¿Qué está de moda, es prestigioso y desgrava?… Discriminar a las mujeres y a los artistas no blancos.
La chanza la firman las Guerrilla Girls, un colectivo estadounidense que se autodenomina “la conciencia del mundo del arte”, oculta su rostro con máscaras de gorila, se presenta con nombres de mujeres insignes ya fallecidas y viene dando guerra desde mediados de los ochenta para denunciar el ínfimo espacio que las galerías de arte conceden a las féminas. Probablemente el cartel de 1989 ¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Museo Metropolitano de Nueva York? Menos del 5% de los artistas expuestos en las secciones de arte moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos, sea el más emblemático. Con el a(r)ctivismo por bandera, las Guerrilla Girls cumplen la treintena y el centro para la creación contemporánea Matadero Madrid acoge una retrospectiva de su obra.
Sus dardos apuntan al epicentro de una industria que relega a las mujeres de la primera plana y hacen del cartel, el mismo que, como recuerda el comisario de la exposición Xabier Arakistain, utilizaron tanto las sufragistas como las feministas de los sesenta y los setenta, la columna vertebral de su artillería. Su objetivo: visibilizar el carácter conservador y sexista de un campo, el del arte, asociado en el imaginario colectivo a la vanguardia y la transgresión –incluso las compañías de autobuses son más progresistas que las galerías, aseveran-. Y para hacerlo se apoyan en hechos:“¿Cuántas mujeres han realizado exposiciones individuales en museos de Nueva York en el último año?”, se preguntaban en el curso 1985-86. Repuesta: “solo una”. Por otra parte, siendo optimistas, “las mujeres artistas tan solo ganan 1/3 de lo que ganan los hombres”, indicaban entonces. Las cifras coinciden con las que maneja actualmente el Observatorio de Mujeres en las Artes Visuales, que colabora con visitas guiadas los sábados por la mañana hasta la clausura de la exposición.
Así, haciendo de la provocación y la agitación su sello, las Guerrilla Girls evidencian el fracaso de las sociedades democráticas en alcanzar la igualdad de género. Hay quien diría que son unas temerarias por difundir su mensaje dentro de los mismos circuitos que critican. Para muestra, aquel ¿Qué hay de nuevo en el Guggenheim para los amantes del arte más exigentes?... Los mismos ismos de siempre: racismo, sexismo (…). Sus consignas se sirven del humor corrosivo para calmar la irritación que generan a su paso. En el centro de la diana: las salas, los críticos y las publicaciones para las que escriben y hasta los propios coleccionistas a los que llegan a tildar de hipócritas. Pero más aún, su voluntad por inscribir la crítica en el contexto social las ha llevado a explorar comparativamente territorios como los de la política, la economía y otros ligados también a la producción cultural, como el del cine. Hablan de formas de discriminación codificadas, como la incorporación selectiva, el techo de cristal y la diferente gratificación de hombres y mujeres aun cuando alcanzan los mismos méritos.
Desde sus primeras acciones estampando pegatinas en buzones de correos en la Nueva York de 1985, las Guerrilla Girls han ampliado el eco de su mensaje a campañas pro derechos LGBT y han lanzado alegatos ecologistas, entre otros. Las publicaciones, correspondencia, documentación de acciones y abundante memorabilia organizada en una secuencia cronológica permite ahondar en la génesis y la trayectoria de Frida Kahlo, Kathe Kollwitz y compañía. Sin embargo, y a pesar de quienes critican su circunscripción al medio artístico, es en el arte y en la cultura visual donde estas mujeres consideran que los estereotipos son más difíciles de combatir y de ahí su fijación. "¿Alguien se imagina a Beyoncé cantando en smoking mientras Jay-Z le acompaña en ropa interior?", apuntaban con sorna en la presentación de la muestra en Madrid.
Lo que esta señoras buscan es implosionar el concepto de la excelencia en el arte y con ello la ficción de la noción de genio y las calificaciones de arte mayor o menor dependiendo del sexo. ¿Por qué se asocia siempre a cierta exploración intimista al arte de las mujeres, cuando a la obra engendrada por el varón sí se le reconoce genialidad sin más tildes? ¿Por qué el arte con valor para la humanidad en su conjunto es siempre el del hombre (y más aún, el del hombre blanco)? Recientemente la discriminación saltaba nuevamente a la palestra con las palabras de Patricia Arquette denunciando la brecha salarial entre hombres y mujeres en Hollywood al recoger su Óscar a la mejor actriz de reparto. Y, antes, a finales de septiembre de 2014, fue Emma Watson quien reclamó equidad como embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres y de paso señaló la perversión del término feminista en un llamamiento al compromiso masculino con la causa. Mientras tanto, “si febrero es el mes de la historia afroamericana y marzo el de la mujer, ¿qué pasa el resto del año?” Respuesta: “Discriminación”.