Se trata de un itinerario que nos invita a descubrir todo lo oculto y mítico que esconde el Toledo milenario bajo los monumentos y entre sus muros. Nos muestra rincones de la ciudad que casi ningún turista durante su visita llega a descubrir. Recorrido que va descubriendo poco a poco al visitante un Toledo desconocido, lleno de leyendas, de anécdotas. Un paseo por la zona conocida como la parte romántica de la ciudad. Muchos poetas de este género se inspiraron en las plazas y callejuelas que se recorren en este paseo, eligiéndolas como escenario en el que se sitúan sus leyendas. Lugares idílicos, edificios imponentes, cuyos muros parecen contar al paseante que en una época pasada la valentía de los caballeros se rendía ante el poderío de las órdenes religiosas.
Durante el recorrido se abrirán las puertas en exclusiva al visitante de varios lugares subterráneos de manera que pueda admirar estos vestigios arqueológicos que ilustran sobre la monumentalidad que debió tener la ciudad de Toledo en época romana y medieval.

La imaginación y los sentidos se despiertan a medida que uno desciende hacia las Cuevas de Hércules. Peldaño tras peldaño se sueña descubrir el cofre del héroe romano y su palacio encantado, se escucha el eco lejano de alguna temible profecía, se husmea el sulfuroso olor de pócimas centenarias. Hubo un tiempo en que el corazón toledano estaba inundado de leyendas y mitos. Historias fabulosas de tesoros, nigromantes, guerreros y herejes corrían de boca en boca por los callejones y fluían por los túneles y los pasadizos subterráneos que horadaban la colina sobre la que se encuentra la villa. Estos relatos fantásticos, copiosos y torrenciales, nunca necesitaron aljibes ni cisternas donde almacenarse. El agua sí.

Desde tiempos romanos, Toletum ha tenido que aguzar el ingenio para abastecerse de un bien que no caía a raudales de los cielos mesetarios. Aquí, el auténtico tesoro ha sido el agua, tan escasa como codiciada. Su búsqueda y almacenamiento en pozos y grutas tenebrosas explica muchos relatos maravillosos.

Excavaciones arqueológicas recientes han revelado secretos sellados durante siglos, piezas de un puzle subterráneo que, según encajan, van dibujando una Toledo inédita bajo la ciudad de las tres culturas, un mundo antiguo de canalizaciones, bóvedas y arcos milenarios. Un puñado de yacimientos deslumbrantes ha salido a la luz en garages y sótanos de viviendas, con permiso de la Iglesia y de varios particulares. Los accesos, diseminados por diversas callejuelas y plazas, pasan inadvertidos; pero hay que estar vigilante: detrás de cada puerta o trampilla puede esconderse una sorpresa inaudita.

Las Cuevas de Hércules
La arqueología no deja lugar a dudas: las llamadas Cuevas de Hércules son la cisterna donde terminaba el sistema romano de traída de aguas. El líquido recorría un largo camino, pues no procedía del Tajo que baña la villa (la ingeniería hidráulica no había conseguido salvar el enorme desnivel), sino de la presa de Mazarambroz, pocos kilómetros al oeste. Desde allí, un gran acueducto la canalizaba hasta lo alto de Toledo salvando la profunda hoz fluvial (quedan unos pocos vestigios de los arranques y estribos de la obra). La conducción terminaba en las Cuevas de Hércules, donde también han sido encontrados restos visigodos, de una mezquita árabe y de la iglesia de San Ginés, del siglo XII.

Dos aljibes
Bajo la plaza de Amador de los Ríos continuaba el sistema hídrico de Toletum. Esta segunda pieza del rompecabezas fue descubierta por el dueño de un inmueble, cuando excavaba para construir un garage en su sótano. Dos bóvedas de unas antiguas termas romanas se vinieron abajo y los arqueólogos entraron en escena. Aquí desenterraron vestigios de dos aljibes y de un sistema de calefacción o hipocaustum. Todo ello formó parte de unos baños públicos enormes, con una superficie estimada de 1.200 metros cuadrados. Bajo las viviendas colindantes continúa, todavía oculto, el rompecabezas.

Pozo de El Salvador
Nadie lo adivinaría, pero en la plaza de El Salvador, dos compuertas metálicas sobre el suelo dan acceso a un pozo de origen medieval que funcionó hasta mitad del siglo XX. Bajando por la escalera de caracol, la creciente humedad desemboca en una estancia abovedada, iluminada tenuemente por los rayos de sol que penetran por el brocal. El pozo se nutría de las filtraciones del subsuelo y del sistema de recogida de lluvia. En Toledo, por cada tres casas del casco antiguo había un pozo o aljibe. ¿Cuántas piezas tendrá el puzle?

*Mezquita de El Salvador
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Muy cerca, el cura de la iglesia de Santo Tomé estuvo durante años aparcando su coche en otra pieza espectacular de la memoria urbana. El patio trasero del templo guardaba arcos de herradura, columnas, capiteles, muros y fragmentos decorativos de una mezquita de los siglos IX y X, asentada sobre vestigios romanos y visigodos. Reconvertido en iglesia con cementerio, el espacio fue sellado con cal a finales del siglo XV para albergar un aljibe. El templo musulmán continúa hoy en el convento de Santa Úrsula.

*Baños islámicos del Cenizal
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En el callejón Bajada del Colegio de Infantes número 14, hay una pequeña puerta de madera que pasa desapercibida. Al otro lado del umbral, los baños islámicos del Cenizal (siglo X) testimonian la importancia que el agua tuvo también para la cultura islámica. Entre la penumbra de sus muros de ladrillo quedan los huecos para los afeites y jabones en la sala de agua fría. El pasillo hacia el Caldarium está interrumpido por un armario empotrado de la casa vecina, una pieza que, de momento, no puede encajar.

*Baños islámicos del Caballel, Tenerías y San Sebastián
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En esta zona en torno a la plaza de las Fuentes también se esconden los baños islámicos del Caballel, del siglo XII. Las aguas, en su camino descendente hacia el río, se remansaban también en los hammams de Tenerías y San Sebastián, a cielo abierto junto al Tajo. Sus salas frías, templadas y calientes consituyen la última parada de esta travesía arqueológica que desemboca finalmente en la corriente fluvial, sin que, a día de hoy, el puzle haya sido completado.