Todo acto, gesto y/o expresión humana puede ser visto de tantas perspectivas frecuentemente opuestas. Lo que para unos es “infidelidad” para otro puede ser, lisa y llanamente, amor. Estamos tan habituados a criticar y emitir juicios sobre problemas que no son nuestros, que el tema en si lo considero importante. Todo lo íntimo es un asunto privado, donde una persona externa, observador no comprometido, solo puede o callar o tratar de entender sin prejuicios, ni tampoco comentarios.
Por otro lado, los motivos detrás de cada comportamiento son tan complejos como variados, que juzgar sin conocer, no es más que una vulgar intromisión. Pienso que, por respeto a los demás, tenemos que dejar de inmiscuirnos en cosas que nos son ajenas. Lo que es privado, tiene que ser respetado como tal. La moral, religión, integridad, preferencias personales en el ámbito privado son un territorio vedado al público, que requiere no solamente tolerancia y respeto, sino también protección y defensa.
A un amigo o amiga puedo darle mi opinión personal a petición en relación a un conflicto privado. Pero juzgar anticipadamente, nunca. Uno puede pensar lo que quiera. Pero eso no lo hace correcto. Decirlo públicamente es ya otra cosa y lo transforma rápidamente en acusación. Juzgar e imponer códigos morales sobre temas privados es muchas veces (por no decir siempre) una aberración y mala costumbre. ¿Quiénes somos para condenar sobre la base de elucubraciones no verificadas y sobre asuntos personales?
Las opiniones desgraciadamente abundan y en muchos casos son completamente gratuititas. Más que opinar, hay que pensar y, en muchas situaciones, es preferible callar. Desgraciadamente, una de las tantas cosas que escasean es la moderación, el autocontrol, el sentido de la realidad y las proporciones, como también, el respeto a uno mismo y hacia los demás.
Un concepto básico de la modernidad es la defensa de la esfera privada, distinguiéndola claramente de ámbito publico. Personalmente pienso que opinar sobre temas privados, sin ser invitados a hacerlo por las personas involucradas es violar no solo las personas, sino también este “principio”. Mucha desdicha humana podría ser evitada si aceptáramos e hiciéramos nuestra esta simple regla.
En toda sociedad y en cada interacción social hay una serie de mecanismos (expectativas) que controlan lo que es posible y legitimo y, en termines negativos, lo que es reprochable y, por ende, rechazado. El concepto de diversidad e indirectamente, también el de democracia, incluye implícitamente la aceptación de un espacio personal, (a dimensión íntima, privada e inalienable de cada persona. Sin este espacio, la vida no podría manifestarse con toda su riqueza y multiplicidad. Por eso es importante defenderlo, como un derecho y aceptar la distancia y distinción entre lo privado y lo público.
La religión, ideas políticas, comportamientos personales, preferencias y gustos son parte de este espacio íntimo, así como la vida sexual, si esta no conlleva violencia, abuso de menores y/o sometimientos no consentidos. Solamente actos criminales (demostrados) permiten una violación de lo privado. Repito, sería sano y sabio evitar opiniones, que fácilmente son interpretadas como juicios y condenas.
La madurez social de las personas está determinada, entre otras cosas, por esta capacidad de abstenerse en “prejuzgar” e interferir en lo privado, ya que hacerlo no es más que una banal vulgaridad. En el mundo de las redes sociales, es tan fácil divulgar falsedades y permitirse “hablar mal de los otros” que el único modo de defenderse, es insistiendo en este principio: lo íntimo y personal es privado y violarlo es un delito, que en algunos países es ya punible por ley. El que habla mal de otros no hace otra cosa que hablar mal de sí mismo, mostrando públicamente su huera vulgaridad.