En las salas de la tercera planta del Palacio Braschi, se da la posibilidad de admirar dos pinturas del gran pintor véneto, Sebastiano Ricci, pertenecientes a las colecciones de arte de Enel, El triunfo de Venus y Baco y Ariana, por primera vez expuestas al público.
Las dos obras pictóricas probablemente fueron realizadas por Ricci en los primeros años del siglo XVIII, durante su estancia en Florencia.
Recientemente descubiertas, las dos pinturas han sido sometidas a una restauración que ha permitido evidenciar las extraordinarias dotes de colorista del pintor véneto, cuyo estilo inspirado en Paolo Veronese, pero atento a los maestros del Barroco como Lucas Jordán, ha anticipado el de los mayores pintores venecianos del Setecientos, el primero entre éstos, Giovanni Battista Tiépolo.
La exposición, comisariada por Roberta Porfiri y organizada por la Consejería de Cultura de Roma Capital, Superintendencia Capitolina de los Bienes Culturales y de Enel, valiéndose para la restauración de la colaboración de la Superintendencia Especial de Roma – Arqueología Bellas Artes y Paisaje.
Nacido en Belluno en 1659, Sebastiano Ricci ha sido uno de los máximos exponentes de la pintura véneta entre finales del siglo XVII y los primeros decenios del siglo sucesivo. Formado artísticamente en Venecia, fue activo en numerosas ciudades italianas, como Bolonia, Milán y Florencia. En Roma, donde trabajó por primera vez entre 1691 y 1694, realizó el fresco con la Alegoría de la batalla de Lepanto en la Sala de los Paisajes en el Palacio Colonna, la Ascensión en la sacristía de la Basílica de los Santos Apóstoles y dos grandes lienzos de tema bíblico para el Palacio Taverna en Roma.
Estimado como una de las figuras principales del renacimiento de la Pintura Véneta del siglo XVIII, aprendió a pintar estudiando los trabajos de Paolo Veronese y de otros pintores del XVI, que eran sus verdaderos maestros, influenciando, a su vez, a los pintores de la nueva generación, como el citado Giambattista Tiépolo.
Tendencialmente atraído a meterse en líos, especialmente por relaciones amorosas. Considerado responsable de una tentativa de homicidio, Ricci huye a los 22 años a Bolonia, donde no se establece, prefiriendo mantenerse constantemente en movimiento. Durante quince años, conduce una existencia vagabunda, trabajando en varias ciudades italianas, antes de trasladarse a Viena para trabajar en el Castillo de Schönbrunn.
Entre 1711 y 1712, el pintor trabaja en Inglaterra con el sobrino Marco, éste también afirmado pintor y crea para la aristocracia inglesa, luminosas obras decorativas, confirmando su fama internacional. Sebastiano y Marco Ricci permanecen en Londres hasta el completamiento de la decoración de la cúpula de St Paul’s y del Hampton Court Palace (1716). De vuelta, el artista se para en París y encuentra al pintor rococó Jean Antoine Wateau, en cuyo taller copia algunos dibujos que completará al óleo en Italia. La vida seminómada de Sebastiano Ricci tuvo mucho influjo tanto en la solicitud de los clientes que deseaban darle encargos como en la calidad de su trabajo que resulta irregular y a veces mostrando señales de apatía y desgana.
A pesar de todo, su trayectoria itinerante fue importante en la difusión del conocimiento del Arte Decorativo italiano, conquistando, con su estilo vivaz y con la coloración fresca y exuberante, clientes en el universo eclesiástico y en las cortes de toda Europa. Viajero incansable, Ricci trabajó en algunas de las mayores cortes de Europa: estuvo en Viena desde 1701, en Londres entre 1711 y 1716, en París hasta 1718. Transcurrió los últimos años de su vida en Venecia donde murió 1734.