Desde el principio de la evolución en la antigüedad más remota, una ley biológica ha primado sobre las diferentes especies que pueblan la Tierra: “reproducirse a como dé lugar”. De hecho, inicialmente a eso, hay una orden genética desde los inicios de la vida en el planeta y cuando aparecieron los genes; estos al crear la primera cosa con vida, la célula le señalaron la necesidad de reproducirse como primera premisa para sobrevivir.

La Teoría de la Evolución de Charles Darwin dio a conocer que una de las bases de “la selección natural” para la conservación de las especies consistía en que las que más se reproducían tenían mayores posibilidades de subsistir, pues los ataques de los depredadores, aunque mataran a muchos animales de su especie, no lograban acabar con todos, y estos se volvían a reproducir. A la vez, si esos depredadores no existían y la especie –cebras o antílopes, por ejemplo– se reproducía incontablemente, entonces los pastos de las grandes sabanas se agotarían. De ahí que la naturaleza mantuviera un equilibrio entre el número de animales de las diferentes especies y sus depredadores tanto en la tierra como en el mar.

Pero en esos tiempos la naturaleza predominaba sobre las especies. En los últimos siglos apareció una especie animal, la más inteligente, la del Homo sapiens. Darwin insistía: “Los seres humanos no estamos por encima de la naturaleza, sino que, formamos parta de ella”; sin embargo, desobedeciéndolo, dicha especie comenzó por necesidad y/o por exceso, gracias a sus ideas y a la tecnología a destruirla con la deforestación o la tala masiva de árboles de bosques y selvas; con la explotación del carbón, y otros minerales, del petróleo y gas. Se contaminaron la atmosfera, los ríos y los mares. Se produjo un exceso de calor en todo el mundo, con tornados y huracanes. Todo eso contribuyó a agravar y acelerar uno de los periodos geológicos de la Tierra (que suelen aparecer cada ciento de miles de años) causando cambios climáticos severos y hasta terremotos.

En todo caso, los primeros homínidos, y posteriormente el Homo sapiens, tenían que reproducirse en gran cantidad, ya que en los tiempos primitivos la mortalidad de los niños y adultos era muy elevada y posiblemente la esperanza de vida no llegaba a los 40 años. Este problema subsistió hasta el siglo XIX, cuando en los diferentes países se requería para el campo y las ciudades suficiente mano de obra “barata” (creando pobreza en masa) para los negocios de todo tipo. Este proceso se aceleró bajo la llamada Revolución Industrial, donde millones de campesinos inmigraron a las ciudades para trabajar en la industria y el comercio.

Por esos tiempos, el número de hijos era de 5 a 7 en una familia; los niños también eran necesarios pues desde jovencitos ya eran mano de obra barata para diferentes trabajos, aportando dinero a las familias; pero sufrían de alta mortalidad como consecuencia de la pobreza, la insalubridad, la mala nutrición, las infecciones por el agua potable contaminada que ingerían, las parasitosis, la falta de vacuna para diversas enfermedades como el sarampión, la viruela, la escarlatina, la difteria, etc. Además, la falta de programas para evitarlas y para tratar sus enfermedades de parte del Estado.

Con los años y los avances económicos y sociales en diferentes países, se vio que existía una especie de relación entre el progreso social-económico y una menor pobreza: cuanto mejor estaba la educación y la salud de la población, más desarrollo económico se apreciaba. También este desarrollo económico hizo ver que conforme las familias de clase media tenían más recursos y educación, y la mujer se integraba a las fuerzas de trabajo, descendía el número de hijos. Además, que cuidar la salud de los niños o atender su enfermedad salía muy caro. Lo mismo sucedía en lograr una buena educación primaria y secundaria, y ni que decir la universitaria. Asimismo, la mujer que trabajaba requería encontrar una sustituta para cuidar a los hijos.

Se recomendó entonces mundialmente hacer descender la natalidad en los países pobres y en vías de desarrollo. Esto con el fin de disminuir el alto número de niños en las familias pobres y que estas familias con el número reducido de niños tuvieran una mejor oportunidad de subsistir.

China e India con sus enormes sobrepoblaciones y dificultades para alimentarlas, proteger su salud y educarlas, fueron las primeras en establecer programas formales nacionales de políticas de población para disminuir su rápido crecimiento demográfico. China incluso señaló un hijo por familia, política que suspendió en estos años del siglo XXI. Posteriormente muchos países con apoyo del Programa de Población de las Naciones Unidas establecieron programas de educación y control de la natalidad, incluyendo el uso de anticonceptivos de diversos tipos, todo aceptado universalmente, aunque rechazados por la Iglesia Católica y los seguidores del islam. Particularmente, los musulmanes en los últimos años del siglo XXI aumentaron el grupo religioso y el de sus seguidores (de familias numerosas), son la población de mayor crecimiento en el mundo y, a la vez, sus inmigrantes en Europa son el grupo de mayor crecimiento demográfico.

De hecho, hasta la mitad del siglo XX y después, se consideró una necesidad el control de la natalidad por diversos medios no impuestos, aceptados libremente por las familias en la mayoría de los países del mundo.

A su vez, los Estados, conforme mejoraron su economía se dieron cuenta que, para progresar, debían ofrecer a la población educación y cuidados de la salud. Como sus costos eran elevados, se aceptaba el control de la natalidad necesarios para que el Estado ofreciera esos cuidados a su población femenina.

Hoy estamos ante una gran “paradoja”. Sabemos que hay demasiada gente en la Tierra, más de 7 mil millones de seres humanos. Para muchos países, su elevada población significa una pesada carga económica y social, pues tienen porcentajes de pobres que varían entre el 20% y hasta el 60% o más. Y por otro lado aparecen problemas por la falta de un crecimiento adecuado de la población en otros, debido a su baja natalidad como veremos.

Además, en las megaciudades –como Tokio (Japón) con 32 millones de habitantes, Seúl (Corea del Sur) con 22,5 millones, Delhi (India) con 20,9 millones, Sao Paulo (Brasil) con 20.5 millones, México D.F. (México) con 20 millones y Nueva York (EE. UU.) con 19.7 millones, entre otras– las autoridades tienen serios problemas para suministrarles todo tipo de servicios a sus residentes, como: cuidado de la salud, educación, fuentes de trabajo estables, apartamentos o casa a precios razonable. Además, en zonas de esas ciudades campea la violencia, la drogadicción, la pobreza, debidas en parte a estar excesivamente pobladas. Las Naciones Unidas señalan que muchas ciudades están creciendo a un ritmo donde es imposible atender bien a sus residentes.

En muchos países del mundo (hay un total de 195 países reconocidos) se aprecia en los noticieros de la TV que campean la pobreza, las hambrunas, la falta de agua potable, la drogadicción, la violencia, la falta de educación y cuidados de salud y médicos. Entre esos países tenemos a: Nigeria (213 millones de habitantes), Bangladesh (169 millones), República Democrática del Congo (95 millones), Angola (34 millones), Somalia (17 millones), Sudan (45 millones), Chad (17 millones). Además, Pakistán (222 millones) y Haití (11 millones) en América Latina. Por supuesto hay muchos más, siendo la sobrepoblación un grave problema en ellos, incluso la India (con 1400 millones) tiene áreas de pobreza extrema, al igual que Brasil (con 220 millones), etc.

El Fondo para la Población Mundial de las Naciones Unidas indico que los 50 países más pobres del mundo triplican su población para el año 2050 sin que se vea que sus recursos económicos y sociales vayan a crecer a ese ritmo y poder así a estas nuevas poblaciones. Según algunos demógrafos, para el año 2050 el planeta Tierra tendrá más de 9.000 millones de personas.

Por otro lado, en muchos países desarrollados y en vías de desarrollo comienza a haber cada día una menor cantidad de niños. Se habla de “tasas de fertilidad” al número promedio de hijos que nacerían por mujer si estas (todas) vivieran hasta el final de sus años fértiles. Las tasas de fertilidad se han desplomado pasando de tener 5 hijos una familia a solo 1.5 hijos o menos, entre estos: Rusia, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Costa Rica, con solo 1.48 nacimientos; Uruguay e Italia con 1,3 nacimientos; España y China y Corea del Sur con 1.2 nacimientos por mujer.

En los países escandinavos algunos europeos, desde hace años dan incapacidad hasta tres meses después del parto a la madre que trabaja con salario completo y guarderías públicas o privadas para los niños subsidiadas por el Estado a partir de dos años, impuestos de la renta más bajos, servicios médicos gratuitos, entre otros beneficios. Debo señalar que mi país, Costa Rica, al igual que Uruguay, Chile y algún otro, ofrecen beneficios parecidos, lo mismo Australia, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, y otros con tasas de fecundidad inferiores al nivel de remplazo. Estas naciones ahora están ofreciendo muchos incentivos para que las mujeres (hogares) tengan más hijos. En América, países como Cuba, Costa Rica, Uruguay, México, etc., tienen tasas bajas de crecimiento de población.

Damos el ejemplo de Costa Rica: en 1990 tenía 3 millones de habitantes y hubo 82.000 nacimientos con una mortalidad infantil de 15,3 (número de muertes en niños menores de un año por cada mil nacidos vivos). En 2022, con una población de 5 millones de habitantes, hubo 54.800 nacimientos con una mortalidad de 8.54. La reducción en el número de nacimientos se dio pese al aumento de población y ayudaron a esto la educación sexual y el uso de anovulatorios, etc. La esperanza de vida al nacer era de 80 años en el 2023.

En cambio, tuvieron tasas muy altas de fertilidad de más de 6, pese a problema de pobreza: Nigeria, Chad, el Congo; más de 5: Somalia, Mali, Angola, Nigeria; más de 4, veinte países; más de 3, 10 países; etc. En América Latina hay problemas como: falta de fuentes de trabajo o mala remuneración. Los jóvenes que salgan de las universidades, si consiguen un trabajo, no querrán casarse ni tener hijos tempranamente, debido en primer lugar al alto costo de la vivienda y, sobre todo, el alto costo de educar y cuidar la salud del niño pequeño y a la falta de estabilidad de los trabajos de nuestro tiempo.

Es sabido que, para reproducirse bien, una población debe tener un mínimo de 2.1 hijos por mujer. Si lo anterior es correcto, en los próximos cuarenta años esos países podrían ver relativamente disminuida su población, en relación a muertes por nacimientos y habrá cada día más viejos y menos niños. Con el problema para sus sistemas de seguros sociales, de que un número menor de trabajadores sostendrá a un número mayor de ancianos en su régimen de pensiones, lo que hará que disminuyan los ingresos de ese sistema.

Los Estados Unidos, con 335 millones de habitantes, tiene ya problemas de baja tasa de fertilidad (1.6) y eso a pesar de que los latinos (que son un 15% de la población) tienen más de un hijo, lo mismo los afroamericanos y los inmigrantes de muchos países que acepta año con año. El problema: los padres temen no tener seguros médicos para ellos y sus hijos, al igual que la oportunidad de estudios y trabajos.

Como ya señalamos, los sistemas de salud o los seguros sociales universales de los países desarrollados o en vías de desarrollo van a tener el problema de una población que eufemísticamente se le llama de la “tercera edad”, que crece más rápidamente que los nacimientos necesarios para lograr posteriormente suficientes trabajadores para mantener cada vez más y más pensionados. Con los agravantes de los “ancianos” por su edad y el tipo de patología que presentan, requieren atención más especializada, como serian: hipertensión arterial, cardiopatías, ateroesclerosis en diversas partes, diabetes, senilidad con problemas mentales, problemas en las caderas, ojos, sorderas, etc.

Todo eso es la causa de una mayor cantidad de internamientos hospitalarios que otros grupos, con mayor duración de tiempo en el hospital y mayores costos, lo que tiende a desequilibrar la economía de esas instituciones de salud. Por eso, ya los sistemas de salud deben tratar de darles más años de vida a las personas, pero, eso sí, con más calidad de vida para que se enfermen menos.

En los países desarrollados se trata de aumentar en sus ciudadanos la esperanza de vivir más años, y sus mujeres tratan de disminuir los nacimientos. Mientras que en los países pobres se trata disminuir el número de nacimientos y buscan mejorar el acceso a agua potable y alimentos adecuados a su población, para lograr disminuir la mortalidad infantil, y por falta de educación sexual y medios para prevenir los embarazos (simples anovulatorios), las familias se llenan de hijos.

Hay un dilema muy difícil de resolver. A pesar de la pobreza, en decenas de países continúa creciendo su población, sin que al mismo tiempo crezcan los recursos económicos para darle una vida digna a sus gentes. Resultado: la pobreza continúa aumentando.

Los países ricos, al igual que la gente muy rica (con excepciones), no ayudan a paliar la pobreza de diversos grupos. China creció económicamente en los últimos 30 años, debido a que los países industrializados y muy ricos (el capitalismo salvaje) se llevaron para China sus grandes fábricas, que antes estaban en el propio Estados Unidos, Europa y hasta el resto de América. Esos traslados no se hicieron con el fin de ayudar a sacar de la pobreza a China, sino porque esta nación ofrecía mano de obra más barata, organizada y sin los disturbios de sindicatos o huelgas, y, por consiguiente, aumentarían sus capitales. No importo dejar en el aire, sin trabajo, a millones de trabajadores que estaban en los países mencionados. Resultado: por supuesto, China se aprovechó muy bien, sacó a cientos de millones de la pobreza y mejoró su economía. Lo mismo sucedió en Vietnam y Taiwán.

En los países ricos la población no crecerá o lo hará lentamente, pero eso sí, su riqueza seguirá en aumento y el sector de “los ricos” será cada día más rico, sin ayudar con sus recursos a paliar la pobreza del mundo.

De acuerdo con el “Fondo Monetario Internacional”, los Estados Unidos, con el 4.1% de la población mundial, es la nación más rica y posee el 25% de la riqueza del mundo. China en un salto gigantesco que representó aceptar el capitalismo en un país comunista y gracias a años de esfuerzo, pasó a ser hoy el segundo país más rico con un 18.4% de la riqueza. Le siguen Japón (4.2%), Alemania (4.1%), India (3.6%), Reino Unido (3%), Francia (2.8%), Italia (2.1%), Rusia (2%), Brasil (2%), Australia (1.6%) y México (1%). Estas 13 naciones (de los 195 países reconocidos) reúnen el 70% de la riqueza del mundo.

A su vez, la Revista Forbes recientemente nos mostró la lista de los billonarios del mundo en el 2024. A pesar de las crisis económicas, de la inflación mundial y de los recortes de trabajo que increíblemente ellos hicieron en muchas de sus empresas, las fortunas de todos ellos continuaron creciendo del 2023 al 2024. Hay 2781 billonarios, 141 más que hace un año, y entre todos tienen una fortuna inconcebible de $14,2 trillones de dólares. Los Estados Unidos tienen 813 billonarios y la sorpresa es China en segundo lugar con 472 billonarios. La India, pese a las grandes zonas de pobreza, tiene 200 billonarios.

Con la totalidad de ese dinero de los billonarios, bien empleado en crear fuentes de ingresos y trabajos estables en los países pobres, posiblemente no existiría la pobreza en el planeta Tierra. Sé que se dirá, que ellos invierten parte de sus ganancias en nuevos negocios, pero no lo suficiente.

Lo anterior nos deja ver “la relatividad” de en las acciones o actividades de los seres humanos, en el sentido de que “lo que puede ser bueno para unos” a la larga “no le sirve a otros grupos sociales o personas” pues podría ser perjudicial para la sociedad con el transcurso del tiempo. Lo que abunda en un país hace falta en el otro,; lo que sí es parejo es que hasta en los países con gran pobreza hay millonarios y los cambios políticos no logran en la mayoría de los casos, repartir mejor la riqueza o disminuir bien la pobreza.

Bibliografía

Jaramillo Antillón, J. (2009). La cultura contra el mundo. San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia.
La Franco, R., Chung, G., Chase P. (2024). Worlds Billonaires. List in 2024. USA, Ed. Forbes.