Esta exhibición tiene su origen en una reflexión abierta sobre las tendencias actuales que se incorporan y se extienden a la noción de pintura contemporánea. La multiplicidad de obras y métodos de trabajo que componen esta muestra hacen evidente la inestabilidad que existe en términos formales al hablar de pintura, pero al mismo tiempo, sobre cómo esta variedad deviene en múltiples reflexiones, ya no sobre el medio —o bien el dispositivo del “cuadro”— sino sobre la expresión pictórica en sí. Nos encontramos con prácticas artísticas que han rebasado los límites del lienzo y que formulan preguntas distintas respecto a la manera en la que vemos el mundo y lo representamos. ¿Cómo entender entonces a la pintura en estas nuevas circunstancias? ¿Qué significa en realidad pintar hoy? Con esta exposición nos acercamos a tantas respuestas como sea posible con el trabajo de Elsa-Louise Manceaux, Michael Conrads, James Benjamin Franklin, Javier Areán, Sebastian Black, SANGREE y Néstor Jiménez.
Para establecer una relación con las piezas que forman parte de esta muestra hemos de referir a la ensayística personal desde la cual se están pronunciando estos artistas frente a la idea de pintura contemporánea. Elsa-Louise Manceaux, por ejemplo, entiende la pintura como una manera de ir más allá de las múltiples referencias que tenemos debido al flujo constante de imágenes. Sebastian Black, por su parte, aborda preguntas sobre lo que significa la pintura abstracta y cómo puede leerse hoy en día; desde un humor peculiar, los títulos de sus obras sugieren momentos que se insertan en la narrativa cotidiana y que plantean una posible guía de lectura para cada obra. Finalmente, Javier Areán construye imágenes figurativas que cuestionan su propia naturaleza y su relación con el entorno histórico y social en que se insertan. Cada una de estas propuestas cuestiona las condiciones de la pintura contemporánea que, como se mencionó al principio, pueden no limitarse al formato tradicional del lienzo. Bajo esta lógica creativa se localiza el trabajo de James Benjamin Franklin, quien crea soportes para sus piezas utilizando tela de yeso, mallas de alambre, arena y acrílico, entre otros materiales; lo cual le permite generar formas desiguales que dialogan con los objetos y las relaciones que podemos tener con ellos. Por su parte, SANGREE presenta algunas piezas cercanas al bajo relieve en placas de ultracal en las que modifican o reinterpretan ciertos íconos prehispánicos. Estos soportes cuestionan también las perspectivas desde las cuales leemos las obras, como podemos ver en las obras que presenta Michael Conrads, quien agrega otra capa de significados a las pinturas a través de un dibujo mural in situ que funciona como una suerte de matriz para su obra y como mediador entre las pinturas mismas y la realidad.
La exposición cierra con un proyecto especial de Néstor Jiménez en el cuarto de video. Su trabajo, como un gesto político desde la pintura, aborda la relación entre los procesos de destrucción, construcción, distorsión y propagación del pensamiento Marxista-Leninista en las estructuras sociales de la periferia oriente de la Ciudad de México, para lo cual retoma y analiza la iconografía utilizada por los movimientos populares de insurrección de los años 80.
El título de la muestra hace referencia a la serie homónima realizada por Barnett Newman entre 1966 y 1970. El pintor estadounidense se interesaba por provocar en los espectadores el mismo impacto que la pintura había tenido en él: el sentimiento de su propia totalidad, de su propia separación, de su propia individualidad. En este sentido, la exposición se configura como un ensayo que reflexiona a propósito de las formulaciones conceptuales y técnicas de lo pictórico hoy en día. La inquietud que guía el recorrido de la muestra no es pues la pertinencia de la pintura en el marco de lo contemporáneo sino una reflexión abierta sobre qué tipo de propuestas pictóricas permiten generar nuevas experiencias en el mundo actual. Cada una de las obras que se presentan en Who’s Afraid of Red, Yellow and Blue es una afirmación de la materialidad de la pintura, y refleja las distintas posibilidades que tiene esta expresión para insertarse en el discurso del arte contemporáneo. Como menciona David Joselit, “el cuerpo pictórico se somete a infinitas dislocaciones, fragmentaciones y degradaciones”, desdibujando límites y posicionándose siempre fuera de sí.