Polonia antes de Hitler
La última de las más importantes conformaciones de Polonia como Estado no llega hasta el fin de la Primera Guerra Mundial (o Guerra Europea) con el Tratado de Versalles. Este simposio impulsa el aprovechamiento del potencial de esta región para ser algo más que un país o nación gobernada por los pueblos de alrededor. Así, alentó los ánimos de recuperar la república Obojga Narodów de 1569.
El restablecimiento de esta especie de confederación que abarcaba los territorios actuales de Ucrania, Estonia, Letonia y parte de Rusia y Bielorrusia chocó con las mismas intenciones de los bolcheviques soviéticos de recuperar lo perdido, en el caso de estos últimos tras la gran guerra. Polacos y soviéticos avanzaban hacia el mismo punto y aquello solo supo acabar en otro conflicto armado.
Este desgaste bélico de Polonia fue sucedido por una segunda república no menos exenta de convulsiones. El asesinato de su primer presidente a los seis días de comenzar su cargo fue el primero de estos desbarajustes. Tras la presidencia en funciones de Maciej Rataj (que ejercería de nuevo posteriormente) llegó a la presidencia otro mandatario que vio su ejercicio acortado por un golpe de Estado por parte del primer dirigente que tuvo la Polonia de post-guerra, Józef Piłsudski. El golpista pretendía salvar a Polonia de una enorme decadencia y solo se le ocurrió hacerlo a través de la fuerza: su régimen de “sanación” consistía en obviar al resto de formaciones políticas y atribuirse la capacidad de decidir los gobernadores. Por último, el tercer presidente vio el fin de su mandato con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Ésta es la síntesis de una Polonia antes de ser invadida por los nazis en la que se puede observar que no solo influyó lo cruento del ataque del llamado Tercer Reich, sino lo debilitada que estaba la nación eslava después de su reciente independencia.
Los orígenes
La Gran Polonia (Wielkopolska) es el nombre que definía la región -ahora Poznań- donde se originó la Polonia actual. Una serie de tribus estructuraban las relaciones políticas antes de la llegada del cristianismo en el siglo VII. Como toda la Historia, cualquier afirmación está basada en una serie de pruebas, escritos, restos o relatos, pero siempre pudo haber otro comienzo u otro protagonista del que no se pudieran conservar evidencias. En cualquier caso, de lo que sí existen vestigios tales es de la plaza fortificada donde se alojó el primer obispo polaco (año 968). Aquello se convirtió en la capital y centro con unos fueros que datan de 1231 y además sirvió como residencia a reyes.
Identificados como “pueblo del campo” (pole), los polanos de esta zona no fueron los únicos de los que se han encontrado signos de desarrollo. A 100 kilómetros al noreste, en Biskupin, la cultura lusaciana ha legado una impronta inigualable por su situación y formato defensivo frente a amenazas en tiempos previos a la Edad de Hierro. Su conservación a lo largo del tiempo y posterior descubrimiento se ha insuflado en el espíritu polaco como un emblema nacional y signo de orgullo. Lo mismo ocurrió con los descubrimientos de Bruszczewo o la mencionada por Ptolomeo, Calisia (actual Kalisz).
En cuanto a la religión, Polonia se convirtió al catolicismo relativamente tarde: año 965 en Ostrów Lednicki. Según palabras de la doctora polaca Kasia Starczewska, experta en contactos interreligiosos, previamente los eslavos paganos veneraban árboles como robles y otro tipo de deidades, algunas de las cuales aún siguen formando parte de las fiestas y creencias populares como Marzanna o Baba Jaga.
Ahora candidata a Capital Europea de la Cultura en 2016, Poznán es la quinta ciudad más grande del país con 570.000 habitantes. Con una alta proporción de estudiantes es la ciudad que menos paro presenta con un 2%.