Según Darwin, cada especie es reconducible a otras especies de las cuales se ha “diversificado”, conservando una serie de características en común. Por ejemplo, todos los mamíferos tienen cinco dedos y esta estructura se aprecia también en el esqueleto de las aves y reptiles. Todos los vertebrados tienen dos ojos, una cabeza y cuatro extremidades. Analizando esqueletos de todas las especies y sus supuestos antepasados se percibe claramente una continuidad. Es como si todas hubieran sido hechas con el mismo molde. Esta observación es empíricamente verificable. Un gorila es muy parecido a un chimpancé y ambos a un ser humano.
Sobre todas estas observaciones y muchas otras, como la presencia de “problemas en el diseño”, como en el caso de la columna en los seres humanos, o atavismos sin funciones específicas, como el coxis o el apéndice, es razonable preguntarse, si la creación hubiera sido obra de un ser todopoderoso que no tiene que optimizar su tiempo o reducir su carga de trabajo, ya que todo puede: ¿por qué habría usado este el mismo molde, sin optimizar cada uno de los animales en su diseño, haciéndolo completamente diferentes? O ¿por qué la especialización de cada animal se adapta a un ambiente particular, un nicho claramente delimitado, en vez de ser “universales” en su capacidad de sobrevivir en varios hábitats.
Estas preguntas no son fáciles de responder si uno se basa en hechos observables y usa una lógica deductiva convencional, que no introduzca aspectos o cualidades de carácter “mágico”, que tendrían una dudosa capacidad de predecir otros hechos o servir de explicación válida a fenómenos observables en el mundo real. La respuesta mejor que tenemos en este momento son las teorías sobre la evolución, que además han sido confirmadas por la genética molecular.
La ciencia no es tal solo porque resuelve un dilema, sino que es ciencia porque nos permite explicar y anticipar fenómenos naturales, basándose en un conocimiento demostrado y demostrable de las causas, interacciones y efectos. Creer algo que no sea verificable no es un hecho puramente banal, ya que cada creencia errada obstruye y limita nuestra capacidad de adaptarnos a una realidad que cambia constantemente.
Por eso es siempre mejor no creer en nada que creer por necesidad o ignorancia. Y esta última aseveración ha llevado al Papa a reconocer que las historias de Adán y Eva no son más que cuentos, como muchos otros cuentos de los cuales tenemos que distanciarnos para confirmar nuestra libertad, ya que las falsas creencias son una verdadera prisión.