En pleno corazón de Chiapas, el Estado Libre y Soberano más pintoresco, tradicional y reivindicativo de México, encontramos un Pueblo Mágico cuyo colorido y mestizaje hipnotizan a sus visitantes.
Me dirigía al Estado de Oaxaca desde el Yucatán y la vía principal pasaba por San Cristóbal de las Casas. Había oído algo de los Pueblos Mágicos (un programa elaborado por la Secretaría de Turismo de México en 2003, donde se recogen localidades cuya arquitectura y características socioculturales son de gran interés turístico) pero tampoco le había dado importancia. En México hay una potente cultura lucrativa justificada de cualquier forma, y evidentemente en las zonas turísticas más. Pues bien, los Pueblos Mágicos lo son de verdad. El folclore de San Cristóbal me retuvo tres días.
Chiapas es un Estado con un gran porcentaje de población nativa. Más de un 27% de sus habitantes habla alguna lengua autóctona. Sin embargo, durante las últimas décadas ha sido un territorio marcado por las protestas, guerrillas y violencia. El intento de modernizar la zona por parte del Gobierno mexicano, orientándola a un sistema más occidentalizado; el aprovechamiento de empresarios y gente con ánimo de lucro, sumado a la inocencia e incomprensión indígena, fueron los principales desencadenantes de la insurgencia Zapatista. Así que no teman ver por sus pueblos, sus calles y sus puestecitos muñecos de soldados, pasamontañas o fotos del Subcomandante Marcos, líder del movimiento Zapatista que aterrorizó en los noventa con el pretexto de defender a los chiapanecos y su forma de vida.
San Cristóbal de las Casas es el tercer municipio más poblado y con mayor repercusión económica del Estado de Chiapas. Anclado en los Altos de Chiapas, rodeado por cerros, montañas y bosques, se presenta un escenario multicolor latente en cada calle, plaza o mercado. Hay casas de todos los colores, grandes avenidas de tonos cálidos, naranja por el día, turquesa por la noche; iglesias azules, amarillas, rojas en lo alto de los cerros decoradas por banderitas multicolor y mexicanas. Desde estos cerros se puede disfrutar del fantástico cuadro que forma el pueblo multicolor entre las montañas, algunas con nieve y otras con un verde intenso del follaje. Es fácil cruzarse con algún “coleto” (como llaman coloquialmente a los de San Cristóbal) haciendo ejercicio, subiendo y bajando las empinadas escaleras de la Iglesia de San Cristobalito o los cientos de niveles que forman los peldaños de la Iglesia de Guadalupe.
San Cristóbal es la unión armoniosa entre la comodidad de la globalización y la esencia nativa y tradicional de un Estado fuertemente arraigado a sus pueblos precolombinos. Por sus plazas coloniales y en los mercados es fácil encontrarse con el Tzotzil, la lengua propia de los nativos de los Altos de Tzotzil-Tzeltal.
La gastronomía es una combinación única, resultado de influencias indígenas y españolas. Platillos a base de res (ternera) como el Tasajo - finas tiras de carne marinadas en salsa de achiote-; pollo, en mole – salsa a base de chile, especias y chocolate- o puerco (cerdo), en Pipián – salsa de semillas de calabaza. El pozol o tazcalate son bebidas típicas hechas a base de maíz con chocolate y azúcar, y que en caso del tazcalate también incluye canela y achiote.
Disfrutar de un buen café en cualquiera de sus plazas, al son de la dulce melodía chiapaneca, o en El Museo del Café mientras escucha la historia del café y su influencia en el desarrollo de la región, son algunas de las actividades turísticas más demandadas. Además, San Cristóbal es un punto estratégico desde donde realizar excursiones a la ciudad maya de Comitán, al sur de Chiapas, y acercarse a las Lagunas de Montebello, un lugar idílico para relajarse a las puertas de Centroamérica.