La exposición Formasobrefondo propone una revisión de la estética formalista contemporánea. Esta muestra colectiva se sustenta en la disolución de la dicotomía formalismo/conceptualismo. El título es en sí un juego respecto al esquema de visualización modernista de figura sobre fondo. En ese sentido, es un texto tautológico que describe este esquema de la visualidad al tiempo que las letras que lo conforman se con- vierten en “formas sobre fondo”. Por medio de este enunciado, la exposición muestra relaciones diluidas entre las formas y los conceptos, la abstracción y la sintaxis.
En tanto corriente artística y filosófica, el formalismo se ha emparentado al romanticismo y la estética ide- alista, al precepto de l’art pour l’art [el arte por el arte] –acuñado por Victor Cousin y Edgar Alan Poe–, como también a las diversas tendencias de la abstracción geométrica. En sus inicios, se trató de una tendencia que se oponía al realismo (o la imitación de la naturaleza), para reivindicar un modelo estético supeditado a la revolución burguesa del siglo XIX, mismo que con el tiempo derivaría en múltiples variantes de la máxima kantiana que entendía al arte como una actividad desinteresada, o bien, una finalidad sin fin.
A finales del siglo XIX, el formalismo dio pie al avance de metodologías historiográficas cientificistas, vincu- ladas al advenimiento del positivismo lógico. Ligado al contexto de la llamada Escuela de Viena, este modelo de teorización suponía la edificación de un campo disciplinar autónomo; o bien, una historiografía no suped- itada a la política, la religión o la economía, sino a su propio objeto o concepto, esto es, la experiencia de lo formal en los objetos artísticos.1 Desarrollado por teóricos reconocidos como Fiedler, Von Marées, Riegl, Hildebrand y Wölfflin, hasta Gombrich y el estadounidense Greenberg, las diversas vertientes del formalismo coincidían en la defensa a ultranza de la autonomía del arte. Durante el siglo XX, los preceptos historiográfi- cos formalistas que proponían estudiar la evolución de las formas como una actividad interna a su propia disciplina, fueron puestos en tela de juicio con el arribo del giro lingüístico de la mano de la teoría semiológi- ca de Ferdinand de Saussure, el estructuralismo, el posestructuralismo y la hermenéutica, entre otros mod- elos de pensamiento crítico orientados por la teoría marxista y el psicoanálisis.
Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, el formalismo empezó a generar cuestionamientos respec- to a su aparente distanciamiento del campo social. Lo que iniciara como una disyuntiva entre la filosofía hegeliana que entiende al arte como la manifestación sensible del espíritu (concepto) en contraposición a la forma sensible, hoy día se comprende como una expresión negativa. Con la llegada del arte posconceptual- ista en la década de los noventa, los procedimientos artísticos se multiplicaron, creando un coro de voces heterogéneo cuya disonancia global bebe desde las fuentes constructivistas hasta las minimalistas, como también del arte conceptual analítico y de muchas otras formas de politización estética que se desarrollaron después de 1968. En esa atmosfera de teorización estética, hemos olvidado que del formalismo también se desprenden teorías ligadas al constructivismo lingüístico y a la historia de las imágenes, de tal suerte que su impulso inicial hoy día se subsume a la apertura de su autonomía hacia otros campos de enlace entre la producción cultural y la visualidad.
A partir de las problemáticas aquí evidenciadas, esta exposición cuestiona la frontera entre las tendencias formalistas y las conceptuales. Esta muestra parte de una pregunta: ¿qué concepto, imaginario o afecto, le da a la forma su contenido? Así se revisa un repertorio de propuestas estéticas que, al examinar la relación de las formas con la imagen, la textualidad y lo social, traen a la vista una reformulación del legado formal- ista constructivista. También propone reflexionar sobre cómo la noción de autonomía se ha replanteado de la mano de nuevas estrategias conceptuales que han trastocado los preceptos del formalismo estético, en una época en que las formas y afectos tienen como fondo o concepto al mismo entramado económico, so- cial, histórico e institucional del cual emergen.