Dos eventos históricos, las conquistas político-militares de Alejandro Magno y el surgimiento y expansión de la República romana, son claves en la historia, no solo política y cultural, sino intelectual, en la Antigüedad clásica. Mientras Alejandro Magno marcó el final de la polis como eje de la vida social y política de la Hélade, rompiendo su importancia y centralidad en las reflexiones ético-políticas de Platón y Aristóteles, el expansionismo romano revitalizó y difundió la cultura helenística, dándole nuevas motivaciones y realidades éticas y lógicas para la reflexión filosófica.

Helenismo Durante las tres primeras etapas de su historia, no existió unidad política entre los helenos. Cada polis era autónoma e independiente del resto, siendo fuente de identidad política y ética para sus ciudadanos. Pero la revolución política que provocó Alejandro Magno, la conquista macedónica del Peloponeso y el surgimiento de nuevos imperios implicaron un giro radical tan grande en el espíritu de la cultura griega, que marcó el fin de la era clásica y el inicio del helenismo1.

Al periodo clásico le siguió el helenismo (323 a. de C. - 30 a. de C.), cuando se hundió la relevancia sociopolítica de la polis. El surgimiento de monarquías universales que reúnen e igualan ciudades, etnias y poblaciones concentró el poder en los monarcas en detrimento de los ciudadanos, quienes fueron perdiendo sus libertades e influencia política.

Quedando destruido el valor fundamental de la vida espiritual del periodo clásico, surgieron nuevos sistemas filosóficos que darían sentido a la vida social de quienes dejaron de ser ciudadanos para volverse súbditos; entre ellos, la frialdad del estoicismo.

Estoicismo Fundada por Zenón de Citio (333/332 a. de C. - 262 a. de C.) alrededor del 300 a. de C., en los pórticos (Stoa) de Atenas, el estoicismo fue una de las escuelas filosóficas dominantes de este periodo. Zenón, al no ser ciudadano ateniense y ser de origen semita, no podía comprar edificios o propiedades, por lo que se reunía con sus alumnos en los pórticos pintados por Polignoto.

Desafortunadamente se han perdido todos los textos escritos de Zenón, y aquellos que nos han transmitido la doctrina de la primera estoica lo han hecho mediante testimonios indirectos que hacen referencia a las innumerables obras de Crisipo.

Crisipo de Solos (281 a. de C. - 208 a. de C.) nació en Tarso o Solos y murió en Atenas. Filósofo y una de las máximas figuras de la escuela estoica antigua, un escritor prolífico, Crisipo extendió las doctrinas fundamentales de Zenón. Se le conoce segundo fundador de la Stoa, y hasta decían que: “De no haber existido Crisipo, no existiría tampoco la Stoa”.

Zenón dividía la filosofía en tres: física (o filosofía de la naturaleza), lógica y ética. La relación entre las partes de la filosofía estoica queda ejemplificada con la comparación de la filosofía como un huerto. En el huerto filosófico la barda que lo protege de amenazas externas es la lógica, los árboles que dan sustento y estructura son la física (filosofía de la naturaleza) y la ética son los deseables frutos, que son el resultado último de la huerta.

Por un lado, los estoicos son deterministas, donde la idea del logos, orden racional del mundo, determina los sucesos. Sin embargo, buscaron preservar espacio para la responsabilidad moral al defender una versión del compatibilismo.

Por otro lado, la clave para alcanzar la eudaimonía o felicidad plena radica en vivir de acuerdo con la naturaleza y al logos, una fuerza racional y ordenada que es la razón universal que impregna y da forma a todo lo existente. Los estoicos creían que, al alinearse con el logos, los individuos podían superar las pasiones desordenadas y vivir en paz, independientemente de las circunstancias externas. Al cultivar una vida conforme al logos, los estoicos promovían la apatheia, una libertad interior frente a las emociones perturbadoras, y el ataraxia, un estado de tranquilidad y equilibrio mental.

Para los estoicos, ante una etapa de crisis política y pérdida de relevancia política, el ciudadano (ahora súbdito) debe volver sobre sí mismo. Hay un grado de aceptación del mundo externo, de aquello que no puedo controlar y que guarda una racionalidad propia. Es por ello que no se lucha contra el mundo externo, el cual debe ser aceptado, sino en el interno, en la perfección individual y la búsqueda de la virtud ya desprendida de la polis.

Expansión de la República romana

Para entender la importancia del estoicismo es necesario repasar el segundo evento histórico relevante del texto de la República romana al Imperio romano.

La República romana se estableció en el año 509 a. de C., de acuerdo con los relatos de Tito Livio, tras la expulsión del rey Tarquino el Soberbio. Este evento marcó el fin de la monarquía y el inicio de un sistema republicano basado en el poder compartido entre dos cónsules, elegidos anualmente. Durante este periodo, Roma consolidó sus instituciones más representativas: el senado, un consejo de ancianos que asesoraba a los cónsules; las magistraturas, cargos públicos de diversa índole que administraban la justicia y las finanzas; y el ejército, fundamental para la expansión territorial.

A lo largo de los siglos, Roma fue sometiendo, asimilando y federando a las diferentes tribus, ciudades, reinos y culturas del Mediterráneo y Europa. La estructura política de Roma, diseñada originalmente para gobernar una pequeña ciudad-estado, se mostró insuficiente para administrar un imperio en expansión.

La expansión romana sobre Grecia implicó el contacto de la cultura romana con la filosofía helenística. De todas las escuelas helenísticas, la que tuvo mayor impacto entre los filósofos, juristas y élites romanas fue la estoica. Los romanos supieron hacer suyo los dogmas filosóficos helenísticos y volverlos afines a sus intereses y particular practicidad. El poeta Horacio lo explicó del mejor modo posible: Graecia capta ferum victorem cepit (“Grecia vencida había vencido a su bárbaro vencedor”).

El periodo que abarca el final de la República y el nacimiento del Imperio romano fue el periodo de mayor fuerza del estoicismo romano. La pérdida de libertades ciudadanas fue el impulso o causa de su desarrollo.

Así como los griegos, ante la transformación de ciudadano a súbdito, en el helenismo se volvieron sobre sí mismos para encontrar la fuente de la felicidad y sentido, así los romanos encontraron en el estoicismo la filosofía-terapia necesaria para afrontar el desaliento y melancolía del fin de la República. El individuo, al haberse suavizado notablemente los lazos que lo vinculan con el Estado, busca su propia perfección en la interioridad de su conciencia, creando una atmósfera intimista.

En ambos periodos, ante la pérdida de la ciudadanía democrática y volverse súbdito de un Estado poderoso, debemos aliarnos al logos, o razón que rige el orden del cosmos y la vida social. El melancólico estoico debe aceptar lo que no puede controlar, lo exterior, y actuar sobre donde sí tiene potestad, sobre la interioridad del individuo.

Notas

1 Reale, Giovanni y Antiseri Dario (1992). Historia del pensamiento filosófico y científico, p. 203. Barcelona: Herder.