El Museo Thyssen-Bornemisza presenta, desde el 22 de octubre de 2014 hasta el 18 de enero de 2015, la primera gran retrospectiva del modista francés Hubert de Givenchy, un creador esencial del siglo XX y leyenda viva de la historia de la alta costura. La exposición, primera incursión del Museo en el mundo de la moda, está ideada por el propio Givenchy y ofrece por ello un enfoque excepcional de sus creaciones a lo largo de casi medio siglo, desde la apertura en 1952 en París de la Maison Givenchy hasta su retirada profesional en 1996. El diseñador ha seleccionado alrededor de un centenar de sus mejores vestidos, procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo y muchos de ellos inéditos para el público, que dialogan en las salas con un conjunto de obras de las colecciones Thyssen-Bornemisza.
Desde la fundación de su propia casa de costura, las colecciones de Givenchy han cosechado un éxito continuado. Admirador de la obra de Cristóbal de Balenciaga, de él heredó una forma de hacer y de entender la costura que se caracteriza por la pureza de líneas y volúmenes. Givenchy fue el primer diseñador en presentar una línea de prêt-à-porter de lujo en 1954 y sus diseños vistieron a algunas de las grandes personalidades del siglo XX, como Jacqueline Kennedy, Wallis Simpson, Carolina de Mónaco o su gran amiga Audrey Hepburn.
La exposición dedica un capítulo especial a esta fructífera relación profesional y de amistad que se inició en 1954 y se prolongó durante toda la vida de la actriz. Audrey vistió sus diseños en algunas de sus películas más conocidas, como Sabrina, Una cara con Ángel o Desayuno con diamantes, y declaró que “la ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador; es un creador de personalidad”. Hepburn sirvió también de imagen para el primer perfume de la Maison Givenchy, L´Interdit, que se presentó en 1957 y para cuya campaña la estrella fue inmortalizada por el fotógrafo Richard Avedon.
Como coleccionista él mismo de pintura de los siglos XVII y XVIII, además de obras de artistas de comienzos del siglo XX, Givenchy ha reconocido en numerosas ocasiones la influencia de la pintura en su trabajo; ejemplo de ello es el hecho de que sus creaciones aúnan la elegancia clásica de la alta costura con el espíritu innovador del arte de vanguardia. Este aspecto, no siempre fácil de reflejar, sale a la luz en las salas a través de los diálogos que sus vestidos establecen con una selección de obras escogidas de artistas como Zurbarán, Rothko, Sargent, Miró, Robert y Sonia Delaunay o Georgia O´Keeffe. La exposición presenta sus contenidos mediante un recorrido abierto e intuitivo, basado en referencias y conexiones temáticas, conceptuales y estéticas, subrayadas en muchos casos por ese diálogo con los cuadros del Museo.
Creaciones innovadoras y primeros grandes éxitos
El recorrido empieza con un primer espacio dedicado a mostrar los comienzos de la Maison Givenchy, en 1952, con piezas destacadas de la que fue la primera colección en su propia casa de costura. Destaca entre ellas la famosa blusa Bettina, llamada así en honor de una de las modelos más bellas de la época y buena amiga del diseñador. Confeccionadas con un material tan económico como la tela blanca de algodón de camisa masculina, con cuello abierto y mangas adornadas con bordado inglés, estas blusas destilaban elegancia y belleza y constituyeron el primer gran éxito en su carrera y un primer paso en su consolidación internacional. A la blusa Bettina le siguieron otras creaciones surgidas de una imaginación adelantada a su tiempo, como unos vestidos de noche con el cuerpo suelto que podían llevarse también con falda o pantalón; elementos intercambiables que se dejaban a la imaginación y estilo de las clientas para combinarlos entre sí, de ahí su nombre: Separates.
Una fantástica selección de vestidos cortos, piezas de indumentaria en piel y delicados trajes en seda y lamé protagonizan las salas siguientes para mostrar una de las principales enseñanzas de su maestro Balenciaga, la importancia de los tejidos. Este trabajo con los distintos materiales junto al tratamiento cromático que les daba, por ejemplo a las pieles, hicieron de él un diseñador innovador y rupturista, pero sin perder nunca de vista la elegancia y la sencillez esencia de su talento. Esta parte del recorrido culmina con una muestra de vestidos que combinan el blanco y el negro, introduciendo ya aquí la que será una de sus mayores señas de identidad: la maestría en el trabajo con el color negro.
Grandes clientas
El núcleo de la exposición está dedicado a mostrar las creaciones para algunas de sus principales clientas, figuras esenciales para contar y mantener una carrera continuada de éxito a lo largo de toda la vida de un modista. Destacan entre ellas cuatro mujeres icónicas de la historia de la moda que fueron además grandes amigas de Givenchy: la duquesa de Windsor, la princesa Grace de Mónaco, Jacqueline Kennedy y, principalmente, la actriz Audrey Hepburn, su musa y embajadora de su marca desde que se conocieron en 1954. Muchas de las piezas exhibidas forman parte de la historia del cine y de la memoria visual del siglo XX, como el vestido que llevó Jackie Kennedy en la recepción oficial que dio el general De Gaulle durante la visita oficial a Francia del presidente de los EE.UU., John Fitzgerald Kennedy, en 1961; o el vestido negro de Audrey Hepburn en la película Desayuno con diamantes, de ese mismo año. Junto a otras creaciones que Givenchy realizó para numerosas actrices y películas, estos vestidos subrayan la importancia del cine en la carrera del diseñador como excelente plataforma de proyección internacional.
A continuación, el recorrido avanza a través de una selección de trajes que muestran el trabajo preciosista y artesanal en bordados y muselinas, presentes en piezas como los déshabillés, hasta llegar a otra de las señas de identidad del estilo Givenchy: la elegancia en el uso del color. Es aquí donde se puede observar de forma especial la influencia en sus diseños de los grandes pintores de la historia y cómo ha sido capaz de trasladar y transformar lo expresado en determinados lienzos, como las dos obras de Sonia y Robert Dealunay presentes en este espacio, haciéndolos suyos y dando lugar a algunas de sus creaciones más destacadas. Estas conexiones continúan en la sala siguiente, donde se establece un diálogo directo entre cuadros de Miró, Rothko, Ernst, Fontana o van Doesburg con algunos de sus vestidos más espectaculares.
Trajes de novia y vestidos de noche
Dos de los más importantes conjuntos de creaciones por los que alcanzó mayor fama internacional, los trajes de novia y los vestidos de noche, son los protagonistas absolutos del siguiente espacio. Los primeros han sido y siguen siendo una seña de identidad de la Maison Givenchy y han marcado durante años el estilo de este tipo de creaciones. Una selección de estos extraordinarios vestidos de novia, realizados en diferentes épocas y presentados con un atractivo montaje escenográfico, permitirá apreciar de nuevo el carácter innovador y rupturista de Givenchy en perfecta sintonía siempre con la belleza intemporal de la elegancia clásica.
Y frente al blanco inmaculado de los trajes de novia, otra de las cimas de su talento: las creaciones para la noche, donde el negro, su color fetiche, destaca por encima del resto de tonos. Fue Givenchy quien consiguió por primera vez una maestría inigualable en el trabajo impecable del color negro con la culminación y popularización del famoso ‘little black dress’, una pieza de indumentaria que se convirtió desde entonces en indispensable en cualquier armario. En estos vestidos de aparente sencillez es donde mejor se aprecia la pureza de líneas y volúmenes que el maestro Givenchy sabía dotar a sus creaciones bajo la permanente influencia de Balenciaga.
Ante la atenta mirada de las grandes top models de los años ochenta fotografiadas por Joe Gaffney, el recorrido termina con unos trajes llenos del glamour de aquella época, uno de los últimos grandes momentos de la historia reciente de la moda.
Hubert de Givenchy
El conde Hubert James Marcel Taffin de Givenchy nació en 1927 en el seno de una familia aristocrática y protestante en la localidad francesa de Beauvais. Criado y educado por su madre y su abuela materna tras el fallecimiento de su padre, fue de ellas de quienes heredó su pasión por los tejidos. Tras confirmar su vocación durante los desfiles de alta costura de la Exposición Mundial de 1937, comienza sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Paris en 1944. Poco después, amplía sus conocimientos de la mano de diseñadores como Jacques Fath, Robert Piguet, Lucien Lelong o la vanguardista Elsa Schiaparelli. En 1952 funda en París su propia casa de costura, la Maison Givenchy, con el lanzamiento de una sorprendente y revolucionaria colección que obtuvo inmediatamente un gran éxito por su innovación frente a otros diseños más conservadores del momento.
Poco tiempo después conoció a Cristóbal Balenciaga, su gran amigo y maestro, del que se siempre se ha declarado un absoluto admirador y al que reconoce como fuente de inspiración. Ese cariño tan especial por Balenciaga es una de las conexiones de Givenchy con España, que se ha manifestado en numerosas ocasiones, como en su decidido apoyo a la creación del Museo Cristóbal Balenciaga, de quien es además Presidente Fundador de su Fundación. Por esta encomiable labor y por otros méritos, como sus donaciones al Museo del Traje de Madrid, el gobierno español galardonó a Hubert de Givenchy con la Orden de las Artes y las Letras en el año 2011. Tras décadas de éxito y reconocimiento, Givenchy vendió su firma en 1988 al grupo empresarial Louis Vuitton Moët Hennessey (LVMH) y se retiró definitivamente siete años después.