«Hice un nuevo perfil en una red social. Completé los formularios pertinentes; puse mi “nombre”, mi “edad”, mi “procedencia” y agregué algunas fotos un tanto genéricas. Situé mis intereses personales, lugares que me gustan, envié solicitudes de amistad a varios conocidos y todos ellos aceptaron. Hablo con ellos a menudo durante todo el día por el chat privado, embebido dentro de la misma red social por simple “comodidad”.
»Pero hay un detalle: ese que habla con ellos no soy yo precisamente; en realidad, no es nadie, y nunca quiero que ese “desconocido”, al que yo manejo a mi antojo, salga jamás de esa “oscuridad”, ni se pueda volver real».
De acuerdo a las legislaciones de distintos países, lo anterior es un claro ejemplo de algo conocido como “suplantación de identidad” y es altamente punible por la ley. Sin embargo, también podemos observar muy claro, el deseo del “anónimo” (o suplantador) por ocultarse a toda costa, aunque tome el camino de la impostura “ilegal”.
Hay una eterna discusión sobre la objetividad del anonimato, porque sin lugar a dudas, es una navaja de doble filo que usan muchos atacantes para camuflarse y ejecutar acciones ilegales. Además, es el “arma matter” y predilecta de los trolls abundantes en esta era, los cuales pululan por los sitios 2.0. Decimos que en internet no debería haber anonimato, que puede entorpecer procesos legales, pero tristemente en un mundo sumergido por la cultura del acoso (o stalkeo), en donde lo que digan tu perfil y amistades de Facebook, tus fotos con filtros exuberantes de Instagram, o tus tweets, determinan tu vida real más allá de lo que eres (y, sobre todo, quién eres). ¿No debería ser imparcial y justo el anonimato y de paso garantizarnos un posible derecho al olvido, si así lo deseáramos? ¿Por qué se obliga a hacernos públicos, sabiendo que una estructura tan peligrosa, como lo es Internet, demanda que cuidemos nuestra privacidad a toda costa?
Pese a existir diversas justificaciones plenamente legales, el desarrollo de una investigación policial sería aceptable, en su lucha diaria contra la criminalidad, la delincuencia organizada o incluso, el terrorismo, eso no debe ser suficiente para limitar el derecho fundamental del anonimato, y es que en esta sociedad martajada por la era digital, la costumbre siempre se emplea para que el anónimo sea perpetuamente un atacante y nunca el vulnerable o el defensor.
El anonimato como derecho está constantemente asediado en primer lugar, por estrategias erróneas, y actualmente está pasando a ser considerado como una amenaza latente para los regímenes autoritarios y controladores; a ser incluso perseguido en estados que en teoría son democráticos, con fines diversos en contexto, desde erradicar ideas peligrosas dirigidas para un determinado grupo, hasta poner fin a ofensas evidentes, como la pornografía infantil o el asesinato.
Considerar el anonimato como una amenaza es un error por múltiples razones.
Primero, suponerlo como una enorme libertad para ejercer con total impunidad, todo tipo de abusos, utilizando esta supuesta “invisibilidad” es una falacia, pues aunque en muchísimas ocasiones eso suceda, esto no implica absolutamente ningún tipo de nexo causal. La utilización de white listing, el bloqueo dinámico de IP’s y controles restrictivos permiten parar/restringir la “violencia digital” en la red. Paulatinamente, estos malos comportamientos desaparecen o disminuyen de las plataformas, lo cual no es en principio un problema derivado del anonimato, sino de un manejo del entorno mal ejecutado, moderaciones deficientes, criterios inadecuados, políticas inexistentes o tolerancia mal entendida.
El siguiente error es no entender el valor del anonimato como una vía bajo la cual pueden manifestarse expresiones de vital importancia para la sociedad. Nos importa el anonimato en línea y fuera de línea, porque permite a los individuos formular opiniones impopulares, observaciones honestas y quejas que, de lo contrario, no serían escuchadas. Permite evitar represalias potencialmente violentas de aquellos que puedan sentirse ofendidos, y desempeña un papel central en la lucha para exponer los crímenes y abusos de poder, que desafortunadamente siguen existiendo en pleno siglo XXI. El anonimato puede ayudar a proteger a un orador de la falacia lógica ad hominem (responder a argumentos atacando a la persona, en lugar del contenido de sus argumentos).
Y mi último error enumerado en este texto es, paradójicamente, creer que el anonimato existe. Así es; la verdad es que este concepto, al menos en el argot de Internet, es una utopía francamente muy difícil de alcanzar. Ser anónimo en la red no resulta para nada sencillo (y por esa misma razón exhorto a mis lectores a no cometer ninguna acción de “dudosa moral”, utilizando Internet de por medio, pues definitivamente van a dejar un rastro con el que los pueden ligar, con efectos incondicionales de no repudiación) y es algo que mucho troll no sabe. Creer que por estar detrás de un monitor, somos invulnerables, resulta hasta peligroso (y cómico), cualquier metadato generado por nosotros es trazable y lo peor de todo, es que es inmune a ser borrado: aquello que es subido a Internet jamás se borra, su persistencia es incuestionable, aunque haya un botón de “delete” a lado.
El derecho al anonimato posibilita muchos efectos positivos fundamentales a preservar. Un país sin posibilidad de anonimato, es un país que ha perdido muchísimo en libertad de expresión y sobre todo es una condena al silencio.
Esta vez, a manera de conclusión, dejo un listado de algunas herramientas que pueden ser muy útiles como alternativa a otras de uso más común, pero menos anónimas digamos. Por supuesto, varias de ellas con modalidades freeware:
Protector de Passwords: LastPass | KeePass.
Alternativas a Google: Disconnect Me | DuckDuck Go | Disconnect Search | DebianHackers.
Alternativas a Gmail: Riseup | Protonmail | 10 min mail | OpenMailBox | Dark Mail.
Correo cifrado PGP: Thunderbird + Enigmail.
Cifrado de archivos: Veracrypt en GNU/Linux | Veracrypt en Windows.
Alternativas a Whatsapp: Pidgin + OTR | Tox | Chat Secure y Private Messaging.
Alternativas a Skype: RedPhone | Jitsi | Tox | Private Calling | Mumble.
Navegación “Segura”: Firefox + HTTPS Everywhere + NoScript + AdBlock + Tor | Orbot (móvil) | TAILS.
Navegación con VPN: VPN RiseUP.