Lluvia, viento, frío y ovejas, muchas ovejas. Irlanda del Norte no parece el lugar más atractivo para irse de vacaciones. Conocidos son sus temporales y sus trágicos años de conflicto, que esconden tras de sí una tierra de cuento, en la que los castillos se precipitan sobre sus escarpados acantilados y los gigantes dejan sus huellas para la historia, como prueba existencial para escépticos.
Su cielo, cubierto de nubes gran parte del año, se despeja por las noches mostrando un manto de estrellas incomparable y se tiñe de colores para presumir de las “Luces del Norte” que deja su aurora boreal. Una explosión de colores que ilumina la noche de la costa norte de estos seis condados del Úlster, incidiendo especialmente en su impresionante Calzada de los Gigantes.
La formación geológica, joya del turismo norirlandés, está formada por miles de columnas hexagonales de piedra basáltica que nacen del suelo elevándose a metros de altura y descienden poco a poco hasta esconderse en las profundidades del gélido océano Atlántico. El espectáculo es tan increíble que hay quien lo adjudica al resultado del conflicto entre dos gigantes rivales, el irlandés Finn McCool y el escocés Benandonnen.
Dice la leyenda que McCool fue a Escocia a atemorizar a su enemigo pero se asustó al comprobar ya desde lejos el gran tamaño de su rival y se volvió a casa ideando un plan para evitar el enfrentamiento con Benandonnen. El coloso irlandés se hizo pasar por su propio hijo y cuando su enemigo llegó a su casa preguntando por él a su mujer, esta le dijo que solo se encontraban el bebé y ella. El escocés, al ver el enorme tamaño del niño imaginó que McCool sería mucho mayor y huyó de vuelta a Escocia destruyendo a su paso la calzada para no poder ser perseguido.
A pesar de lo inverosímil de la historia, hay quien todavía asegura ver el pie del gigante en el paisaje. Desde luego, desde sus orillas se puede disfrutar de las impresionantes panorámicas del océano, en las que se puede distinguir sin esfuerzo Escocia alzándose sobre el agua.
Más allá de la leyenda, lo cierto es que la imponente formación geológica es única en el mundo y está reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Su importancia es tal que le da nombre a la ruta que recorre el norte de la isla, conocida como la Giant’s Causeway Road. La carretera se extiende a orillas del Atlántico, serpenteando entre playas y pequeños túneles excavados en la propia roca de los acantilados, para luego elevarse por las montañas y ofrecer las inigualables vistas del océano.
Ruta entre acantilados y castillos
La ruta, que parte desde Belfast, es una de las carreteras más bellas del mundo y pasa por castillos como el de Carrickfergus o el de Dunluce, que fue construido sobre el mismo acantilado, y es una de las decenas de ubicaciones en el norte de Irlanda en las que se rueda la exitosa serie de Juego de Tronos.
El recorrido también ofrece la ocasión de ver Downhill, una magnífica mansión del siglo XVIII, cuya biblioteca, construida en el mismo borde del precipicio y con forma de templete redondo, es una de las referencias más famosas y bellas de la costa del Úlster.
Tampoco faltan los puentes colgantes. El Carrick-a-Rede rope bridge es una pasarela de cuerda construida hace más de 350 años por los pescadores del salmón y que se eleva 30 metros sobre el nivel del océano.
Puede que haga frío, y puede que también llueva. Puede que en realidad la famosa calzada sea producto de la erupción de un volcán hace más de 60 millones de años. Pero lo cierto es que la costa norirlandesa es uno de los grandes destinos a descubrir, y que la innegable magia que esconden sus tierras conquistará a todo aquel que se atreva a ir a buscar a sus gigantes.