La Real Academia Española de la Lengua define el éxito como el resultado feliz de un negocio, actuación o la buena aceptación que tiene alguien o algo. Este concepto puede fácilmente confundirse con el de la felicidad, que supone un estado de satisfacción espiritual y física o la ausencia de inconvenientes o tropiezos.
Sin duda, estos conceptos, aunque son reflejo y resultado de principios fundamentales que han guiado las aspiraciones del ser humano durante siglos, han experimentado muchos cambios hasta llegar a nuestra era 3.0 banalizados, reducidos simplemente a la pura posesión material. Un "Sueño Americano" de plástico, bañado en dinero y alejado del mérito o incluso de la realidad.
Cualquier persona, bien sea un labriego o un primer ministro, lleva en su trayectoria vital una carga de decisiones que le han llevado naturalmente a equivocarse y, consecuentemente, a fracasar; o a triunfar y lograr el éxito. El fracaso, dicho está por numerosas personas notables, es simplemente una oportunidad para mejorar. Nos enseña mucho más que el éxito, pues nos muestra nuestras debilidades o errores para que mejoremos y no los volvamos a cometer. Para ser el mejor en algo y, en consecuencia, alcanzar ese ansiado éxito, uno debe ser perseverante y mantener siempre abierta la curiosidad y la capacidad autocrítica.
Alguien podría tener todas las cualidades - dinero, posición social, incluso talento - que si no están dirigidas a un objetivo concreto y siguiendo un patrón de excelencia no conseguirán nada. A caminar se aprende caminando. Pueden parecer verdades de perogrullo, pero es que se nos vende constantemente un concepto del éxito alejado de todo riesgo, de todo fracaso. Algo totalmente opuesto a la realidad. Es decir, no hay éxito sin tropiezos.
Hoy, que todas esas historias de pseudo-vencedores o celebridades se replican en múltiples pantallas y redes sociales para una audiencia masiva que se encuentra - más que nunca - en una posición de inferioridad al no poder alcanzar nunca ese paraíso material, sólo queda defender las historias de los héroes verdaderos que consiguen ser felices con la vida que han ido construyendo, y que trabajan día a día para mejorarla.
Decía la gran Coco Chanel que los tiempos difíciles despiertan un deseo instintivo de autenticidad. Basta ya de hipsters, progres, yuppies muy cercanos al latrocinio y políticos sin carisma ni objetivos reales más allá del poder.
Es el tiempo de la gente trabajadora, esa gran clase media, que lucha día a día por un mundo mejor. Como se ha comprobado, es muy difusa la línea que separa el éxito del fracaso, más bien es el aprendizaje del fracaso el que nos lleva al éxito. Eso sí, no hay éxito sin obstáculos. Cualquier realidad que maquille el esfuerzo, la dedicación, la perseverancia y el tiempo que han llevado a una persona a lograr el éxito es un simple fraude.