Era agosto. Lo recuerdo ya como algo lejano, aunque apenas han pasado unas pocas semanas desde que volví. Las vacaciones se terminaron muy rápido, pero las 27 horas del vuelo de vuelta me hicieron ver que el tiempo no estaba acelerado, simplemente era yo, que vivía con intensidad uno de los mejores viajes de mi vida: mi viaje a Vietnam.
Vietnam es un país increíble, lleno de lugares espectaculares, naturaleza en estado puro y gente maravillosa. Sus ciudades imperiales, los dragones, los templos, los trenes y autobuses nocturnos, las noches iluminadas por los farolillos y la moda, la moda que está en cada rincón, hacen de Vietnam un destino del que no te querrás ir. Créeme.
Desde el sombrero tradicional Nón Lá hasta los vestidos Áo Dài, Vietnam es el paraíso de lo tailor-made, de la estética, de las texturas, de los materiales y sobre todo, de los colores. La moda vietnamita cambia según la zona y hoy nos vamos a adentrar en el norte.
Recorrí la provincia de Hà Giang en moto y no solo me quedé fascinada con sus montañas y sus caminos serpenteantes, sino con los locales que me encontraba por el camino. Niñas, mujeres jóvenes, adultas y ancianas, siempre cargadas con herramientas para la recogida del arroz, adornaban el «croma» verde de las laderas con sus coloridos vestidos llenos de detalles. Vibrantes telas hechas a mano, bordados intrincados y patrones geométricos que creaban dibujos hipnotizantes.
Descubrí en el Museo de las Mujeres Vietnamitas, en Hanói, que el algodón es el tejido más popular entre los 54 grupos étnicos de Vietnam, mientras que la seda se reserva para trajes festivos y ocasiones especiales. Pero las mujeres H’mong que visité en las aldeas de este norte tan montañoso, utilizaban otro material: el cáñamo.
Llegamos a la pequeña casa, donde cuatro ancianas, con la ayuda de extraños artefactos tradicionales de piedra y madera nos mostraron su espectacular destreza con sus técnicas de costura. Más que tejer, parecía un espectáculo de acrobacias en el que se podía ver todo el proceso que llevaban a cabo para la obtención de las telas: desde el tratamiento del cáñamo hasta su tejido y posterior decoración.
Todo el trabajo se realiza a mano y los motivos y patrones de las telas reflejan la identidad de cada población y su entorno. Las técnicas de costura se transmiten de generación en generación e ilustran la creatividad de las mujeres, su sentido de la estética y las muchas horas de trabajo dedicadas.
Si bien es cierto que los estilos de vestir vietnamitas han evolucionado con el tiempo y también con el contacto con el mundo exterior, la moda existe incluso en las regiones más remotas. Y es por ello que los tejidos sintéticos, la lana y los tintes químicos son ahora de uso generalizado también en las comunidades H’mong del norte. Lo curioso es que incluso en las zonas más cercanas a núcleos urbanos, aunque los materiales y los dibujos de las prendas eran mucho más modernos y actuales, los colores seguían siendo vibrantes y chillones, llamando la atención y destacando sobre el verde de los arrozales.
Entre las comunidades H’mong, algo que seguía sorprendiéndome no solo eran los colores sino los bordados de las prendas. El bordado es una técnica muy popular en Vietnam, de hecho, se puede ver a mujeres bordando en casi cualquier lugar; en el mercado, en el campo o en los patios de sus casas. Las niñas aprenden la técnica a una edad muy temprana y ya son muy hábiles a los 12 o 13 años.
Además, incorporan el batik, una técnica de teñido en la que parte del tejido se protege con cera derretida mientras los motivos se dibujan sobre esta. Una vez seca la cera, la tela se tiñe varias veces en baños de añil y luego se sumerge en agua hirviendo. Fue impresionante verlo en aquella aldea donde las abuelas centenarias realizaban todo el trabajo con un detalle y una técnica increíbles.
Cabe destacar que el textil siempre ha sido muy importante en la vida de la tribu H’mong, ya que cuando no tenían un lenguaje escrito, utilizaban las telas para comunicar mediante dibujos sus ideas y narrativas. Desde entonces y hasta el día de hoy, la moda sigue siendo una de las mejores formas de expresión para estas minorías étnicas.
Después de cuatro días visitando en moto estos lugares espectaculares, mientras volvía ya en dirección hacia el hostal, empezó a llover. Mis lágrimas y pensamientos de quedarme allí para siempre pasaban por delante de mis ojos, mientras una pequeña niña vietnamita con un vestido rosa fucsia me saludaba con la mano en la distancia.
Las mujeres H’mong me recordaron que la moda puede estar en los lugares más recónditos y que no es necesaria una celebración o una fiesta para ponerse sus mejores galas. La recogida del arroz o la venta de delicias en el mercado pueden ser motivos igual de buenos para hacerlo. Yo no llevo mis mejores galas ahora, pero lo que sí sé es que a Vietnam volveré seguro.