y estatal, aseguró la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria desde 1869, y estimuló la enseñanza de mujeres después de 1847 y a partir de 1888 la fortaleció con la educación secundaria. Desde 1843 hasta 1888 impulsó la educación universitaria, con el establecimiento de la Universidad de Santo Tomás. A su clausura, en 1888, se mantuvieron activas las escuelas de Derecho, de Farmacia y Bellas Artes.
2.2 Bases para una cultura democrática nacional
La reformas educativas de 1882 establecieron la laicización de la enseñanza, las de 1885 y 1886 mejoraron los contenidos de la formación educativa, a partir de 1890 se orientaron a la mejor formación de profesores, y en la primera década del siglo XX estimularon la coeducación, y con la fundación de la Escuela Normal en 1914 fortalecieron la preparación de maestros, con compromiso social. Estas reformas constituyeron los pilares de la formación de los futuros ciudadanos que se desarrollaban en el auge de la República Liberal.
Las reformas liberales propiamente dichas, las grandes reformas jurídicas entre 1882 y 1888, el sistema de partidos políticos y de procesos electorales que surge a partir de 1889, crearon las condiciones para que a finales del Siglo XIX se consolidara una nacionalidad e identidad costarricense, se exaltaran valores y símbolos nacionales, acompañados de sentimientos de patriotismo y nacionalismo, y se formaran las instituciones claves de esta nueva realidad.
Ese año de 1889 el Presidente José Joaquín Rodríguez propone el reconocimiento de voto para la mujer, sin que se aprueba su inquietud, como parte de los nuevos acontecimientos políticos que surgen.
A esto se sumaban varios elementos claves de la construcción del Estado nacional y de la identidad costarricense:
Primero, el desarrollo de libertades individuales que se iba estableciendo y reconociendo en el proceso constitucional, base de la cultura democrática nacional, que aún bajo la conflictividad político militar y la crisis del constitucionalismo, en el período 1821-1871, se mantuvieron y desarrollaron.
Segundo, el control de los militares por los civiles logrado desde 1869, bajo el gobierno de Jesús Jiménez Zamora, afirmado luego en 1871, bajo el gobierno del General Tomás Guardia Gutiérrez, con el Código Militar y consolidado con la abolición de la pena de muerte en 1878 y 1882, ya con rango constitucional.
Tercero, la separación de la Iglesia y el Estado que se logra con las reformas liberales de 1884.
Cuarto, el fortalecimiento del régimen municipal, y de la división territorial administrativa, también bajo el gobierno de Guardia, que contribuye a una mayor distribución de poder y alivia la lucha por el poder político central.
Quinto, el establecimiento de una Constitución Política, la de 1871, que aunque muy presidencialista y centralista en el Poder Ejecutivo, permitió por su sistema flexible fáciles y constantes reformas que dirimió mucho el conflicto político militar, que había precedido el período, desde la Independencia hasta 1871.
Sexto, el vínculo e inserción en el mercado mundial, especialmente europeo, que había logrado estabilidad económica nacional y facilitaba, con lo anterior, la mayor estabilidad política de estos años.
Sétimo, el desarrollo de un sistema de partidos políticos y de participación ciudadana más activo a partir de 1889.
La cultura nacional, aparte del sistema educativo, estimulaba la gestación de producción de periódicos, de lectores de libros, revistas, nacionales y extranjeras, de formación de bibliotecas, la nacional, una obrera y de colegios, y la existencia de librerías.
Igualmente, hizo surgir una literatura nacional y un grupo de intelectuales y pensadores que, desde 1890, se fueron perfilando como un sector contestatario a los valores y la cultura dominante de carácter oligárquica burguesa y promotor de valores populares y obreros, por los que muchos de sus miembros asumieron, en los primeros años y décadas del siglo XX, compromisos en las luchas nacionales, patrióticas, obreras y antiimperialistas. Entre ellos destacaron los científicos Jiménez Rojas, Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge, José María Zeledón Brenes, Carmen Lyra, Omar Dengo. Pero, también, personalidades latinoamericanas como José Martí, con sus dos visitas al país, Ruben Darío, o Manuel Ugarte quien visitó Costa Rica en la década de 1910.
2.3 La alargada sombra colonial
El desarrollo principalmente de la actividad bananera, la fundación de la United Fruit Company, a partir de marzo de 1899, y los mecanismos que ejerció sobre los productores nacionales de la producción, muchos de ellos grandes y ricos empresarios cafetaleros, hizo surgir desde 1901 hasta 1936 una protesta sostenida de estos sectores contra las políticas de inversión y de contratos con empresas extranjeras, y de rechazo de sus cláusulas que fueran contrarias al interés nacional o que afectaran productores nacionales.
Así, desde 1901 algunos de estos grandes cafetaleros llevan a cabo denuncias contra el imperialismo en Costa Rica. Luego, durante el Gobierno de Cleto González Víquez (1906-1910), el diputado Ricardo Jiménez Oreamuno abanderado de estos sectores nacionales impulsa más estas luchas, que terminan con la participación de los sectores empresariales y oligárquicos en la oposición que llevan a cabo a la aprobación del Tratado de Comercio bilateral con Estados Unidos en 1936.
Igualmente, durante estos años, frente a la política del Gran Garrote y del intervencionismo militar y de aduanas, de los Estados Unidos en el Caribe, se desarrolla una gran cantidad de movimientos nacionalistas y antiimperialistas con importante participación, no solo de sectores obreros y populares sino también de los sectores intelectuales y de las clases altas, cultas y dominantes del país.
Acababa de pasar la guerra hispanoamericana, en la cual Estados Unidos disputaba a España las colonias de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, se adueña del territorio de Guantánamo en Cuba y había influido en la independencia de Panamá para apropiarse del canal, que inicia su construcción con la Independencia y termina en 1914, año que intervienen militarmente en Nicaragua, también con la intención de impulsar un canal, que tiene de fondo el Tratado Bryan Chamorro, que compromete seriamente la soberanía de Honduras, el Salvador y Costa Rica, motivo por el cual se llevó a pleito a la Corte de Justicia Centroamericana.
2.4 Un matrimonio catalán
En 1906, en este ambiente, con fuerte presencia de la migración española de finales del siglo XIX y de huelgas obreras, de 1901 y 1903, dirigidas por el español Juan Vera, que fue expulsado del país por ese motivo, a quien se asociaba a las corrientes anarquistas españolas, llegó a Costa Rica el Dr. Mariano Figueres Forges y su esposa, embarazada, Francisca Ferrer Minguela, conocida como Paquita, ambos de origen catalán y católicos. El médico, graduado en la ciudad de Condal, con gran cultura e ilustración; ella, maestra del Instituto Pedagógico de Barcelona.
Le aconsejaron para vivir la ciudad de San Ramón en el extremo occidental del Valle Central, apacible, rural, pero de gran contenido cultural e intelectual, pues había sido el reducto a finales del siglo XIX de los perseguidos políticos y liberales, intelectuales de gran valía como Julián Volio, que por extrañamiento eran confinados a ese lugar. Acepta como primer trabajo la Medicatura de Pueblo en esta ciudad, donde inicia sus actividades profesionales el Dr. Figueres, luego de lograr los reconocimientos de su título. A las pocas semanas de su llegada nace su primogénito, el 25 de setiembre de 1906, a quien llamaron José María, de ojos azules intensos. La formación intelectual y la cultura de sus padres contribuirá enormemente en la formación del niño y joven Figueres.
Le siguieron luego tres hermanos, dos mujeres, Luisa, nacida en San Ramón, y Carmen con su hermano menor Antonio, nacidos en San José.
Su infancia transcurrió en un hogar comedido, económicamente estable, sin indulgencia para la escuela, la ropa, o la mesa. Físicamente se desarrolló bien, pero bajo de estatura.
Aquí inicia sus estudios primarios y hace amigos que le fueron de por vida, especialmente Francisco Orlich Bolmarcich.
Cuatro años más tarde el Dr. Figueres se traslada a trabajar cerca de la capital, y en mayo de 1910 se establece por breve tiempo en Escazú y luego en Santa Ana, dos poblados al sur oeste de la capital, de tradición campesina. Su familia permanecía en San Ramón donde el niño José Figueres termina sus estudios primarios, nutriéndose de una educación que formaba valores para la acción ciudadana, la vida cívica, popular y la democracia.
Desde pequeño destacó su inteligencia, su capacidad reflexiva, su disciplina para la lectura y el estudio. Le llamó la atención las ciencias exactas, la matemática, la física y especialmente la electrónica y la telegrafía inalámbrica.
La vida en el campo le formó un carácter reservado, «sorprendentemente tímido» afirma su primera esposa Henrietta Boggs, que impedía una aproximación cercana, excepto para sus íntimos, y una expresión gestual intensa, especialmente en sus manos.
También le hizo ser parco en el hablar familiar, muchas veces monosilábico, le forjó una gran disciplina y control de sí mismo, el levantarse muy temprano, tomar un desayuno ligero y aprovechar el tiempo libre en la lectura. Le dio aureola de sinceridad, confianza y benevolencia, de sentido paternal y tradicional.
Finalmente, se traslada el Dr. Figueres a San José, donde estableció la Clínica Figueres, ubicada 75 metros al oeste de la esquina noroeste del parque Morazán, en el centro de la ciudad, a cien metros del cordón de talleres tipográficos e imprentas de la ciudad, a 50 metros de una modesta Librería y a 150 metros de la Biblioteca Nacional.