Un ápice de historia
Con sus orígenes en la Edad de Bronce, Ciudad Rodrigo, al suroeste de la provincia de Salamanca (España), presume de ser de las pocas ciudades extraordinariamente ricas en historia. Así lo atestiguan sus numerosos escenarios, muchos de ellos aún en pie, y que hacen imaginar los episodios de otras épocas que marcaron el devenir de la antigua Miróbriga.
Territorio ocupado hace siglos por los vetones, no fue hasta el siglo II d.C cuando comenzó su andadura con el pueblo romano y con ella la expansión de la ciudad, de la que a día de hoy quedan las Tres Columnas. Vestigio este que hace las veces de emblema de Ciudad Rodrigo desde que fuera adoptado como escudo de la ciudad, ya en la Edad Media.
También en el medievo Ciudad Rodrigo fue protagonista de importantes sucesos. Como el de la Guerra de Sucesión de la Corona de Castilla, que enfrentó a españoles y lusitanos, partidarios de Isabel la Católica por un bando y fieles a Juana La Beltraneja, por el otro.
El apoyo de la ciudad a Isabel y su consiguiente victoria hizo que los Reyes Católicos premiaran a la población con la celebración del mercado franco cada martes. Costumbre, por cierto, mantenida en la actualidad y celebrada fervientemente cada año en el conocido Martes Mayor, donde comerciantes oriundos salen a la calle, libres de impuestos sobre su actividad.
Y con todo ello, Ciudad Rodrigo no sería menos en el transcurrir de los siglos. El XVI, que dio cabida en España a la Guerra de Restauración o a la Sucesión de la Corona, tuvo en esta ciudad un papel notorio. Un tiempo más tarde, con la Guerra de la Independencia, Ciudad Rodrigo fue el escenario de dos asedios históricos: el primero, el de los franceses, que mantuvo a la población bajo el dominio galo en el año 1810; el segundo, el de los ingleses, que tuvo lugar dos años después y acabó con la recuperación del territorio gracias a la ayuda de Lord Wellington, condecorado posteriormente como duque de Ciudad Rodrigo.
Qué mejor que conocer el alcance de esta hazaña que echando un vistazo a la placa que yace en la calle Nueva de la Plaza Mayor de Madrid, ubicada en 1835 y en conmemoración a la localidad salmantina recuperada por el duque.
Paseando por Miróbriga
Con tanto a sus espaldas, esta pequeña ciudad ofrece además en su recinto amurallado un marco incomparable. Su parador, la catedral, monumentos, plazuelas, palacios y calles sacadas de otro tiempo hacen que el visitante se transporte a un rincón donde las piedras parecen tomar vida por sí solas.
El Alcázar, hoy convertido en parador, data del año 1372. Objeto de reformas acordes al devenir del tiempo, no fue hasta la Guerra de Sucesión cuando las autoridades se vieron obligadas a acometer numerosos cambios en su estructura, aún hoy visibles, como la instalación de cañoneras, fosos y baluartes necesarios para la contienda.
El viajero puede conocer esta fortaleza y divisar desde ella el curso del Águeda, afluente del Duero, a su paso por la localidad y camino de Barca d´Alva, donde desemboca ya en tierra portuguesa.
Junto a él, la Catedral de Santa María. Insobornable testigo del tiempo, este templo conserva aún los cañonazos de la reyerta que trajeron consigo los asedios extranjeros. El rey Fernando II puso la primera piedra de la iglesia en el siglo XII y en el año 1889 fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Habilitada para las visitas, guarda en su interior grandes leyendas como la de Pedro Díaz, obispo de la Diócesis mirobrigense allá por el siglo XIV. Sepultado en el templo, la historia dice que el clérigo, de vida libidinosa y poco ejemplar tuvo una muerte lenta y, al fallecer, permaneció su cuerpo varios días antes de ser sepultado. Posteriormente y ya en su entierro, para el asombro de los allí presentes, Don Pedro Díaz “resucitó” alegando que la divinidad le había otorgado unos cuantos días más de vida para redimir sus penas.
Cierto o no, las murallas de Ciudad Rodrigo guardan aún más lugares por conocer. La Plaza Mayor, centro neurálgico actual de la localidad, da cabida al Ayuntamiento, la Casa del Marqués de Cerralbo y la antigua Audiencia.
Junto a ella, otra serie de ágoras como la Plaza de Herrasti, la Plaza del Conde o la Plaza del Buen Alcalde configuran la interesante amalgama de rincones históricos para adentrarse.
Y si da tiempo al viajero, Miróbriga y su casco histórico también dejan ver los palacios señoriales que un día fueron casa de nobles y emblema de la arquitectura de la ciudad. La Casa de los Vázquez, hoy habilitada como sede de Correos; el Palacio de los Águila, Monumento Histórico Artístico y convertido en sala de exposiciones; o el Palacio de los Ávila y Tiedra, también conocido como Palacio del Conde de Montarco y que a día de hoy da cabida a eventos de muy diversa índole.
En un enclave mágico
Para completar el recorrido, nada como adentrarse en la situación geográfica de esta tierra. Los vados del Águeda, tan cercanos a Extremadura y Portugal, acompañan a Ciudad Rodrigo a la hora de hacer la visita más interesante.
Y con ellos la zona de El Rebollar, próxima a Extremadura y conformada por apenas unos municipios erigidos en un enclave natural único y protegido. Cercanos a la Sierra de Gata y apenas a unos kilómetros al sudoeste de Miróbriga, todo el que se adentre en estas tierras contemplará de cerca un marco natural incomparable de la provincia de Salamanca.
Muy próxima también está la fortaleza de Almeida, ya en tierra lusitana. Asediada como Ciudad Rodrigo por los franceses en el siglo XIX, mantiene viva su historia, como demuestran las escenificaciones de las batallas entre portugueses y galos que cada año vuelven a cobrar vida para trasladarnos a otros tiempos.
Vida que también se respira en este rincón fronterizo del sur salmantino, donde sus piedras continúan incitando al viajero para adentrarse de lleno en un destino histórico, único y apasionante con historias todavía por conocer.