La obra de Franz Erhard Walther (Fulda, Alemania, 1939), desarrollada desde finales de la década de 1950 hasta la actualidad, anticipa muchas de las cuestiones que caracterizan la historia del arte respecto a la condición del objeto artístico (la escultura, sus materiales, técnicas y modos de uso) y la naturaleza del espectador en cuanto receptor y partícipe.
Un lugar para el cuerpo es la primera gran exposición antológica de Franz Erhard Walther en España, en la que se presenta un amplio conjunto de esculturas, dibujos, pinturas, documentación fotográfica y material de archivo de toda su trayectoria. La exposición se articula en torno a dos temas: la acción y el lenguaje.
Walther entiende sus esculturas como lugares para el cuerpo, espacios habitables que modifican su apariencia y significado en función de múltiples soluciones formales, así como de las acciones que el artista y las propias obras sugieren al público (acciones denominadas por el artista como “activaciones”). Mediante estos recursos el artista reinterpreta la definición del objeto artístico, así como la relación entre el arte y el espectador. Para Franz Erhard Walther el cuerpo es ya en sí la escultura.
Desde comienzos de los años sesenta, Walther utiliza materiales textiles en la configuración de sus obras. En ellas la costura actúa como un principio constructivo, en la forma que lo hacen el collage y el assemblage en el siglo xx cuando estos son concebidos como procesos para la aproximación del arte y la vida. El innegable aspecto táctil, reforzado por el complejo uso del color, dota a estas obras de un carácter lúdico lleno de posibilidades; prototipos textiles que se convierten –en palabras del artista– en un conjunto de condiciones más que en un objeto acabado.
En un primer análisis, el trabajo de Walther con tejidos y su utilización en el marco de una acción pueden remitir a las iniciativas que surgen en Brasil en la década de 1960 como los Parangolés de Hélio Oiticica, los objetos sensoriales de Lygia Clark o el Divisor de Lygia Pape. Sin embargo, la activación que lleva a cabo Walther no se debe interpretar en un sentido performativo pues la acción y el movimiento no están pensados para una audiencia; cuando se activan las piezas, la acción implica un momento de presentación, no de representación.
Junto con la acción, el lenguaje es otra de las herramientas de las que Franz Erhard Walther se sirve en su labor de redefinir la obra de arte, al integrarse en una genealogía que parte de Mallarmé y se extiende hasta la poesía concreta. En su caso, el artista recurre a su profundo conocimiento de la historia de la tipografía para representar la palabra como material de trabajo, desde los dibujos de su serie Wortbilder [Imágenes palabra] hasta la reinvención de las formas tipográficas reveladas en sus alfabetos escultóricos, volúmenes que invitan al espectador a descubrir su legibilidad en el espacio y a interactuar con ellos.