La imagen crea realidad. Esa es una indiscutible premisa sobre la que se ha sustentado la colonialidad del conocimiento y la ideología hegemónica eurocéntrica que determinó la estructura de dominaciones y subalternidades en el sistema mundo moderno/colonial. Fuera de Europa, la producción de imágenes para describir los contextos antropológicos en que habitaban los “otros”, devino una herramienta pedagógica fundamental para la propaganda de la empresa colonial y la justificación de la violencia explícita ejecutada sobre los cuerpos, las subjetividades y los territorios identificados como alteridades. El otro bárbaro y salvaje, que había que domesticar y civilizar, fue la invención de un antropocentrismo blanco, burgués, heterosexual, masculino y cristiano, expresado en la literatura, el arte y la ciencia. A algunas de esas disciplinas científicas responden las primeras descripciones e imágenes de América que llegaron a Europa a través del Atlántico bajo la forma de postales, crónicas y diarios de viaje, mapas, grabados sobre la economía, el paisaje, la flora, la fauna o las poblaciones étnicas que vivían en el continente y que fueron transformadas, de facto, en objeto de la imaginación colonial. Dentro del perímetro de la Nueva España, que se extendió entre los siglos XVI y XIX desde América del Norte a Centroamérica, incluso se legitimó un nuevo género decimonónico conocido por pintura de castas, para clasificar, taxonomizar y nombrar el mestizaje y los procesos de racialización y estratificación de las sociedades coloniales.
Si bien la colonización como proceso histórico con una periodicidad y geopolítica heterogénea encuentra su final con las guerras de independencia y los movimientos de liberación nacional en América, Asia y África en un período que se extiende desde el siglo XVIII al XX, la colonialidad en tanto situación estructural y epistémica modula la realidad económica, socio-política y cultural del mundo postcolonial. En la presente situación global, no parecen haber cambiado demasiado las precedentes relaciones de poder y las condiciones de acceso de unos y otros a un estado de bienestar, dependiendo de la posición que ocupen en una cartografía heredera de las antiguas diferencias norte-sur y Oriente-Occidente. Clase, raza, género y sexualidad, continúan siendo categorías construidas y atravesadas por las políticas de la diferencia. Por ello, no es de extrañar que los artistas de esta exposición se apropien e intervengan imágenes y objetos procedentes de distintas tradiciones culturales para crear un juego de transferencias intertextuales que pone en escena la pluralidad e hibridez de relaciones más complejas que los otrora binarismos afirmados por la modernidad y las fronteras del estado nación. Tal vez, la propia biografía diaspórica de los creadores – Rachel Libeskind, nacida en Milán en 1989, pasó su infancia en Berlín y actualmente trabaja y vive en Nueva York; Emilio Rojas (México, 1984) reside en Chicago; y Marco Montiel-Soto (Venezuela, 1976) se ha establecido entre Maracaibo y Berlín- define el lugar de enunciación desde el cual éstos revisan críticamente las referencias que alimentan la promiscuidad de la cultura visual y los contextos multiculturales que habitan.
Estos tres artistas desacralizan y despojan de su aura las disímiles imágenes de las que se apropian, siendo éstas extraídas de los repertorios canónicos de la Historia del Arte o de los archivos coloniales de diversa naturaleza, instituciones encargadas de conservar y administrar un saber producido en torno al espacio colonial y donde se edificaron y guardaron con celo los estereotipos fabricados sobre los otros. En Scenes of Territory (2015), Libeskind crea una serie de comentarios críticos e irónicos sobre grabados e ilustraciones que sirvieron de modelo al conocimiento científico producido en Europa sobre los sujetos y paisajes colonizados. Con ello, la artista pone en precario la supuesta objetividad de los métodos de registros a través de los cuales se fabricaban dichas imágenes y las visiones idealizadas o perturbadoras sobre esos lugares al margen de la lógica y la razón instrumental moderna. Por su parte, Marco Montiel-Soto diseña cálidos ambientes o instalaciones penetrables que transforman la experiencia del espectador en una participación activa en las mitologías globales. En estos efímeros environments, el artista acumula fragmentos de relatos que como en un puzle reconstruyen los imaginarios de la colonialidad a través de los cuales América Latina se convirtió en un paisaje de ficción, en promesa de bonanza para las expediciones coloniales y en renovado mercado neocolonial. Montiel orquesta sugerentes escenarios “tropicalizados” mediante fetiches y souvenirs que recuerdan la voracidad del turismo como reificada forma de colonialismo. Sin embargo, los collages que aparecen dispersos y punzantes en medio de sus montajes, advierten que en este presente de vuelos low cost lo “exótico” se ha transformado en un viaje de ida y vuelta. Mientras tanto, en The Lion’s Teeth (2014-2015), Emilio Rojas articula una metáfora de la violencia e invasión del colonialismo europeo sobre el territorio americano. Esta dramática y angustiosa narración audiovisual deconstruye una historia de dominaciones sucesivas sobre los cuerpos, los paisajes y las subjetividades colonizadas, tomando como paralaje la propagación de especies botánicas invasivas que parasitan el territorio del otro, robándoles y asfixiándoles, expropiándoles de su hábitat natural. El artista traduce al lenguaje vídeo su habitual proceso performativo, situando en pantalla preocupaciones de género, etno-raciales y culturales que se hallan en la intersección de una propuesta estética decolonial donde las imágenes y las supuestas realidades que han representado quedan bajo sospecha.
Texyto de Suset Sánchez