La cita romana exhibe la colección Farnesio, máxima expresión del coleccionismo erudito, mantenido por el Papa Paolo III (1534-1549) y sus sobrinos. Comisariada por Chiara Rabbi Bernard y Claudio Parisi Presicce y montada en la Villa Caffarelli, la exposición se vale de 140 piezas entre esculturas antiguas, bronces, pinturas, dibujos, manuscritos, gemas y monedas del más prestigioso núcleo de obras maestras y hallazgos arqueológicos del Renacimiento, documentando su época de máximo esplendor, desde los primeros decenios del siglo XVI a los inicios del XVII.
Ahora, ya en pleno Jubileo de 2025, el proyecto surge de una reflexión sobre el impacto registrado en la ciudad de Roma por el citado Papa Farnesio, en vísperas del Jubileo de 1550. Cabe recordar que a este pontífice se debieron algunas significativas intervenciones en la ciudad eterna, entre ellas, la monumentalización de la plaza del Campidoglio, encargada al genial Miguel Ángel. En el contexto del primer tercio de mil quinientos, Roma permanecía siendo el último baluarte de la autonomía italiana, elemento clave para el presidio de los intereses de una península cada vez más carente de capacidades financieras y militares, análisis que fue compartido también por Alejandro Farnesio, en cuanto se perfiló la elección al trono pontificio, que encontró correspondencia en una estrategia basada en tres pilares: frente a las incertidumbres suscitadas tras el descubrimiento de las Américas, al dilagar de la herejías y del feroz disentimiento espiritual, reivindicar la centralidad teológico-política de Roma, pasando a través de una reestructurada teología de la historia; además un drástico esclarecimiento en términos disciplinares y doctrinales de las autoridades de la Curia por medio de una política de control y reforma que pusiera orden en las numerosas tensiones centrífugas, una política que en 1542 conllevó el nacimiento de la Santa Inquisición; finalmente restablecida la autoridad moral y espiritual en el Imperio, el consolidamiento del escenario diseñado por los tratados de 1529- 1530 y la substitución de los Médici por los Farnesio y los equilibrios firmados por los acuerdos de Bolonia, aprovechando del hecho que por primera vez, Martino V, el pontífice descendía de una familia romana, particularmente predispuesta a sobreponer para su propio beneficio los modelos del pontificado y del principado.
El fomento de los encargos, para convocar en la Urbe a los artistas huidos del Saqueo de Roma, conllevó la formación de las colecciones familiares con la finalidad común de contribuir ideológicamente al proyecto teológico-político de la Restauratio Romae. En respuesta al espacio alargado al Nuevo Mundo y dominado de las tenencias centrífugas del Imperio español, de la herejía musulmana y protestante, la estética perseguida por el pontífice recuperó lo más cosmopolita y conocido del mundo antiguo.
En 1546 fueron hallados en las Termas de Caracalla el Hércules en reposo y el Toro Farnesio, identificados según las descripciones de Plinio el Viejo como copias de los originales de Lisippo y de Apollonio de Tralles, actualmente en el Museo Arqueológico de Nápoles que, con un abuso que dañaba las colecciones vaticanas cuyas consecuencias para Roma se registran aún en la actualidad, acabaron adornando el patio del palacio de familia, subrayando la predilección por la estatuaria antigua, posiblemente policromada y de dimensiones colosales, coherentes con la estética de las fases más helénicas y filo- orientales del Imperio.
En 1586, el núcleo hereditario de Margarita de Austria, mujer de Octavio y ya viuda de Alejandro de Médici, fue el famoso grupo de gemas de Lorenzo el Magnífico. Entre éstas, la maravillosa taza de ágata sardónica de época helenística y de origen alejandrino, que se convirtió en uno de los símbolos de la colección. Junto a ésta, crecían las colecciones de “exótica”, procedentes de los continentes conocidos mientras que para los encargos artísticos, la contaminación de los estilos y de las escuelas que llevó Tiziano junto con Rafael a las colecciones de familia, sería la tendencia del mecenazgo mantenida incluso por las generaciones siguientes, contribuyendo a un reinvento cosmopolita del gusto renacentista.
La voluntad de llevar a cabo la práctica coleccionista de la Roma Renacentista, también con adquisiciones puntuales, encargos de excavaciones, realización de copias, mudanzas de antigüedades de los espacios públicos y del suelo de la Urbe, produjo la implicación de importantes humanistas y hombres de la Iglesia, muchos de los cuales ya activos en los círculos medíceos.
Si la estética codificada por la corte de Paolo III contribuyó al desarrollo y a la evolución de la cultura renacentista hacia los valores del manierismo y del barroco en Roma, ya en Parma y Piacenza donde sus descendientes permanecieron asentados durante casi dos siglos en el trono ducal, siguieron perpetuando los principios al construir una identidad cultural y artística con una dignidad comparable con la de otras cortes italianas y europeas.
Y ahora, en pleno Jubileo de 2025, a lo largo de doce salas de Villa Caffarelli en los Museos Capitolinos, el visitante se introduce en la narración de la dinastía Farnesio, la familia, la ciudad de Roma y la Colección. Especialmente centrada en el vínculo entre Paolo III y Roma y en las importantes intervenciones urbanísticas por iniciativa del Papa Farnesio, en preparación del Jubileo de 1550, quedan resumidas en la reproducción de un mapa de 1555. El eslabón que los Farnesio habían enlazado entre Roma y sendas colecciones, resulta descrito en el Testamento del Gran Cardenal Alejandro, en el que se afirma explícitamente que la Colección familiar, inalienable, debía quedarse en Roma.