En cine y vídeo la palabra “animación” se utiliza generalmente para referirse a un tipo de ilusión óptica que deriva de imágenes dibujadas o generadas, más que de la fotografía en sí. ¿Pero alguien podría afirmar que el cine no está de alguna forma animado? A un nivel físico, las “moving pictures”, las “imágenes en movimiento”, como dieron en llamarse, no son más que eso: fotografías estáticas que, manipuladas de una determinada manera, consiguen transmitir una imagen ilusoria de movimiento, logrando extraer de la piedra de la stasis, la sangre de la kinesis. Pero la “animación” del cine es mucho más profunda y se hunde en un tiempo animista en el que los objetos inanimados se dotaban (de forma mutable e incluso mágicamente) de esencias espirituales propias. Curiosamente, el animismo del cine (y sus variantes tecnológicas) podría considerarse una continuación de antiguas creencias y costumbres que hallan sus raíces tanto en la naturaleza como en la conciencia humana; de hecho, incluso la palabra animación traza un arco semántico que parte del término indoeuropeo “aire” y abarca el viento, el aliento, la vida, la mente y el alma. En otras palabras, el cine posee un notable pedigrí.
Es precisamente la conciencia de este animismo fílmico, tanto físico como espiritual, enraizado en la conciencia colectiva y personal, del-momento y del-pasado, lo que conforma el sello de la práctica de Apichatpong Weerasethakul, sea esta cinematográfica (que le ha otorgado reconocimiento internacional como uno de los autores más innovadores y de mayor talento del cine contemporáneo), o planteada dentro del ámbito del arte contemporáneo, como en las obras más recientes que se pueden ver en la Galería Elba Benítez. Bajo el título de Fiction, la exposicón presenta una selección de trabajos en varios formatos (vídeos, fotografías, obra sobre papel y una instalación) que desde múltiples perspectivas ofrecen una visión privilegiada de la concepción lírica e idiosincrática de la obra de este artista tailandés, que armoniza los mundos visibles e invisibles a nuestro alrededor.
Photophobia — una serie de cuatro impresiones tomadas del dibujo y el collage — marca el umbral de la exposición. Están basados en las masacres políticas de las zonas rurales del sur Tailandia y sirven de entrada a las representaciones de los fantasmas y los sueños que encontramos a continuación. Pasando a la sala principal de la galería, encontramos una pantalla transparente suspendida; la noche, luz fluorescente; zumbido y movimiento de insectos; una mano escribiendo sobre un libro en blanco, escribiendo e intentando registrar un sueño. La imagen envuelve al espectador mientras se proyecta sobre todas las superficies: insectos, mano y luces se deslizan atravesando el suelo; se produce una colisión entre sueño y vigilia. ¿Y el título de la obra? Fiction. Cruzando el espacio se llega a una secuencia de cinco vídeo-diarios proyectados en forma de miniaturas silentes. Tres de ellas son sueños, sueños contados y escenificados por Jenjira y Sakda, que han trabajado en las películas del artista desde hace veinte años. Estas tres ventanas al subconsciente quedan enmarcadas, en un extremo, por la reflexión visual sobre un relieve pétreo de Sarit Thanarat, el primero de una serie de generales que durante los últimos ochenta años ha ocupado el poder en Tailandia. En el otro, por Home, dos felices minutos en compañía del gato del artista. Aunque todas las obras son mudas, la voz del autor nos llega tan poderosamente que casi podemos oirla. Podría decirse que estamos soñando; o sea, otro notable pedigrí.
(Anthony Reynolds y George Stolz)
Apichatpong Weerasethakul (Tailandia, 1970) ha desarrollado una técnica fílmica lírica e innovadora que hunde sus raíces en la tradición cultural y contexto social de su país de origen, aunque también se inscribe en la historia del cine internacional de vanguardia. Apichatpong es en esencia un narrador pero sus historias suelen ser fragmentarias y no lineales, moviéndose libremente dentro del ámbito de los recuerdos, los sueños, los espíritus y el viaje a través del tiempo. Además de sus películas, Apichatpong ha desarrollado una práctica paralela como artista visual, con instalaciones, fotografías, performances, y trabajos multidisciplinares que han sido expuestos en museos y eventos de arte contemporáneo de todo el mundo. Apichatpong ha expuesto de forma individual en el Oklahoma City Museum of Art (2018), el Contemporary Art Centre (CAC) (Vilnius, 2018), el Museum of Contemporary Art and Design (MCAD) (Manila, 2017), el Volksbühne (Berlín, 2017), The Art Institute of Chicago (2017), la Tate Modern (Londres, 2016), Para Site (Hong Kong, 2016), Top Museum (Tokyo, 2016), el Asian Arts Theatre (Gwangju, 2015), HangarBicocca (Milán, 2013), el Stenersen Museum (Oslo, 2012), The Irish Museum of Modern Art (Dublín, 2011), el New Museum (Nueva York, 2011), el Haus der Kunst (Munich, 2009) o el Musée d'art moderne de la Ville de Paris (2009). Su trabajo ha sido incluido en numerosas bienales y eventos de arte, entre otras la 11a edición de la Sharjah Biennial (2013), que le otorgó el premio de la bienal; dOCUMENTA 13 (2012); la 3a edición de la Guangzhou Triennial (2008); la 5a Asia Pacific Triennial of Contemporary Art (APT5) (2006) y la Taipei Biennial 2004. Sus películas han alcanzado el reconocimiento de la crítica internacional, recibiendo dos premios del Festival de Cannes, entre ellos la Palma de Oro en 2010. Asimismo, ha sido galardonado con el Premio Fukuoka (2013) y el Yanghyun Art Prize (2014.) Su obra forma parte de colecciones de importantes museos como la Tate Modern (Londres), The Museum of Modern Art MoMA (Nueva York), Busan Museum of Art o el Musée d'art moderne de la Ville de Paris.
Fiction ha sido organizada en conjunto con Anthony Reynolds Gallery, Londres.