Hace apenas un año se suspendió un estudio médico que supondría un gran avance en los métodos anticonceptivos, una supuesta «píldora masculina», aunque en forma de inyección. Este fármaco que pretendía que la responsabilidad sobre la contracepción recayera por igual en ambos sexos ha visto frenado su avance al suspenderse el estudio por los efectos secundarios sufridos por los participantes en el mismo.
El estudio se suspendió debido a que los participantes notificaron un aumento del acné (casi la mitad de ellos), cambios de humor o aumento de la libido. Participaban en este estudio 320 hombres y se notificaron más de 1.400 acontecimientos adversos. Los responsables del estudio consideraron que los efectos secundarios eran más importantes que el hecho de que, al parecer, la inyección anticonceptiva funcionase bien a la hora de reducir la producción de esperma.
Muchas mujeres podrían pensar que estos efectos adversos no son nada comparados con los de la píldora, que se comercializa desde la década de los sesenta: cefaleas, aumento de peso, cambios de humor, coágulos, ansiedad, etc, y que, sin embargo, se vendió sin problemas. Si bien es cierto que los avances en medicina han llevado a que este fármaco haya evolucionado y que en la actualidad el contenido hormonal sea menor por lo que se reducen estos efectos secundarios, pero aún existen.
Que el estudio se parase lleva, de nuevo, a que toda la responsabilidad sobre el control de la fertilidad recaiga solamente en las mujeres, siendo ellas las que tienen que someterse a tratamientos hormonales, cosa que parece poco práctica si tenemos en cuenta que una mujer es fértil durante cinco o seis días al mes, mientras que los hombres son siempre fértiles. Lo más lógico para el control de los nacimientos sería reducir en los hombres la producción de esperma, que no está condicionada por ciclos al contrario que la ovulación femenina.
Cualquier tratamiento hormonal conlleva una serie de efectos secundarios, pero cabría aquí plantearse por qué se consideró que los hombres no tienen que vivir con ellos, pero las mujeres sí. Esto se debe sobre todo a un trasfondo cultural en el que todavía se entiende que la responsabilidad sobre la planificación familiar es un asunto exclusivamente femenino, puesto que son ella las que se quedan (o no) embarazadas.
No cabe duda de que la píldora supuso una revolución y una transformación de la libertad sexual de la mujer que por fin pudo decidir cuándo quería tener hijos o si quería tenerlos. Además, muchas mujeres toman este anticonceptivo por los beneficios adicionales, como la disminución del sangrado y de los síntomas premenstruales. Pero parece ser que hasta que no exista una mayor demanda por parte del género masculino, los métodos anticonceptivos que se destinen única y exclusivamente a los hombres no verán la luz.
Tal vez deberíamos pensar que ya es hora de que los hombres tomen las riendas de su fertilidad y que no vean limitadas las formas de evitar tener hijos a los preservativos, que pueden fallar, o la vasectomía, un método quirúrgico irreversible.