La ONG nicaragüense, Comisión Permanente De Derechos Humanos (CPDH), en su publicación Educación en Derechos Humanos, expresa como definición de los mismos:
«Son todas las condiciones imprescindibles que necesita la Persona Humana para poder utilizar plenamente todas sus facultades y capacidades intelectuales y físicas y satisfacer todas sus necesidades espirituales y materiales. Siendo tan importantes, tan esenciales y tan fundamentales que sin ellas no podemos vivir como seres humanos. Dichos Derecho Humanos los tenemos todos y cada uno por el solo hecho de ser Personas o seres humanos, nacen de nuestra propia naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de Dios. No son regalo de ningún Gobierno».
Dicho lo anterior, creemos que ningún concepto epitomiza una mayor contradicción a ello que el de la pobreza. Esta condición aflige a grandes sectores de nuestras poblaciones y demanda su erradicación. El combate contra la pobreza será nuestro tema en esta oportunidad y el cual desde ya definimos como de responsabilidad ineludible y prioritaria del Estado de cada país, pues el bienestar aspirado para cada ser humano debe ser esencial a toda acción de gobierno.
Responsabilidad que, si bien el Estado no puede evadir, debe ir acompañada de una importante Participación Ciudadana de parte de los sectores que se quiere beneficiar, evitando así que se torne en una actividad meramente paternalista o populista, en la que en el fondo se trata de imponer un determinado modelo de sociedad sin tomar en cuenta las reales necesidades fundamentales de la población, sus aspiraciones más sentidas y su elemental Derecho Humano a decidir y orientar su propio destino. Es decir, que el combate o la lucha para superar la pobreza debe ser una tarea de todos, plena de solidaridad y que pretenda involucrar en ella a todos los sectores de una determinada comunidad.
La Comisión Económica Para América Latina y El Caribe (CEPAL), organismo económico especializado y regional de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha venido remarcando reiteradamente como la desnutrición, especialmente al nivel infantil, la subalimentación, la vivienda insalubre, el analfabetismo, entre otras carencias que afectan a millones de personas, son una afrenta a los avances científicos y tecnológicos que desarrolla la humanidad. Pero en la mayoría de las sociedades actuales, éstos tienden a quedarse concentrados en pequeñas minorías de la población, dejando al resto—que normalmente es la gran mayoría—fuera de los beneficios de esos avances. En lo que se ha denominado una marginalización de grandes mayorías poblacionales que, aunque aportan a la producción de riqueza nacional, no logran obtener el fruto necesario que de esa riqueza debería corresponderles para poder ir aliviando progresivamente sus condiciones infrahumanas de vida actual.
Es así como la Asamblea General de la ONU aprobó como primer Objetivo De Desarrollo Sostenible (ODS), Poner fin a la Pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
Objetivo que conlleva el compromiso de los países signatarios de reducir para el año 2030 al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños de todas las edades que viven en la pobreza. Según este primer Objetivo se pondrán en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de protección social para todos, y lograr para el año 2030 una amplia cobertura de los sectores pobres y vulnerables de cada país.
Además, se les garantizarán los mismos derechos a los recursos económicos, así como acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control de las tierras y otros bienes—incluyendo los recursos naturales, las nuevas tecnologías y los servicios financieros—y en especial la microfinanciación.
Este Objetivo también incluye la posibilidad de promover y garantizar una movilización importante de recursos procedentes de diversas fuentes—incluso mediante la mejora de la cooperación para el desarrollo, a fin de proporcionar medios suficientes y previsibles a los países en desarrollo para poner en practica programas y políticas encaminados a poner fin a la pobreza en todas sus dimensiones. Con el fin de apoyar la inversión acelerada en medidas para erradicar la pobreza, propone la creación de marcos normativos sólidos sobre la base de estrategias de desarrollo en favor de los pobres.
Lenguaje éste de carácter diplomático y por tanto cuidadoso en cuanto a no afectar en forma alguna los intereses particulares de cada Estado miembro y signatario de estos acuerdos que, académicamente, tienen el carácter de obligatorio cumplimiento.
Para una mejor comprensión del problema recurrimos a un estudio de la CEPAL sobre este tema, publicado en 1985, pero en nuestra opinión con mucha vigencia actual en nuestros países, y denominado La Pobreza en América Latina: Dimensiones y Políticas, que en su Tercera Parte: Reflexiones Finales, formula una serie de proposiciones que tienden a provocar cambios permanentes en la estructura y funcionamiento de las economías nacionales y a corregir desigualdades extremas que afectan a grupos especifico de la sociedad.
Expresando dicho estudio:
«Las transformaciones de carácter económico, político y social que es preciso realizar para superar la pobreza significa una ruptura con los estilos de desarrollo que han caracterizado la mayoría de las experiencias de los países latinoamericanos (...) suponen la transformación del sistema en el marco de una economía mixta, con propiedad pública y privada, en que no se den las desigualdades económicas y sociales extremas que han acompañado a la formas capitalistas en los países en desarrollo, y se respeten los derechos esenciales del hombre en un sistema democrático con posibilidades de alternancia en el poder de los distintos partidos políticos…».
Pero, previene el estudio, esta tarea no es fácil ya que todo proceso de cambio pasa por enfrentar contradicciones económicas, políticas y sociales emanadas de diversos sectores de la sociedad que ven de una u otra forma cómo sus privilegios y/o intereses son afectados—o incluso amenazados—por las nuevas medidas, sobre todo si las mismas cuentan con el apoyo de un gobierno comprometido con ir avanzando en la lucha permanente por superar la pobreza.
Entre las proposiciones hechas en el estudio de la CEPAL, cabe mencionar lo siguiente:
«Este cambio se expresa en transformaciones estructurales que refieren principalmente con la desconcentración del poder económico; con la realización de una Reforma Agraria; con modificaciones en la estructura de propiedad y de gestión del sistema financiero; con el aumento del acervo y productividad de los activos que poseen los pobres y con la extensión de la organización para la participación social y política de los grupos marginados [...]. Además de una reforma tributaria que será necesario poner en práctica para reducir los consumos privados y para proveer al Estado de los recursos que necesita para satisfacer las necesidades básicas de la población [...]. Basta un examen superficial para llegar a la conclusión de que en la mayoría de los casos la estructura administrativa del Estado no es adecuada para atender tales necesidades [...]. Aun en las funciones más tradicionales del Estado como son la administración de justicia y la protección de las personas, son precisamente los más pobres los que se encuentran más indefensos frente al atropello de sus derechos y más desamparados frente a la acción de los delincuentes [...]. En resumen a la oferta insuficiente de servicios básicos se agrega la organización inadecuada para procesar estas demandas especiales de los más necesitados que deberían ser objeto de una atención preferente y especializada».
Es necesario actuar con moderación de forma tal de que las oposiciones de diversos sectores, que se sienten amenazados o afectados directamente, no reaccionen con mayor radicalización en tratar de impedir la implementación de las medidas y transformaciones referidas.
En todo caso, quisiéramos enfatizar este problema de la pobreza como el foco más sólido de negación de la efectiva aplicación de los Derechos Humanos en las mayorías poblacionales. Para ello cito al analista político chileno Gustavo Lagos Matus, quien textualmente expresa en una publicación del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile (1996):
«El elemento más negativo del sistema internacional es el enorme déficit de solidaridad que existe en él. Más de 1.100 millones de personas se debaten en la pobreza y el hambre hace estragos en muchas regiones del planeta [...]. No obstante el inusitado avance científico y tecnológico, la globalización de la economía mundial y la preeminencia del mercado como principal asignador de recursos, profundas desigualdades de todo orden dentro y entre las naciones continúan subsistiendo y aún más se han agravado en los últimos treinta ».
Citando al Doctor Lagos, un estudio de la CEPAL, La Cumbre Social: Una visión desde América Latina y el Caribe (1993), nos dice:
«Según la CEPAL, el profundo deterioro de la situación social ha tenido numerosas manifestaciones, tales como el aumento del porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan, las mujeres que se incorporan a la fuerza de trabajo en condiciones discriminatorias y los altos niveles de desempleo entre los jefes de familia [...]. Estas situaciones han sido más dramáticas en el caso de las familias de más bajos ingresos, quienes viven en áreas periféricas cada vez más distantes de sus lugares de trabajo... áreas frecuentemente carentes de los servicios urbanos básicos, como agua potable, alcantarillado, energía eléctrica y transporte publico [...]. Expresiones de este estado de cosas son el aumento de la migración internacional y la escalada de la delincuencia, sobre todo en las zonas urbanas…persistiendo así o agravándose fenómenos como la marginación, la exclusión, la extrema pobreza, la desigualdad y la intolerancia».
Refiriendo finalmente que en dicha Cumbre Social se logró, entre otros compromisos, el de:
«Promover la integración social fomentando las sociedades estables, seguras y justas y basadas en la promoción y protección de todos los derechos humanos, así como en la no discriminación, la tolerancia, el respeto de la diversidad, la igualdad de oportunidad, la solidaridad, la seguridad y la participación de todas las personas, incluidos los grupos y las personas desfavorecidos y vulnerables».
Pero, podemos preguntarnos: ¿en qué afecta la pobreza el ejercicio de una plena vigencia de los Derechos Humanos?
Aquí me refiero a la Comisión de la ONU encargada de redactar lo que ahora conocemos como la Declaración Universal de Derechos Humanos, que ante la oposición de algunos países a incorporar en dicha declaración temas políticos y sociales exclamara uno de los miembros: «¿De qué sirve hablar de derechos a personas con el estómago vacío?».
Uno puede reflexionar, por ejemplo, en lo más elemental: el Derecho a la Vida. Habría que conocer los índices de mortalidad infantil, de mortalidad materna al momento del parto, y los daños a la integridad física y mental que produce la desnutrición a toda edad.
¿No habría también que pensar en los Derechos a la Salud y a la Educación, para quienes viven en regiones rurales que no cubren los servicios de salud o educación nacional, no hay Centros de Salud cercanos, no hay Escuelas?
Pero entonces, ¿hay que también pensar en de qué sirven los derechos económicos de movilización para los que no pueden pagar las tarifas del transporte, sea este público o privado? ¿Y qué de los derechos de expresión al analfabeto? El listado continúa, pero, creemos, las muestras referidas son suficientes.
Es así como en su Declaración Final la Cumbre Mundial Sobre Desarrollo Social, celebrada en septiembre de 1994, expresa textualmente:
«...tememos que esta crisis social, cultural y moral que afecta a nuestros países en formas muy diversas, pero a la que nadie escapa totalmente, ponga en peligro las instituciones democráticas y el respeto de los derechos fundamentales de las personas».
Debemos tomar en cuenta también que este tema de los Derechos Humanos es y será siendo controversial pues en diversos países su efectiva promoción y protección chocarían con la realidad política y económica interna al país. Por ejemplo, ¿cómo pensar en igualdad de género en algunos países árabes o de mayoría musulmana? O, ¿cómo pensar en libertad de expresión y otros derechos políticos en países con diversas formas de poder autocrático, centralizante y excluyente?
Evidencia de ello lo encontramos en el no cumplimiento de los originales Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados para ser cumplidos al llegar al 2015. Fecha que transcurrió sin que algún país lograra reclamar el mérito de haberlos cumplido a cabalidad y estableciéndose solo ciertos porcentajes de cumplimiento en algunos de dichos Objetivos.
Como el relativo a la reducción de la pobreza que se logró destacar por los millones de ciudadanos de la República Popular China que salieron del marco de la pobreza con las reformas económicas que dicho país implementó en su ruta hacia una economía de mayor libertad de mercado. A lo que se agregaron los millones de brasileños que también superaron los índices de pobreza con los programas sociales impulsados durante los dos períodos de gobierno izquierdista del Presidente Lula.
Pero mientras esas disminuciones ocurrían, al mismo tiempo otros millones de personas ingresaban al ámbito de la pobreza a consecuencia de conflictos bélicos regionales y nacionales, desastres naturales, y en algunos casos los efectos del resurgimiento de sentimientos xenofóbicos y excluyentistas—hemos visto solo en los últimos meses desastrosos peregrinajes migratorios, donde personas sufren todo tipo de violaciones a sus Derechos Humanos durante su éxodo, además de las presiones económicos y sociales impuestas en los países donde buscan refugio.
Es pues el tema de los Derechos Humanos un tema vigente y pendiente, una especie de deuda social, que en palabras del analista Chileno que hemos citado, Gustavo Lagos, requiere de un esfuerzo conjunto de todos los sectores de la sociedad, desarrollando una Cultura de los Derechos Humanos que pasa por un renacer de esa Solidaridad Social que pareciera haberse desvanecido en las últimas décadas del desarrollo humano.
Tal como lo señalara el Considerando Cinco del Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos hace ya 70 años—y que consideramos de plena actualidad—que dice así:
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad…