Aún recuerdo de pequeño cuando a mi hermana la apuntaron a clases de natación un verano. Yo iba con mis padres algunos días al final de la clase y solo ver a todos aquellos niños y niñas lanzados sin miramientos a aquel “océano” de agua azul intenso que a mí me parecía enorme y amenazante. Me producía un nudo en la garganta.
Por cosas del destino, o de la economía familiar, no recuerdo bien, yo nunca fui a aquellas clases y aprendí gracias a un tío y a ir soltándome gracias a flotadores, mangitos… Siempre me producía pavor tener que ir a nadar a algún sitio, me daba vergüenza, miedo y frustración no flotar como el resto. ¡¡¡Hasta que un día lo hice!!! No sé cómo, pero flotaba, buceaba y me movía sin miedo de ser engullido por una masa de agua. Seguramente fue uno de los días más felices de mi vida y en los que como persona gané confianza en mí mismo.
Por todo esto, me ha llamado tanto la atención el informe que hace unos días publicaba la Asociación de Natación Amateur, en el que se revela que 9 millones de personas en Inglaterra no saben nadar. Un 20% son hombres y un 22% mujeres mayores de 14 años de edad. La mayoría de los que no saben nadar tienen más de 65 años, algo comprensible, aunque el número de jóvenes es igualmente muy alto. El dato es curioso, sobre todo si tenemos en cuenta que procede de una isla en las que damos por sentado que el contacto con el mar es más cercano y accesible. En el informe se señala que, sin embargo, a más de dos millones de adultos ingleses les gustaría aprender a nadar, pero no tienen la oportunidad de hacerlo por falta de unas instalaciones acuáticas asequibles y de calidad disponibles para todos los ciudadanos. Los recortes presupuestarios hacen que los ayuntamientos británicos se vean incapaces de financiar servicios como una piscina municipal, que a priori puede parecer superfluo.
La noticia entristece. Todos sabemos las ventajas del deporte en general y de la natación en particular. Son de sobra conocidos sus beneficios para fortalecer músculos e incluso la memoria, por lo que se recomienda su práctica a cualquier edad. También ayuda a rebajar los niveles de tensión arterial, mejorar la capacidad respiratoria o fortalecer el corazón.
La natación, como decía al principio, tiene sin duda una parte de superación personal. Todos aquellos que tienen más de 30 años recordarán que aprender a nadar era algo parecido a un entrenamiento militar, con un profesor que a grito pelado te empujaba a la piscina. Hoy las cosas han cambiado y la psicología ha llegado también al mundo de la natación con un aprendizaje más inclusivo y divertido.
En el informe que comentábamos se señala como otra de las causas de no saber nadar el sedentarismo entre los más jóvenes. Un dato: el 33% de los encuestados entre 6 y 15 años poseía una bicicleta, el 77% tenía una consola de videojuegos. A pesar de todo lo dicho, la natación es el deporte más popular en Inglaterra, con más de dos millones y medio de adultos haciendo 30 minutos de natación una vez a la semana. Y, como se dice en este informe, no se debe dejar de aprender a nadar porque la mayoría de los adultos sufren más tarde tanto social como a nivel físico y de salud el no saber nadar de una manera correcta. Además del disfrute, claro. ¡Al agua, patos!