A usted le falla este órgano y necesita otro órgano para continuar viviendo. Un instante y una frase con la que el médico informa al paciente que la cuenta atrás para un trasplante se pone en marcha y que a cualquier persona le cambia la vida.
Incertidumbre, miedo y dudas, muchas dudas, son lo que invaden a la persona que ve cómo el tiempo de su vida se para en seco. Los días, los meses y los años pasan, cierto, pero para la persona este tiempo no pasa .
¿Ya me saldré de esta? ¿Me llegará a tiempo? Preguntas que son el denominador común en las personas que necesitan un trasplante, sea del órgano que sea: riñón, pulmón, hígado, corazón, etc. Un período donde el estado físico, mental y de salud juega en contra. Una llamada telefónica confirmando que se tienen el órgano para ti rompe este ciclo y abre la nueva etapa de la vida.
Sea de un donante en vida o no, la maquinaria se pone en marcha. Los equipos médicos toman la rienda de la situación realizando la extracción del órgano y el trasplante. Un proceso que requiere de rapidez y precisión y que mueve a un gran número de personas. En ocasiones, este órgano debe desplazarse miles de quilómetros y, precisamente, el tiempo no es el mejor aliado.
A partir de la operación, ya es el cuerpo de la persona el que marcará la recuperación y el regreso, progresivo, a la rutina que llevaba antes de que el reloj se parara. Una nueva vida en que la medicación para evitar el rechazo va a ir ligado para siempre a la persona. Un mal menor para la situación a la que se había llegado.
La salida del hospital y la convalecencia en casa son el inicio de la nueva vida para la persona. Es por esta persona que gran parte de ellos, si no son todos, celebran dos cumpleaños: el día en qué nacieron y el día que volvieron a nacer gracias al trasplante.
La vida y la muerte, polos opuestos unidos
Sin embargo, para llegar a la realización del trasplante, dos momentos de la vida coinciden: la vida y la muerte. La muerte de una persona se contrapone a la nueva oportunidad de vida de otra. La alegría de una familia es la tristeza de otra.
Un instante en que las leyes de cada país, llevar un carnet de donante, haberlo hablado con la familia o el tacto del personal médico para pedir la donación y el consentimiento a los familiares juegan un papel fundamental. Una ley poco favorecedora para la donación o no tener la suficiente empatía para solicitar el consentimiento puede tirar por el traste una posible donación.
Dos polos opuestos que quedan unidos para siempre. Para la familia donante, la pérdida del familiar es irreemplazable, pero siempre tendrá, aunque no lo sepa, la gratitud infinita de la persona y familia receptora. Las personas trasplantadas siempre se acuerdan de este gesto de generosidad y dan gracias a quien lo ha hecho persona, aunque no llegue a la otra parte.
Un acto de generosidad con el que marca un antes y un después en la vida de una persona que siempre es recordado a pesar de ser un momento doloroso para otras personas. Sin embargo, el saber que has podido salvar vidas puede hacer más llevadero esa pérdida. Y tú, ¿te haces donante?