Hablar de ansiedad siempre causa un poco de recelo y más a la hora de compartirlo desde una experiencia personal. A mis 26 años me doy cuenta que hablar de ansiedad sigue siendo tabú en la aparente sociedad “abierta” en la que vivimos y la razón sigue siendo la desinformación.
En los últimos años, muchas personas a nivel mundial han decidido convertirse en voceros de la ansiedad para crear conciencia y eliminar el tabú de que los que sufren de ansiedad están locos. En este post quiero compartirles un poco de mi experiencia y algunos tips que me funcionan para sobrellevarlo en mi día a día.
Decirle a otras personas que tienes ansiedad siempre es difícil, primero porque no es algo que pueden ver físicamente y es algo tan abstracto que es muy difícil de explicar y de comprender si no lo han sentido o experimentado antes. Lo mismo sucede con el déficit atencional, los ataques de pánico, etc.
El ser humano tiende por naturaleza a evadir o burlarse de lo que no entiende. Es como un mecanismo de defensa, por lo que siempre puedes obtener respuestas como “qué exagerada”, “respira hondo y ya se te va a pasar”, “eso no es ningún déficit, es desinterés” o “ahora todo es una excusa”, así como muchos otros…
Yo hace mucho tiempo acepté a la ansiedad como algo que es parte de mí, así como digo que soy una persona creativa, puntual y ansiosa, pero eso no evita que dude todo el tiempo a la hora de compartirlo por no saber cómo van a reaccionar los demás. Tengo varias anécdotas curiosas sobre esto, pero siempre cuento dos en específico.
Hace unos años estaba empezando en un nuevo trabajo y es muy común que en esa primera semana estemos más nerviosos y callados que de costumbre, nadie se salva de sentirse así. Cuando estoy ansiosa suelo comer muchos chuches entre el día, y una tarde una compañera me ve comiendo unos gummy bears y me dice: “Oye, tú sí comes muchos chuches, ¿no?”.
Quise explicarle que a veces me da por comer mucho cuando estoy ansiosa, pero me contuve y solamente sonreí. No solamente me sentía mal porque sabía que no me hace bien comer tantos chuches, no es saludable y el cuerpo tarde o temprano pasa factura, sino que además me sentía culpable, como si me hubiera decepcionado a mí misma, me preguntaba por qué no había podido ser honesta y no era nada malo, por qué tenía que ocultarlo…
Otra vez, le dije a una persona que tenía ansiedad y me respondió: “Vaya, qué pena… igual no deberías estar diciéndolo a todo el mundo”. Y nuevamente te viene un sentimiento de culpa innecesario, como si tener ansiedad no solo te afecta a ti, sino que al resto también y no debías darle ese peso a ellos…
Desde pequeña he estado expuesta a comentarios como estos, no por mi ansiedad, que llegó mucho después, sino por el déficit atencional, y siempre he cuestionado por qué para unos temas sí podemos ser muy abiertos y con otros no. Me gusta pensar que soy una persona tolerante y abierta a conocer sobre muchos temas, formar una opinión y defenderla, siempre y cuando no afectemos a los demás, pero como ya les dije, mi respuesta a este comportamiento social es la desinformación.
La ansiedad es una respuesta anticipada e involuntaria de nuestro organismo ante estímulos tanto internos como externos que sean percibidos como peligrosos o de amenaza, usualmente viene acompañado de síntomas como dolores de cabeza, hiperventilación, miedo, mal humor, entre otros.
Más allá de todos los factores externos, la ansiedad es algo con lo que lidiamos todos los días, y qué mejor que tener tips de otros que lo experimentan para llevar el día a día de la mejor manera.
1. Deja los pensamientos que te causen ansiedad o estrés para más tarde
Si durante el día identificas pensamientos ansiosos permítete dejarlos para después. Según los expertos, ésta es una técnica llamada “aplazamiento de la preocupación” y puede ser de mucha ayuda. Los pensamientos negativos o ansiosos pueden aparecer en cualquier momento e intentar dejarlos para otro momento, te permite concentrarte en el momento y no en tus preocupaciones. A mí me funciona pensar que probablemente mi ansiedad hace de ese pensamiento o preocupación más grande de lo que realmente es, si luego de un tiempo lo sigo pensando intento hablarlo con alguien o canalizarlo de alguna manera.
2. Desarrolla una “escala de desastre”
En una hoja de papel, dibuja una línea con el número 0 al inicio, 50 a la mitad y 100 al final. Pregúntate “¿qué es lo peor que podría suceder?” y escribe esas cosas dentro de los márgenes que consideres, teniendo en cuenta que no todo merece un 100: llegar tarde al trabajo u olvidar algo no son situaciones o escenarios muy graves, pero que para alguien con ansiedad pueden crearle mucho estrés. El objetivo de este ejercicio es poner en perspectiva situaciones que nos ocurran en el día a día sin que nos agobien más de la cuenta, o gastar energía en las que no lo merecen tanto.
3. Convierte grandes proyectos en pequeñas tareas
La ansiedad y el estrés son muy comunes en los ambientes laborales. Los ansiosos tienden a querer abarcar mucho o todo y aunque sean capaces de hacerlo, la ansiedad es lo que los paraliza, lo cual provoca mucho más estrés y ejerce más presión, se entra en un ciclo vicioso del cuál es difícil salir.
4. No le des la razón a las cosas que te causan ansiedad
Muchos estudios demuestran que cuando los que experimentamos ansiedad nos enfrentamos a las situaciones o cosas que nos provocan la ansiedad, esto nos ayuda a lidiar con ellas de una mejor manera. Al demostrarte que lo peor que podía suceder no sucedió, se minimiza el miedo y disminuye la ansiedad que podía producir.
5. Oblígate a entrar en un estado de calma
El cuerpo tiene un mecanismo para liberar el estrés, así que sólo hay que concentrarse en eso por unos minutos hasta lograr entrar en un estado de calma, ese mecanismo clave es la respiración. Es importante que te concentres en una respiración profunda y repetirlo hasta que la emociones bajen y estés más relajado.
6. Acepta tu ansiedad
Según los especialistas, hay una gran diferencia entre aceptar tu ansiedad y aceptarse como alguien que experimenta ansiedad. Las personas con ansiedad tienden a etiquetarse y verlo como una condición que los pone en desventaja, cuando en realidad no es así. Aunque la ansiedad es la condición de salud mental más común en el mundo, es crítico que cultivemos entre nosotros la compasión del uno mismo con su condición.