Aquella madrugada entre el 2 y 3 de mayo de 1808, tropas al servicio de Napoleón Bonaparte (1769-1821), emperador de Francia y territorios anexos, fusilaron a decenas de madrileños en varios lugares de la capital española. Algunos años después Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), representarían la violencia de esos días en dos obras que hoy reposan en el Museo del Prado, “El 2 de mayo de 1808 en Madrid” y “El 3 de mayo en Madrid”. Ambos plasman la lucha contra la dominación francesa, comienzo de la guerra de independencia española.

“El 3 de mayo …”1 es particularmente relevante por múltiples razones. La obra inspiraría a numerosos artistas posteriores, y durante el apogeo del Impresionismo (movimiento artístico enfocado en plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de lo que se muestra) y el Romanticismo (movimiento cultural que exalta la libertad creativa, la fantasía y los sentimientos), fue considerada antecedente directo de ambos estilos.

Este cuadro muestra a un Goya maduro, prescindiendo de los elementos del neoclasicismo típico de su época. En vez de representar la gesta, coloca solo a los ejecutados y sus captores. El centro de la obra son los rebeldes, quienes esperan la inminente muerte. Varios compañeros han sido fusilados y yacen a sus pies. A la derecha, el pelotón de fusilamiento empuña sus bayonetas y están listos para una nueva carga. La violencia irracional domina el cuadro. Entre quienes han de morir se nota el miedo, la rabia, la angustia, la desesperación. Estos fusilamientos ocurrieron en diversos lugares de Madrid, y aunque ciertos eruditos han sugerido que el lugar que muestra Goya podría tratarse de la puerta de La Vega, muchos más historiadores y estudiosos de la obra del Aragonés, sitúan la escena en la montaña del Príncipe Pío.

Sobre esta montaña, más bien una loma, se construiría, a mediados del siglo 19, el tristemente célebre Cuartel de la Montaña. A un día de estallar la Guerra Civil aquel 18 de julio de 1936, el general Joaquín Fanjul (1880-1936) llegó al recinto, junto a su hijo Juan Manuel Fanjul (1914-1989), se instaló en él, declaró el estado de guerra, uniéndoseles los 1.500 hombres al mando del coronel Moisés Sierra Bartolomé (1878-1936) y unos ciento y tantos falangistas (Grupo político de ideas fascistas). La Guardia Civil, la tropa de Asalto y las milicias populares, fuertemente armadas, rodearon al cuartel y amaneciendo el 20 de julio inician un combate que culminaría con la muerte de cientos de sus ocupantes y el deterioro casi total del edificio. Este, para 1939, no era más que un montón de ruinas irrecuperables.

Comenzando la década de 1970, el gobierno central cedería esos terrenos al ayuntamiento de Madrid, quienes convertirían la zona en un gran parque. Mirando al este, hacia la calle del Profesor Martín Almagro Basch y la de Ferraz, erigirían un monumento homenajeando a los caídos durante aquel asalto. Una figura de bronce, mutilada, en el centro de un paredón que semeja una trinchera de sacos de tierra.

Curiosamente, quizás vigilante de los recuerdos de aquellas masacres, reposan los restos de Goya frente al Manzanares, en la ermita de San Antonio de la Florida2, apenas a unos 15 o 20 minutos caminando hacia el noroeste de esta loma.

Arriba del monumento a los caídos, sobre la explanada donde estuvo el cuartel, hoy vemos un templo egipcio, originalmente conocido como Ta Hut, hoy, Templo de Debod. Originalmente dedicado a Amón, dios de la creación, quien se fusionaría con el dios del sol, Ra, para convertirse en Amón-Ra. Con el tiempo, el templo también se dedicaría a Isis, Aset entre los antiguos egipcios; “reina del trono”, la gran madre, reina del universo, protectora de las mujeres, diosa de la curación, la magia y el destino, madre de Horus, hermana y esposa de Osiris, el gobernante del inframundo.

¿Pero, un templo egipcio en Madrid? ¿Es real? ¿O es una reproducción?

Gamal Abdel Nasser (1918-1970) asumió la presidencia de Egipto en 1954 prometiendo modernizar la arcaica infraestructura del país. Decidió erigir una nueva represa en la región de Asuán. La antigua, construida durante el mandato británico entre 1899 y 1902 frente a la ciudad de Asuán, intentaba regular las crecidas anuales del Nilo. Sin embargo, debido a errores de diseño e insuficiente altura, hubo de ser aumentada un par de veces. En 1956 culmina el proyecto de levantar la nueva represa en un punto mas alto del río, para proteger a la población y los cultivos de las históricas crecidas del Nilo, almacenar agua para riego y consumo, y producir energía hidroeléctrica.

El proyecto era de tal envergadura que su costo total era inasumible por el gobierno egipcio. El Reino Unido pensó en patrocinar la obra, pero no concretaron nada. A fines de 1955, el gobierno estadounidense acordó apoyar a Nasser con unos 70 millones de dólares para construir la represa. La oferta, sin embargo, fue revocada poco después. Se involucraría entonces la Unión Soviética, financiando finalmente un tercio de la obra. Comenzaría la construcción en enero de 1960, culminando en julio de 1970, e inaugurándola en 1971. El lago formado por la represa es hoy conocido como Lago Nasser, en honor al impulsor de su construcción y quien la hizo posible, aunque desafortunadamente, no pudo inaugurarla. Murió meses antes.

Una de las grandes controversias de esta mega construcción era que, al crearse el enorme lago, buena parte de la Baja Nubia quedaría inundada. Unos 100.000 pobladores de Egipto y un poco menos de Sudán, así como una treintena de monumentos y sitios arqueológicos quedarían bajo las aguas. El gobierno egipcio apeló a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), buscando apoyo para rescatar los tesoros arqueológicos que se perderían bajo las aguas. La zona de Nubia era muy conocida por los arqueólogos por haber sido objeto de intensas exploraciones e investigaciones arqueológicas. Numerosos expertos se integraron a realizar excavaciones de emergencia y planes de reubicación de los monumentos por encima de la línea máxima prevista para la superficie del futuro lago.

La UNESCO creó un fondo especial para donaciones con el propósito de financiar el rescate. Cincuenta países contribuyeron monetariamente y más de dos mil arqueólogos, arquitectos, conservadores-restauradores, e ingenieros de varios países se incorporaron al salvamento. Desmantelar y trasladar las obras arquitectónicas de Nubia representó una gran dificultad. Solo 18 de los 25 templos de la zona afectada fueron rescatados en su totalidad o en buena parte. Estos se reensamblaron en seis grupos dispuestos a lo largo del Nilo o en islas del futuro lago.

El gobierno egipcio, en agradecimiento a algunos países que contribuyeron con especial énfasis al éxito de tal campaña, donaría cuatro templos. A los países bajos le entregaría el templo de Taffa o Taffeh, el de Dendur a los Estados Unidos, Ellesiya a Italia, y el templo de Debod a España.

Este templo, orientado este-oeste para que su eje quedara en el camino trazado por el Sol y perpendicular a Hapi, el Nilo, fue construido a unos 15 kilómetros de la ciudad de Asuán, cerca de la primera catarata y del centro religioso de Filae. Ordenó su construcción Adikhalamani (~207 – 186 a.C.), rey Kushita de Meroe, dedicándolo a Amón. Sus grabados y jeroglíficos indican que en el templo se hacían ofrendas a diversas deidades, Shu, Tefnut, Uadyet, Nekhbet, Re Horakhty, Thot, Min, Apset, Mut, Horus, Hathor, Osiris, Neftis, Anukis, Satis, Khnum, las deidades de Meroe, Mahesa y Apedemak, y el mítico y divinizado Imhotep, arquitecto de Horus Netcherijet (Djoser), rey de la Dinastía III. Comenzó como una pequeña capilla de una sola habitación. Pero se fue ampliando durante los reinados de Ptolomeo VI (186 a.C. – 145 a.C.), Ptolomeo VIII (182 a.C. – 116 a.C.), Ptolomeo XII (117 a.C. – 51 a.C.), dedicándolo a Isis. Los emperadores romanos Augusto (63 a.C. – 14 d.C.) y Tiberio (42 a.C. – 37 d.C.) completaron su expansión. El templo estuvo activo hasta el siglo VI, cuando fue abandonado.

Al construirse la primera represa de Asuán, las aguas lo cubrían durante nueve meses al año. Con la nueva represa quedaría sumergido para siempre.

Respondiendo al llamado de la UNESCO, se crea el “Comité Español para el salvamento de los tesoros arqueológicos de Nubia”. Arqueólogos españoles excavarían en la Nubia Sudanesa y la egipcia. Comenzaron en Sheik Daud, cerca de Tumas, en la Nubia egipcia. Luego, la necrópolis de Masmás en el Alto Egipto. De seguidas, excavaron una interesante necrópolis del llamado grupo C de Nubia, que proporcionó importantes hallazgos de cerámica Kerma (civilización temprana del sur de Nubia).

De 1961 a 1964, excavaron entre Mirmad y Nag Sakoli, también en Nag Shayeg y Nag el-Arab, en la Nubia Sudanesa, y otras necrópolis del grupo C y una necrópolis meroítica. Descubrieron algunas tumbas de la época faraónica, encontrando objetos ornamentales del Nuevo Imperio. Realizaron excavaciones en las islas de Kasar-Ico y Abk Anarti, cerca de la segunda catarata del Nilo.

Los técnicos y arqueólogos españoles también se involucraron en el rescate de los templos de Ramsés II y Nefertari, en Abu Simbel. También contribuyeron al salvamento del templo de Filae. Además, el gobierno español contribuyó con varios cientos de miles de dólares, y aportaron valiosos materiales que hoy forman parte del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde podemos admirar unas 3.000 piezas procedentes de aquellas excavaciones nubias.

En 1960, el templo de Debod fue el primer monumento en ser desmontado. En 1961, sus bloques se depositaron en la Isla Elefantina, frente a Asuán y cerca de la primera catarata. Allí permanecieron hasta 1970, cuando fueron trasladados a España. Se instaló entonces en la montaña Príncipe Pío, siguiendo el eje este-oeste; ciertas piezas faltantes se reconstruirían durante 1971. Se inauguró oficialmente en julio de 1972.

En febrero de 1964, el Arqueólogo Martín Almagro Basch (1911-1984) director del Museo Arqueológico Nacional y presidente del “Comité español…”, solicitó al gobierno egipcio, en nombre de España, la donación del templo. A pesar de la oposición de varios países que lo querían para sí, el 30 de abril de 1968, el presidente Nasser, por decreto, ofrecería el templo “al gobierno español y a su pueblo, en consideración a sus esfuerzos en la contribución a la salvaguardia de los Templos de Abu Simbel”.

Tal concesión ha sido tan trascendente que la toponimia madrileña cambió casi inmediatamente luego de la inauguración. Hoy, al hablar de la montaña del príncipe Pío, casi nadie recuerda al cuartel de la montaña, lo normal es referirse al Templo de Debod de Madrid. Es así como aquella rescatada obra de la Nubia egipcia ha superpuesto su nombre sobre otro que fue tristemente significativo “en el castizo Madriz”.

Notas

1 Para ver “El tres de mayo de 1808 en Madrid”, acceda al siguiente enlace.
2 Sobre la ermita de San Antonio de la Florida, puede leer el siguiente artículo.

Almagro, A. (2021). El Templo de Debod: De Nubia a Madrid. Barcelona: Editorial Planeta. 240 pp.
Ayuntamiento de Madrid. (sin fecha). Templo de Debod. Disponible en este enlace.
Little, T. (1965). High Dam at Aswan: the subjugation of the Nile. New York: The John Day Co. 242 pp.
Tomlinson, J. A. (2020). Goya. A portrait of the artist. Princeton: Princeton University Press. 388 pp.