La exhibición Clouds and Tears irradia desde lo que el artista Michael Sailstorfer ha nombrado como un «gato solar». Dispuesto en una viga, el animal inclina sus ojos cerrados hacia una luz de neón como si absorbiera su energía estática. La quietud meditativa generada por el felis silvestris fundido en aluminio, refleja la experiencia de conciencia pura alrededor de la cual Sailstorfer ordena su versión poética y metafísica del universo.
Máscaras que estilísticamente nos remontan al arte africano y de Oceanía, o a robots post-apocalípticos, circunvalan este momento de introspección-felina. Objeto usado tanto para disfrazar como para transformar ceremonialmente, la máscara enfatiza la identidad individualizada del usuario a través de su ocultamiento. Estas máscaras son fundidas con arena en aluminio, bronce o hierro de figuras de cartón modeladas rápidamente, en un proceso que conserva las texturas de los modestos materiales. Las marcas visuales de sus orígenes efímeros son así preservadas, produciendo capas de significados vis a vis la pátina de sus cualidades físicas.
Al salirse del centro, Sailstorfer nos lleva de la conciencia a la identidad, y por último al tiempo, cuyo ineludible escape es registrado por el giro de la llanta en Zeit Ist Keine Autobahn-Mexico City. Esta llanta de automóvil conectada a un motor, gira a máxima velocidad recargada contra la pared blanca de la galería. Incapaz de moverse espacialmente, la llanta se inmola en cámara lenta, arrojando partículas y un olor a caucho quemado que reafirma su omnipresencia a lo largo de la galería. Invisible pero perceptible, el olor actúa como referencia alegórica al paso del tiempo, cronometrado por la destrucción de las huellas de desgaste de la llanta. ¿Es el tiempo una fuerza destructiva o una transformativa que permite que la llanta trascienda sus límites físicos?
Finalmente, más allá de la órbita del tiempo, dos obras que comprimen el orden final de peso o gravedad –la fuerza que une universos–: Tränen [Lágrimas] y Wolken Monclova [Nubes Monclova]. La primera es un video de tres lágrimas de hierro de dos toneladas cada una que caen encima de una casa en Bavaria, reduciéndola a polvo y ruinas a través de golpes destructivos. Mientras tanto, la instalación en sitio específico Wolken Monclova importa metafóricamente el cielo pesado de Berlín a la Ciudad de México por medio de enormes nubes negras hechas con cámaras de neumáticos de camión enroscadas entre sí.
Ambas obras exponen una apabullante caricatura que no extingue de inmediato el peso de su tristeza. Con simplificaciones formales poco realistas y exageraciones, embisten el centro de la sensibilidad poética de Sailstofer. En estas obras manipula el rechazo del Antropoceno para revelar una profundidad emocional y la complejidad de las tendencias destructivas de la humanidad. Entonces muestran la destrucción como un medio para revelar los caminos a un nuevo orden que cambie la orientación del entendimiento ontológico hacia uno que es simplemente, y no por eso menos radical, no centrado en el ser humano.