Lituania es un país con una situación geográfica y una trayectoria histórica de gran relevancia en Europa. Su independencia como república parlamentaria tras el desmembramiento de la URSS vino promovida por una población deseosa de regir su propio destino, que a lo largo de los siglos había pasado por manos mongolas, rusas, alemanas y polacas.
Esta larga historia de ocupaciones le ha concedido a Lituania una mezcla cultural y un carácter de reivindicación de sus señas de identidad que se refleja en un rincón peculiar del país, la Colina de las Cruces.
Situada a 12 kilómetros de Šiauliai, en la carretera que une esta ciudad del norte de Lituania con Riga, la Colina de las Cruces es una mezcla de santuario religioso, emblema de las tradiciones lituanas y símbolo de identidad nacional.
En realidad, se trata de una pequeña elevación del terreno cubierta por miles y miles de cruces de todos los tamaños, desde enormes crucifijos que se alzan más de dos metros sobre el suelo hasta rosarios colgados de los travesaños o de decenas de estatuas religiosas.
Generaciones y generaciones de lituanos han colocado durante siglos estos símbolos cristianos como muestra de fervor religioso o como una representación de su lucha contra la opresión extranjera.
Cruces contra las invasiones
No se conoce realmente el origen de esta tradición. Algunas fuentes apuntan a que las primeras cruces fueron erigidas aquí por los familiares de los rebeldes que cayeron en 1831 en la revolución contra la invasión de la Rusia zarista.
Otras tradiciones retrasan el origen de la colina hasta el siglo XIV, durante el periodo de invasión de los Caballeros Teutones. Al parecer, los pobladores de la región clavaron cruces en la colina como homenaje a los caídos en los enfrentamientos con la Orden y como símbolo de rechazo a los invasores.
Durante la anexión de Lituania a la URSS, los soviéticos decidieron terminar con esta tradición por considerarla una expresión de la fe cristiana, pero cada vez que el Ejército las destruía, las cruces volvían a surgir una y otra vez en un gesto de protesta contra el Gobierno de Moscú.
Finalmente, en 1985, y ante la etapa de crisis que vivía la URSS, la idea de terminar con la colocación de las cruces fue abandonada. Esta situación fue aprovechada por los lituanos para utilizar la colina en su lucha por la independencia, que alcanzaron finalmente en 1990 con la Revolución Cantada.
Desde entonces, la Iglesia Católica lituana ha explotado la colina como lugar de peregrinación, un objetivo que culminó con la visita del Papa Juan Pablo II en 1993 y la donación por parte del Pontífice de una enorme cruz de madera, situada ahora en la parte frontal del monumento.
La religión como expresión de independencia
Para comprender el simbolismo de la Colina de las Cruces en la historia lituana, resulta fundamental entender que la religión católica ha sido empleada por este pueblo como un símbolo de identidad nacional a lo largo de siglos de guerras e invasiones.
Así lo demostraron en las acciones pacíficas de la Revolución Cantada entre 1987 y 1990 en las tres repúblicas bálticas, y en concreto en Lituania, donde una de las formas de reclamar su independencia de la URSS fue la utilización de cánticos católicos en las manifestaciones ocurridas a lo largo y ancho del país.
También hubo motivos religiosos en el alzamiento de los lituanos contra la Rusia Imperial durante la Revolución de 1831, según apuntó el historiador y enciclopedista patrio Pranas Čepenas, ya que las tropas invasoras abrazaban la fe ortodoxa. Por ese motivo, algunos expertos apuntan a este momento como origen de la colocación de las primeras cruces en la colina.
Actualmente se calcula que existen más de 100.000 cruces, aunque ninguna es anterior a 1985. Algunas son auténticas obras de arte elaboradas por jóvenes diseñadores y otras, copias de madera que pueden adquirirse en la cercana tienda de recuerdos, una forma cuanto menos cuestionable de que los visitantes reflejen su paso por este curioso rincón del arte popular lituano.